De Tanqueta a Big Marc
Aquella fuerza incontenible de anta?o se ha moldeado y refinado hasta convertirse en un compendio de movimientos en pista y un potente ordenador para leer el juego
Recuerdo la escena pero no el momento exacto, ha pasado mucho tiempo. La selecci¨®n serbia preparaba alg¨²n campeonato importante y cierto periodista espa?ol entrevistaba a un Pedja Stojakovic con la camiseta de entreno empapada en sudor y el pelo impecable, se?ales inequ¨ªvocas de que el alero ya se hab¨ªa convertido, por pleno derecho, en toda una estrella de la NBA. La irrupci¨®n de Pau Gasol invitaba al optimismo patrio y el redactor atac¨® la pregunta sin miramientos, a tumba abierta: ?podr¨ªa la Espa?a del gigante de Sant Boi optar al oro? El serbio fint¨® primero con una mueca de extra?eza, luego se rasc¨® el cogote y finalmente respondi¨® mirando al techo del pabell¨®n, como si las uralitas fuesen una especie de tablas de la ley en las que uno puede hallar todo tipo de respuestas: ¡°Espa?a optar¨¢ a un oro cuando tenga a cinco Gasoles¡±, dijo Stojakovic antes de despedirse del periodista palme¨¢ndole el pecho, como quien da la raz¨®n a un loco.
Imposible determinar cu¨¢nto tiempo transcurri¨® entre aquel vaticinio jocoso del serbio y el oro mundial conquistado en Jap¨®n ¡ªlas fechas suelen ser el eslab¨®n m¨¢s precario de la memoria¡ª pero lo cierto es que Espa?a se subi¨® a lo m¨¢s alto del podio entre los aplausos del p¨²blico y el delirio televisado de Andr¨¦s Montes, con dos miembros del clan Gasol enrolados en sus filas y el padre de las criaturas contemplando su obra desde las gradas del pabell¨®n, orgulloso y emocionado. Al mayor, a Pau, lo hab¨ªa rebautizado el propio Montes como E.T., el Extraterrestre, y al peque?o, a Marc, sus compa?eros de selecci¨®n lo llamaban Tanqueta, una clara referencia a su mastod¨®ntico f¨ªsico en aquellos primeros a?os de carrera y un gui?o de la propia naturaleza para que no lo cubriese del todo la sombra, alargada, de su hermano.
A Marc lo conoce hoy medio mundo como Big Marc y el otro medio como Big Spain, el mejor p¨ªvot del planeta libra por libra, al fin capaz de proyectar su propia sombra en cualquier escenario y objetivo principal de todos los focos. Como en el famoso cuento de Hans Christian Andersen, el patito feo se ha convertido en un cisne imperial y dominante, un pajarraco de ciencia ficci¨®n capaz de capitanear osos Grizzlies y mirar a los ojos de esa fauna elitista que conforma la NBA. Aquella fuerza incontenible de anta?o se ha moldeado y refinado hasta convertirse en un compendio de movimientos en pista, un cat¨¢logo de suertes enfrentando la canasta y un potente pero sofisticado ordenador con una lectura del juego tan impecable que har¨ªa palidecer a los inventores del tri¨¢ngulo ofensivo y el corte de UCLA.
¡°Abrochaos el cintur¨®n y preparaos para entrar en el universo de los sue?os que llevan tantos a?os causando el desvelo¡±, dice el propio Marc Gasol en el pr¨®logo del libro El sue?o de mi desvelo (Editorial C¨®rner), de Antoni Daimiel. Se hab¨ªa calzado por unas semanas las zapatillas de escritor y en unas pocas l¨ªneas, qui¨¦n sabe con qu¨¦ pretensi¨®n, nos demostr¨® que para ¨¦l no hay nada imposible sobre el papel ni sobre la pista, adem¨¢s de empobrecer sobre la bocina el porcentaje de acierto ¡ªdos de cinco, Pedja¡ª a un francotirador legendario como Stojakovic: en tu cara, American Graffiti.
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