El b¨¦isbol no puso su ¡®NBA¡¯ en Barcelona 92
La ¡®pelota¡¯ se estren¨® en unos Juegos entre el dominio decadente cubano y el eterno desprecio estadounidense
Eran otros tiempos. Aquel agosto del 92 el b¨¦isbol ten¨ªa sabor cubano completo. La isla arras¨® en el debut ol¨ªmpico oficial de su deporte nacional, pero a diferencia del baloncesto no hubo Dream Team de las Grandes Ligas de EE?UU. Ni lo habr¨ªa nunca despu¨¦s. Por ello, solo fue un paseo con fiasco.
Cuba, al mejor estilo de los reg¨ªmenes comunistas, a¨²n resist¨ªa con el deporte como gran escaparate pese a la ca¨ªda de su nodriza la URSS. De hecho, con 31 medallas, 14 de oro (r¨¦cord hist¨®rico, la mitad en boxeo, el otro gran vivero cubano), seis de plata y 11 de bronce, fue quinta, solo por detr¨¢s de los cuatro grandes: el llamado entonces por ¨²nica y ¨²ltima vez Equipo Unificado exsovi¨¦tico, Estados Unidos, Alemania y China. Y por delante de la explosi¨®n espa?ola.
Pero cada vez repart¨ªa m¨¢s miseria la soledad del periodo especial, extendido realmente hasta hoy con distintas miniresurreciones en una agon¨ªa ins¨®lita por m¨²ltiples razones entre conocidas e interesadas, c¨ªnicas e hip¨®critas. La Revoluci¨®n, promesa de tanto, era un motor imparable de ciudadanos en fuga buscando libertad y dejando un hermoso pa¨ªs para disfrute de los extranjeros, los enchufados del r¨¦gimen y los mejores supervivientes con ayuda de sus familiares huidos. Y as¨ª sigue con variantes solo cosm¨¦ticas.
Ese escenario tampoco pod¨ªa servir para estrellas de la pelota (como llaman al b¨¦isbol los cubanos) que pod¨ªan brillar fuera con millones de d¨®lares en sus bolsillos. Las fugas hacia el profesionalismo y la mejor¨ªa de otros pa¨ªses, especialmente asi¨¢ticos, han terminado con el invencible b¨¦isbol cubano, aunque tampoco se haya enfrentado nunca al mejor Estados Unidos.
Pero en 1992, en plena crisis postsovi¨¦tica, el paseo de Cuba por Barcelona, con nueve victorias, 95 carreras completadas y solo 16 encajadas, fue ox¨ªgeno puro. Aunque los dos partidos contra un equipo universitario de Estados Unidos (que perder¨ªa hasta el bronce con Jap¨®n), sin profesionales ni siquiera permitidos a¨²n, aparentaran duelos en la cumbre. Solo un sorprendente 0-5 inicial demostr¨® a los cubanos que sus rivales tambi¨¦n estaban acostumbrados a los bates de aluminio (la madera es de profesionales). Pero el 9-6 posterior y el 6-1 de la semifinal no dej¨® lugar a dudas. Nada del m¨¢s alto nivel. Como nunca hubo el combate entre Muhammad Ali y el triple campe¨®n ol¨ªmpico Te¨®filo Stevenson por la supremac¨ªa de la m¨¢xima categor¨ªa del boxeo.
Ejemplo elocuente en el oro de Barcelona fue el principiante pero excepcional lanzador Orlando El Duque Hern¨¢ndez, que no lleg¨® ya a Atlanta 96. Suspendido tras la fuga de su hermanastro Livan, escap¨® en otra de las miles de huidas rocambolescas en balsa para ganar hasta cuatro Series Mundiales.
El COI, encantado con la NBA y hasta con la NHL de hockey hielo (cuyos profesionales entraron ya desde Nagano 98 aunque han vuelto los problemas), se hart¨® del continuo desd¨¦n de la MLB. La ausencia de los mejores de las Grandes Ligas le quitaba al torneo su principal entidad, y lo elimin¨® desde Pek¨ªn 2008 para los Juegos de Londres 2012 y R¨ªo 2016. Regresar¨¢ en Tokio 2020 solo porque Jap¨®n es una de las grandes potencias asi¨¢ticas. Ante otra, Corea del Sur, Cuba se despidi¨® hace nueve a?os con una dolorosa derrota tras ganar los oros de Atlanta 96 y Atenas 2004 (torneo para el que ni se clasific¨® Estados Unidos como ejemplo de su desprecio ol¨ªmpico). Pero el mayor fracaso cubano fue en Sidney 2000, donde ya entraron profesionales, al caer ante un simple equipo de las Ligas Menores, el ¨²nico enviado con su eterno desd¨¦n por Estados Unidos.
La kafkiana relaci¨®n hist¨®rica entre ambos pa¨ªses ha tenido su apartado particular en el b¨¦isbol, otro deporte peculiar. Pero tampoco de igual a igual. Ni siquiera con las nuevas relaciones de Obama. Apenas amistosos cosm¨¦ticos con clubes. Y ahora, para acabar, lleg¨® Trump.
Quiz¨¢ es que tambi¨¦n falten dirigentes. Como Manuel Gonz¨¢lez Guerra, viejo amo de la pelota y del deporte cubano, miembro del COI durante 20 a?os y fallecido en 1997. De origen gallego como Fidel Castro y muy cercano a ¨¦l. Fue feliz en Barcelona. Juan Antonio Samaranch, aquel tipo peque?o y tan grande que logr¨® hasta unos Juegos para su ciudad, contaba con su gracejo tan particular el tost¨®n que le dio el Comandante en una visita a la isla con los r¨¦cords de producci¨®n de leche de la c¨¦lebre vaca Ubre Blanca. Manolo ten¨ªa acceso directo incluso a eso. Ahora quien maneja m¨¢s los hilos es Antonio, uno de los hijos de Fidel, naturalmente. Pero cada vez es menos lo mismo. Como Ubre Blanca; como el viejo b¨¦isbol cerrado; como la Revoluci¨®n.
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