El legado de Ueli Steck
El monta?ero suizo reinvent¨® la forma de relacionarse con las cimas del Himalaya e inspira retos como el actual de I?urrategi, Vallejo y Zabalza
Nunca se sabr¨¢ qu¨¦ provoc¨® la ca¨ªda que acab¨® con la vida del genial alpinista Ueli Steck mientras escalaba la v¨ªa normal del Nuptse (pico colindante con el Everest). Su cuerpo no se devolvi¨® a su Suiza natal, sino que fue incinerado en el monasterio budista de Tengpoche a principios de mayo. Su desaparici¨®n pone fin a la carrera de un hombre empe?ado en revolucionar la manera de entender el himalayismo. La posteridad no deber¨ªa quedarse ¨²nicamente con sus r¨¦cords de velocidad estratosf¨¦ricos, sino entender que su carrera es el pr¨®logo de una renovada manera de escalar monta?as.
Ueli Steck no invent¨® la velocidad, pero s¨ª convirti¨® su facilidad para romper el cron¨®metro en una llamada de atenci¨®n, en su manera de relacionarse con el alpinismo de vanguardia. Antes que Steck ya exist¨ªan nombres y apellidos ¨ªntimamente ligados a la velocidad en altura: Erhard Loretan, Jean Troillet, Marc Batard, Wojciech Kurtyka, Jerzy Kukuczka, Anatoli Boukreev, Pemba Dorje, Steve House, Mark Twight, Babu Chiri¡ pero ninguno lleg¨® tan lejos a la hora de exigirse un r¨¦gimen de entrenamiento que le condujese realmente donde deseaba llegar. Steck so?aba con reducir las grandes monta?as del Himalaya a escala de los Alpes: para cabalgar las monta?as m¨¢s elevadas de la Tierra necesitaba poder moverse tan ligero como en las monta?as de su casa¡ y tan r¨¢pido.
¡°?Por qu¨¦ me entreno tanto? Me dar¨ªa verg¨¹enza vivir de esto y no dar el m¨¢ximo para ser lo m¨¢s competente posible¡±, confiesa Alberto I?urrategi. Ahora el guipuzcoano comparte expedici¨®n con Juan Vallejo y Mikel Zabalza con la idea de completar la traves¨ªa del Gasherbrum I y II, escalando el primero de los dos ochomiles por la ruta Messner-Habeler y el segundo por la v¨ªa Kukuczka-Kurtyka, sin pasar por el campo base. Es decir, un viaje en altura de enorme compromiso. Los tres consideran que el estilo alpino (escalar con lo puesto, sin campos de altura, porteadores, cuerdas fijas y llevando en la mochila todo lo necesario) ¡°es el futuro del alpinismo en altura y la forma m¨¢s honesta de afrontar estas monta?as¡±.
Los espa?oles creen que el estilo alpino es el futuro de las grandes ascensiones
Pero los hay que ven a¨²n m¨¢s all¨¢: ¡°La verdadera revoluci¨®n no es ser r¨¢pido, sino ser conscientes de que ya no deseamos ser solo alpinistas, sino atletas de monta?a. Aqu¨ª radica el cambio¡±, explica el alem¨¢n David G?ettler. Y ser atleta de monta?a no significa practicar la moda del trail running, sino cambiar de marcha cuando se habla de escalar. G?ettler prob¨® hace un a?o el ritmo endiablado de Steck en las laderas de la cara sur del Shishapangma (8.027 m), donde esperaba abrir una nueva ruta en la sur, en compa?¨ªa del italiano Herv¨¦ Barmass¨¦: el mal tiempo no les ha dado margen para estrenar nada, pero a cambio, ambos aprovecharon una ventana de buen tiempo de unas pocas horas para escalar la monta?a en ?13 horas! y en perfecto estilo alpino. ¡°Entrenamos con carrera a pie, con los esqu¨ªs de monta?a o los de fondo, escalando cargados con mochilas de casi 20 kilos que lastramos con bidones de agua que vaciamos a la hora de bajar¡ s¨ª, puede parecer extra?o, pero funciona¡±, razona G?ettler.
Muchos alpinistas claman que su actividad no es un deporte y se remiten a la versi¨®n rom¨¢ntica de su disciplina, una actividad donde no hay dorsales, ganadores ni perdedores, ni ¨¢rbitros.
¡°Yo espero que esto cambie con el tiempo. El alpinismo no evolucionar¨¢ m¨¢s si sus actores no entienden la necesidad de entrenarse duro para superar lo que hoy nos parece imposible¡±, opina G?ettler. En el alpinismo siempre se ha buscado ir uno o dos pasos m¨¢s all¨¢, pero el m¨¢s severo de los trabajos f¨ªsicos choca contra el muro de la hipoxia, contra la deficiencia en la cantidad de ox¨ªgeno que alcanza los tejidos cuando el ser humano se mueve en grandes alturas.
La obsesi¨®n de Steck pasaba por alcanzar el mayor rendimiento posible a¨²n sufriendo los efectos de la altura: necesitaba ser veloz. Por este motivo, el febrero Ueli Steck, Tenji Sherpa, David G?ettler y Herv¨¦ Barmass¨¦ se citaron en el valle del Khumbu (Nepal, a los pies del Everest) para realizar entrenamientos de calidad a una altura entre los 4.700 metros (casi lo que mide el Mont Blanc) y los 6.200. En dos semanas de carreras y ascensiones fulgurantes completaron 236 kil¨®metros y m¨¢s de 16.000 metros de desnivel acumulado. El a?o pasado, el suizo complet¨® 1.200 horas de entrenamiento, lo que se tradujo en 80.000 metros de desnivel, 848 kil¨®metros recorridos y 296 horas de ejercicios de fuerza espec¨ªficos. Steck no era ni el mejor escalador del mundo ni el atleta m¨¢s cualificado, pero s¨ª un estajanovista del trabajo dotado de una fuerza de voluntad ¨²nica.
En Nepal, los cuatro conjeturaban sobre teor¨ªas del entrenamiento. ¡°Apenas hay nada estudiado acerca de c¨®mo mejorar el rendimiento en altura¡±, concede Xabier Leibar, responsable m¨¦dico del Centro de Perfeccionamiento T¨¦cnico del Gobierno Vasco, donde Aitor Alberdi lleva la planificaci¨®n de I?urrategi. ¡°Si bien es cierto que se conoce bien la primera funci¨®n de la hemoglobina, que es la de transportar ox¨ªgeno desde los pulmones hasta los m¨²sculos, se olvida que la hemoglobina tambi¨¦n es un tamp¨®n para el ¨¢cido l¨¢ctico (que paraliza los m¨²sculos), es decir que lo neutraliza cuando llevamos a cabo un trabajo cardiovascular severo. Si el volumen de hemoglobina es mayor en respuesta a la altura, mayor es el efecto tamp¨®n. Por otro lado, en alturas extremas el cuerpo no se recupera, tan solo se va acumulando fatiga, de ah¨ª que sea l¨®gico exponerse lo menos posible a dichas cotas. Subir y bajar r¨¢pido es una excelente estrategia¡±¡, al alcance de muy pocos.
¡°Me abri¨® los ojos¡±
Uno de los ¨²ltimos mensajes de Steck rezaba as¨ª: ¡°Creo en aclimatar de manera activa. Es m¨¢s efectivo que pasar noches en altura¡±, lo que contradice casi todos los preceptos de d¨¦cadas. ¡°Llevan varios pasos de ventaja sobre lo conocido¡±, observa Aitor Alberdi.
Tres semanas antes del accidente fatal de su amigo, G?ettler confesaba el efecto de su encuentro con el suizo: ¡°Me abri¨® los ojos a la necesidad y la importancia de la ligereza. En nuestra mochila no hab¨ªa ning¨²n por si acaso, ni siquiera el hornillo para derretir agua e hidratarnos. Tardamos 19 horas en escalar desde los 6.000 metros a los 8.000 y regresar, cuando una cordada suele invertir tres d¨ªas. Vest¨ªamos casi la misma ropa que en Alpes, salvo unas manoplas y unas botas ligeras pero forradas con un tejido c¨¢lido y ligero. Fuimos aut¨®nomos. Est¨¢bamos preparados para regresar, tan seguros como cuando escalamos en casa¡±.
El legado de Ueli Steck no est¨¢ en sus v¨ªdeos imposibles. Queda en manos de todos los que deseen imitarle.
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