Gana Kittel de nuevo: la reinvenci¨®n del ciclismo contin¨²a imparable
La etapa m¨¢s llana del Tour termina en Bergerac con el cuarto triunfo del sprinter alem¨¢n y con Froome de amarillo por 50? vez en su vida
P¨¦rigueux-Bergerac. 178 kil¨®metros. Etapa llana. Fuga mala y sin futuro de dos de los equipos de siempre (Wanty y Fortuneo). Caza veloz y sostenida (44 kil¨®metros por hora de media). Sprint. Marcel Kittel. Multa a Bouhanni, derrotado siempre, por violento. El mi¨¦rcoles,?Chris Froome saldr¨¢ vestido de amarillo por 50? vez en su vida. La reinvenci¨®n del ciclismo contin¨²a imparable.
Ha habido en el Tour de las desgracias cinco etapas llanas. Las cinco han acabado en sprint. En cuatro, el ganador ha sido el sprint alem¨¢n del Quick-Step, cuyas victorias han alcanzado ya tal aura de inevitabilidad que el espectador aburrido solo puede pensar que esto, el Tour, el ciclismo, el paisaje de Francia, tan apacible, no podr¨ªa ser de otra manera. Pero esta cara pl¨¢cida y regular del ciclismo brilla porque en la sombra, fuera de c¨¢mara, se realizan maniobras m¨¢s humanas, falsas, que muestran que el pelot¨®n no es m¨¢s que una sociedad de socorro mutuo y supervivencia. Y que hay matones que le dicen c¨®mo debe respirar y cu¨¢l es el bien com¨²n. Y dicen tambi¨¦n que los ciclistas buenos no se pueden escapar. Y que las etapas llanas deben ser aburridas.
Nada m¨¢s salir de P¨¦rigueux, justo al cruzar la marca del kil¨®metro cero, se escapa el franc¨¦s Yoan Offredo, un modesto que busca publicidad para su equipo. El ciclista se vuelve esperando que se le una alguno m¨¢s para no lanzarse a una cansad¨ªsima aventura a solas, e invita con la mano al pelot¨®n. Un par de kil¨®metros m¨¢s adelante Stephan K¨¹ng, un coloso suizo del BMC, decide responder a su invitaci¨®n. Acelera, se pone en cabeza, pero nota que le siguen varios, y adem¨¢s oye insultos. Se vuelve y ve que corredores del Quick Step y del Lotto, los de los sprinters alemanes, se ponen a su rueda: un claro mensaje de que no le permiten escaparse. K¨¹ng, de 23 a?os, est¨¢ a una hora de Froome en la general. No es un peligro para nadie. No entiende por qu¨¦ no le dejan fugarse. ¡°Me dijeron que era demasiado bueno¡±, explic¨® luego el suizo, que se ha labrado fama de gran corredor, un Cancellara en bueno, afirman sus valedores, capaz de aguantar el pulso del pelot¨®n durante 30 kil¨®metros con una ventaja de un minuto, y ganar. ¡°Me explicaron que si yo me fugaba, les iba a tocar trabajar m¨¢s para acabar con la fuga, o incluso que no podr¨ªan, y que eso no era bueno para nadie. Y yo me sent¨ª halagado. Me lo tom¨¦ como un cumplido¡±. Cuando esto ocurri¨®, el helic¨®ptero de la tele mostraba un castillo. El pelot¨®n respir¨® aliviado: habr¨ªa etapa tranquila, cero estr¨¦s por fin. Tiempo para disfrutar del paisaje y envidiar a los turistas de vacaciones, pescando serenos, a la sombra, en el canal del Dordo?a, que la carrera segu¨ªa.
Conocedores de la historia de las razones de los movimientos del pelot¨®n a lo largo de los a?os cuentan que esto antes no era as¨ª, que fue la llegada en tromba del pragmatismo anglosaj¨®n, y su af¨¢n para reinventar el ciclismo, la que cambi¨® la marcha. Antes de que Mark Cavendish con su amigo Bernhard Eisel empezaran a amedrentar a los rebeldes, las fugas se lograban y se anulaban a pura fuerza sobre los pedales. Cada fuga era una batalla ganada despu¨¦s de kil¨®metros y kil¨®metros de pelea. Cada anulaci¨®n, un triunfo sudado. En el Tour del 17, todas las fugas se han iniciado en el kil¨®metro cero. Sin oposici¨®n. Salvo cuando lo intentan los buenos, que no tienen permiso. El nuevo ciclismo ha llegado.
Un fil¨®sofo de la historia franc¨¦s, George Vigarello, dec¨ªa el martes en L¡¯?quipe que, con la televisi¨®n, el Tour se impone como un lugar que crea una memoria muy fuerte, pero que tambi¨¦n borra la memoria, neg¨¢ndose a recordar los momentos que no contribuyen a su espect¨¢culo. No se habla de los ciclistas dopados ni tampoco de los asuntos que puedan hacer dudar que el Tour es un espect¨¢culo siempre festivo, ni se muestran sus lugares. En la etapa del P¨¦rigord, el realizador multiplica las vistas de paisajes hermosos, pueblos medievales y bosques que hacen a los franceses sentirse franceses y orgullosos de serlo. Cuando el pelot¨®n pasa por Port de Couze la vista a¨¦rea desaparece y oculta la vista del puente en el que en 1964 un cami¨®n cisterna se sali¨® de la carretera y atropell¨® a la masa de espectadores antes de caer al canal del Dordo?a. Once personas, tres ni?os entre ellas, murieron. La fiesta del?Tour no es eso.
La memoria del Tour tambi¨¦n se recrea desde el recuerdo de los que no la conocen: Froome invoc¨® una norma no escrita que nunca existi¨® para criticar a Fabio Aru por atacarle cuando su aver¨ªa en el Chat. Aru, que es sardo, podr¨ªa recordarle que el ciclismo es precisamente eso: aprovechar cualquier momento de inferioridad del rival para darle duro. Pero tambi¨¦n esto caer¨¢ v¨ªctima de la reinvenci¨®n imparable del Tour.
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