La vuelta del viejo barcelonismo
La verdadera fuerza reside en saber convivir con la derrota, levantarse siempre y mirar al frente
¡°La vida tiene diversas y curiosas formas de recordarte qui¨¦n eres¡±, lo escuch¨¦ en una serie de abogados a la que suelo recurrir cuando las derrotas del Bar?a me empujan a retorcer la realidad reclamando justicia. Y es cierto. Te pasas d¨¦cadas enteras so?ando con la jubilaci¨®n y aborreciendo un oficio cualquiera - pongamos que el de marinero- hasta que un d¨ªa te rompes una pierna, el m¨¦dico te concede una baja de seis meses y a las dos semanas te descubres a?orando el perfume del salitre y el calor de una copa de aguardiente en la cantina del puerto, incapaz de reconocer al est¨²pido aquel que escup¨ªa e insultaba al mar tras cada lance.
Algo as¨ª nos sucede a varias generaciones de aficionados cul¨¦s, supongo. Instintivamente, como esos polluelos que se arrojan desde sus nidos queriendo volar, fuimos moldeando la angustia perpetua y el agravio comparativo hasta convertirlos en nuestras se?as de identidad, en el verdadero motor de nuestro sentimiento futbol¨ªstico: ven¨ªamos al mundo a sufrir, nac¨ªamos para perder porque la contracultura consist¨ªa en morir con la camisa planchada y el dedo coraz¨®n levantado. Ser del Bar?a supon¨ªa militar en la resistencia, ejercer como vanguardia rom¨¢ntica del contrapoder.
Hab¨ªamos interiorizado de tal forma nuestro papel que nos vimos empujados a adaptarnos sobre la marcha al triunfo constante y a esa sensaci¨®n, un tanto perturbadora, de que todo estaba bajo control, de que todo ir¨ªa bien. A veces perd¨ªamos, claro; no se puede ganar siempre. Pero hab¨ªa algo que nos manten¨ªa serenos y confiados: la certeza de que hac¨ªamos las cosas mejor que nadie y de que tan solo el infortunio nos pod¨ªa apartar, puntualmente, de la merecida gloria. Es curioso como a Pep Guardiola, a quien tan a menudo acusamos los propios cul¨¦s de tantas cosas, nunca le reprochamos habernos confinado en una casa de papel, en una pompa de jab¨®n brillante y tacto suave que, por fuerza, habr¨ªa de estallarnos en la cara alg¨²n d¨ªa.
Anoche, frente a la Juventus, sent¨ª el estallido: ?Bum! Tan solo un cul¨¦ amamantado en las estrecheces anteriores al cruyffismo puede reconocer la dicha en la derrota, esa alegr¨ªa explosiva al comprender que est¨¢s de vuelta, que has recuperado tu verdadero sitio en el mundo. Querer ganar siempre es un deseo poderoso pero tambi¨¦n vulgar, cualquiera puede albergarlo. La verdadera fuerza reside en saber convivir con la derrota, levantarse siempre y mirar al frente, amenazar con el ment¨®n, mostrar la otra mejilla, rebelarse contra la realidad. En eso consist¨ªa ser del Bar?a no hace tanto tiempo y todo apunta a que as¨ª volver¨¢ a ser m¨¢s temprano que tarde: la receta de Cruyff ha volado por la ventana y aquel nu?ismo de pechos agrios que nos amamant¨® durante la infancia ha vuelto disfrazado de tecn¨®crata biber¨®n.
Los ¨¢rbitros, las manos negras, el centralismo, los hilos de los palcos, la malvada prensa y Football Leaks. La adoraci¨®n al balance econ¨®mico, el desprecio a la cantera, el calor de los fichajes en verano y la mala sombra en primavera. El viejo barcelonismo ha vuelto para quedarse y no dir¨¦ que me alegre pero tampoco que me sorprenda. La vida me ha recordado qui¨¦n era yo y no pienso negar que he vivido todos estos a?os en posici¨®n ilegal, en un clar¨ªsimo fuera de juego: tan s¨®lo denunciar que a Cristiano Ronaldo, ya se sabe, jam¨¢s se lo pitar¨ªan.
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