Explicaci¨®n incre¨ªble de la derrota del Real Madrid
Hab¨ªa marcado el Betis y yo no puede evitar sentir que aquel hab¨ªa sido uno de los mejores cumplea?os de mi vida
Todo comenz¨® aquella noche m¨¢gica de Stamford Bridge: ambiente tenso, arbitraje impecable de cierto colegiado noruego, el zapatazo salvador de Iniesta al borde del acantilado, el adelantamiento de Pinto a Guardiola sobre la l¨ªnea de cal¡ Mi amigo Pablo lleg¨® tarde y ataviado con una camiseta de Gareth Bale que yo mismo le hab¨ªa regalado, fan¨¢tico a partes iguales del Bar?a y el Tottenham, resoplando y profundamente irritado por una multa de aparcamiento que acababan de endosarle: ¡°Entrar y salir, lo que se tarda en coger un atado de cervezas y pagar, ?t¨² te crees?¡±. Y s¨ª, lo cre¨ª, porque la vida tiene esas cosas y uno no puede hacer mucho m¨¢s que aceptar las cartas y seguir jugando, algo que por entonces ni siquiera intu¨ªa hasta qu¨¦ punto encierra una realidad terrible.
El partido avanzaba inexorable hacia un fat¨ªdico desenlace y Pablo, atacado por los nervios, comenz¨® a arrancar hilos de mi sof¨¢ y a alinearlos unos junto a otros sobre la mesa del sal¨®n, como quien traza paralelas. Hacia el final del choque, agobiado, se levant¨® de un respingo y se dirigi¨® a una estanter¨ªa sobre la que reposa una horrenda orquesta de negritos de cer¨¢mica que mi madre me regal¨® hace muchos a?os, quiz¨¢s la mayor de sus canalladas. Sin temple para atender a la retransmisi¨®n, se lanz¨® a recolocarlos con cierto orden l¨®gico: el bater¨ªa detr¨¢s, escoltado por los metales y el piano, dejando la vanguardia para las dos guitarras, el contrabajo y el solista. Debi¨® de dar varias vueltas a la disposici¨®n pues all¨ª ech¨® unos cuantos minutos hasta que Iniesta enganch¨® aquella pelota, yo lanc¨¦ el rugido de mi vida y los vecinos de al lado ¡ªmadridistas¡ª comenzaron a golpear la pared en se?al de disconformidad, me gusta pensar que a cabezazos.
Desde entonces, cada partido importante que ve¨ªamos por televisi¨®n repet¨ªa Pablo su ritual: llegar tarde, la camiseta de Bale, los hilos del sof¨¢, los negritos¡ As¨ª disfrutamos algunos de los mejores momentos que nos ha regalado el f¨²tbol en general y el Bar?a en particular, convencidos porque nos daba la gana de nuestra vital importancia en aquella catarata de t¨ªtulos que asol¨® al club hasta convertir a Guardiola en uno de los personajes m¨¢s odiados por cierta parte del barcelonismo. El caso es que Pablo ya no est¨¢ y en ese tiempo ha levantado el Real Madrid tres Champions, lo que no quiere decir gran cosa pero a las vidas aburridas y nost¨¢lgicas de ciertas compa?¨ªas nos da que pensar.
Ayer fue mi cumplea?os, y con cada felicitaci¨®n inesperada que llegaba a mi tel¨¦fono me acord¨¦ de la que desear¨ªa recibir pero no llegar¨ªa. As¨ª, entre melancol¨ªa y ratos de sue?o, se me fue la hora de inicio del partido. Sin camiseta de Bale pero con el sof¨¢ hecho jirones, me puse a quitar hilos y estirarlos sobre la mesa, como hac¨ªa ¨¦l. Aburrido de reventar mi propio mobiliario, encar¨¦ a los negritos con cierta desidia y all¨ª estaba cuando del piso contiguo comenzaron a llegar los inconfundibles ecos de la frustraci¨®n madridista contra las paredes: hab¨ªa marcado el Betis y yo no puede evitar, incluso en ausencia formal de mi gran amigo, sentir que aquel hab¨ªa sido uno de los mejores cumplea?os de mi vida.
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