Al principio fue el fin
Es habitual que cada temporada de Fernando Alonso empiece con un ¡°se acab¨® todo¡±, como resumen. Solo es el principio, pero todos sabemos que ya lleg¨® el fin
Los a?os est¨¢n plagados de historias que empiezan por la palabra ¡°fin¡±, y ah¨ª mismo se acaba todo, sin historia. No hay mucho m¨¢s que hacer, salvo buscarse una historia nueva, que arranque con otras palabras, a poder ser. En ese bucle lleva varios a?os atrapado Fernando Alonso, buscando comienzos prometedores para sus temporadas. Por momentos parece que no busca un coche decente, sino a s¨ª mismo. Es algo habitual en deportistas que una vez alcanzaron grandes victorias y despu¨¦s cayeron en una larga sequ¨ªa. Se pasan su carrera persiguiendo los viejos tiempos, a la persona exitosa que fueron. Quieren ser como antes, demostrarse que no est¨¢n acabados y que solo sufren una mala racha. Entretanto, hasta los propios seguidores del piloto pierden la ilusi¨®n, como esos padres que al final del primer trimestre ven llegar a su hijo con las notas y la primera pregunta es ¡°?Cu¨¢ntas suspendiste?¡±.
Es habitual que cada temporada empiece con un ¡°se acab¨® todo¡±, como resumen. Solo es el principio, pero todos sabemos que ya lleg¨® el fin. En un simple chispazo, en un fallo el¨¦ctrico, se nos revela de forma simult¨¢nea el comienzo, el final y el medio, y nos quedamos sin nada. Podemos sobrevivir sin inicios y sin colofones, pero ?sin medios, que es precisamente en lo que se demora la vida? Las historias de Fernando Alonso y sus coches, despu¨¦s de dejar atr¨¢s las ¨¦pocas de gloria, me recuerdan mucho a un cuento de Lorrie Moore protagonizado por una actriz que una vez fue nominada a un premio importante, y poco a poco dej¨® que su vida se hiciese aburrida, hasta tomar la ¡°forma de un error imperdonable¡±. Un d¨ªa llegaba a la conclusi¨®n de que no le hab¨ªan proporcionado las herramientas adecuadas con las que construir una vida de verdad. Era como si le diesen un sobre de sopa y un cepillo de pelo, y le dijesen ¡°Espab¨ªlate¡±, y ella, confundida, se quedaba durante a?os cepillando la sopa con el cepillo.
Hace ya tiempo que el inter¨¦s de las temporadas de Alonso se reduce a encontrar una explicaci¨®n a los problemas de esa herramienta equivocada que simbolizan siempre sus coches. La escuder¨ªa no persigue victorias, sino respuestas. Y los aficionados se contagian. Ya les hace tanta ilusi¨®n que gane como saber qu¨¦ demonios pasa con esos motores y chasis. Las respuestas, creen, los har¨¢n felices. Por momentos la F¨®rmula 1 parece menos una cuesti¨®n de ingenier¨ªa, de carreras endiabladas, que de psicoan¨¢lisis y de b¨²squeda de la verdad enterrada. Hace unos d¨ªas me enviaron un ejemplar de Doctor Portuondo (Blackie Books), las memorias de Carlo Padial de los a?os que se someti¨® a psicoan¨¢lisis con un doctor desequilibrado, necesitado de tanta terapia como sus pacientes. En un momento dado, cuando Padial advierte que algo no va bien en su vida, y se propone acudir a la consulta de Portuondo, al que ha estado escuchando en audiocasetes, se encuentra con un viejo amigo de su padre, que trata de disuadirlo por todos los medios. ¡°No hagas psicoan¨¢lisis¡±, le advierte. ¡°Es un error. Encontrar¨¢s demasiadas respuestas¡±.
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