Rom¨¢n Mart¨ªn, jinete campe¨®n
El jockey marc¨® una ¨¦poca de gloria en la h¨ªpica espa?ola
En los momentos de esplendor de un deporte o de un arte suelen coexistir talentos similares pero con estilos muy diferentes, como si el azar quisiera demostrar que se puede ser excelente de maneras opuestas. As¨ª hoy en tenis Federer y Nadal, y ayer en ciclismo Bahamontes y Anquetil o en los ruedos Paco Camino y Curro Romero. En la ¨¦poca de nuestro turf que la nostalgia convierte en dorada para algunos de los aficionados veteranos, dos jinetes gloriosos compartieron el entusiasmo y la admiraci¨®n de quienes frecuent¨¢bamos los hip¨®dromos de La Zarzuela y Lasarte: Claudio Carudel y Rom¨¢n Mart¨ªn, el rubio y el moreno, el normando y el toledano, el estilista elegante y cerebral frente al en¨¦rgico gladiador que nunca daba una carrera por perdida, el c¨¢lculo contra la potencia, Claudio y Rom¨¢n, Rom¨¢n y Claudio... La biograf¨ªa h¨ªpica de cualquiera de mis coet¨¢neos (como cada vez quedamos menos creo que los conozco, al menos de vista, a casi todos) no puede escribirse sin incluir esos dos nombres en letras de oro. Porque cada uno ten¨ªa sus partidarios arriscados, sin duda, pero los carudelistas admir¨¢bamos a Rom¨¢n, y los...?rom¨¢nicos? ?romanceros? veneraban a Claudio.
El d¨ªa inolvidable...entre tantos. La Copa de Oro de San Sebasti¨¢n, a mediados de los setenta del siglo pasado. Rom¨¢n llevaba a nuestro estupendo Rheffisimo, que hab¨ªa ganado el Gran Premio de Madrid; su mayor adversario era Red Regent, un caballo ingl¨¦s que hab¨ªa participado en el Derby de Epsom y al que montaba el campe¨®n de las islas, Pat Eddery (tambi¨¦n fallecido, ay, hace pocos meses). Ninguno de los que asistimos al gran duelo olvidamos a Rom¨¢n casi en volandas en la silla, empujando a su purasangre hasta con el alma, sobre todo con el alma, mientras Eddery se esforzaba tambi¨¦n al m¨¢ximo... Gan¨® Rheffisimo, vaya: gan¨® Rheffisimo para siempre y con ¨¦l Rom¨¢n.
Ahora ha muerto, a los setenta y seis a?os, despu¨¦s de que la enfermedad renal le apart¨® de su segunda vida como preparador, en la que tambi¨¦n fue de los mejores. En los ¨²ltimos a?os en que fue por Lasarte, se sentaba a veces en la sala de pesaje y yo me sentaba a su lado, aunque nunca fue charlat¨¢n. Se?alaba en el televisor donde ve¨ªamos la repetici¨®n de la carrera a alg¨²n participante y dec¨ªa: "vaya" o "ese no...". Y yo le escuchaba en silencio, porque no hubiera estado bien ponerme a gritar, como en aquella tarde de Rheffisimo: "?Hala, Rom¨¢n! ?Hala, campe¨®n!".
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