La redenci¨®n de Sergio Garc¨ªa
La victoria en el Masters de 2017 cambia la percepci¨®n del mundo del golf sobre el jugador espa?ol, admirado ya
Jos¨¦ Mar¨ªa Olazabal sigue en Augusta pese a no haber superado el corte y despu¨¦s de dar unas bolas al mediod¨ªa se va a comer con su familia y algunos amigos al Grill Room del club. Est¨¢ feliz y dice por qu¨¦. ¡°Qu¨¦ bien que est¨¦ Sergio ah¨ª arriba¡±, dice a los periodistas mientras espera a que le sirvan un par de horas antes de que Sergio Garc¨ªa partiera a la conquista de su primer Masters a los 37 a?os. ¡°Va a ganar, seguro. Ya el martes, cuando practicamos juntos, le vi jugar muy bien...¡±.
Sergio Garc¨ªa lleg¨® al golf espa?ol cuando Seve le dejaba notas de ¨¢nimo y coraje a Jos¨¦ Mar¨ªa Olazabal en el vestuario del Augusta National Golf Club antes de partir a la caza de sus dos chaquetas verdes. As¨ª comenz¨® a contemplar de cerca de sus ¨ªdolos, antes de intentar asumir su herencia. Ten¨ªa 19 a?os. El mi¨¦rcoles, Sergio Garc¨ªa recibi¨® un mensaje de ¨¢nimo y fuerza de Olazabal. ¡°Seguro que lo habr¨ªa recibido tambi¨¦n de Seve, pero, obviamente, no pudo, pero el de Jos¨¦ Mar¨ªa fue especial. Sabe decir muy bien las cosas. Significa mucho para m¨ª. Seve y ¨¦l fueron mis ¨ªdolos cuando crec¨ªa. No puedo imaginar lo que significar¨ªa unirme a ellos como ganador del Masters¡±.
Para ganar la chaqueta verde, Garc¨ªa debi¨® defenderse frente a jugadores ascendentes, para los que en su momento hab¨ªa sido ¨ªdolo, como Jordan Spieth, 14 a?os m¨¢s joven, o como Ricky Fowler, que a¨²n no ha cumplido los 30. En ese puesto de ¨ªdolo destronable compart¨ªa papel con su compa?ero de partido, el ingl¨¦s Justin Rose, tambi¨¦n de la quinta del 80 y con el que le une tambi¨¦n su convicci¨®n de que la Ryder Cup es la competici¨®n que manda por encima de todas y de que como Europa no hay ning¨²n equipo. Garc¨ªa, como Rose, sufrieron las fuerzas moralizantes que dominan el deporte, que les exigen que cumplan las expectativas que otros han fijado para ellos. Si no, ser¨¢n blufs para siempre.
Rose acab¨® con estos demonios ganando el US Open de 2013. Desde entonces puede ser como quiera. Garc¨ªa deb¨ªa a¨²n dar varios pasos, lo que hizo con alegr¨ªa e iron¨ªa, y gan¨® la batalla ante una prensa norteamericana que le encumbr¨® cuando su golpe del ¨¢rbol frente a Tiger en Medinah en 1999 y que le derrib¨® con la misma facilidad cuando en el US Open de 2002, donde sali¨® l¨ªder el ¨²ltimo d¨ªa, a los 22 a?os, comenz¨® a sufrir el problema de la inseguridad al agarrar los palos. A las cr¨ªticas y abucheos respondi¨® con un ¨ªndice en alto. Uniformemente, al d¨ªa siguiente, era ya el s¨ªmbolo de la petulancia. Cuando en 2012 declar¨®, deprimido, en Augusta, que sab¨ªa que nunca ganar¨ªa un grande, se apresuraron a escribir su obituario. De su juego, sin embargo, de la calidad de unos golpes de jugador grande, nunca se dud¨®.
Transformaci¨®n personal
Las preguntas que le dirigen en las conferencias de prensa en el Masters del 17 revelan la transformaci¨®n de los medios norteamericanos respecto a Garc¨ªa, y la aceptaci¨®n por este de la moral dominante, aunque solo sea por sobrevivir. La mayor¨ªa de las preguntas quieren profundizar sobre su transformaci¨®n personal. Y como la redacci¨®n de las preguntas suele comenzar con un ?Te ha cambiado para mejor tal cosa?, Sergio Garc¨ªa, sonriendo, lleg¨® a responder: ¡°?Qu¨¦ pasa, no os gustaba nada de c¨®mo era que todo me quer¨¦is cambiar?¡±.
La pregunta que le dio la clave fue la que le hizo la redactora del New York Times respecto al significado que tiene que se vaya a casar con una texana llamada Angela Akins, de una familia de ¨ªdolos deportivos. Su abuelo Ray fue un famoso entrenador de f¨²tbol americano; su padre, Martyn, un quarterback universitario; y su primo Drew Bree es el quarterback de Los Saints de Nueva Orleans. Nadie duda de que su integraci¨®n de en una familia as¨ª supone su admisi¨®n definitiva en EE?UU y, por lo tanto, una mejora en su vida y en su juego. Y Sergio Garc¨ªa no les llev¨® la contraria en este Masters ¨¦pico.
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