Hoy, lesi¨®n

En la carrera de Gareth Bale hay demasiados d¨ªas que empiezan y no acaban. Es otra historia de fantasmas. Sus constantes lesiones, que viajan por su cuerpo como una maldici¨®n errante, han llevado a que su f¨²tbol transcurra gran parte del tiempo en nuestras mentes. Me recuerda a Fran Lebowitz. Desde que en 1981 public¨® su ¨²ltimo libro, el mundo espera la llegada del nuevo infructuosamente. En los a?os noventa firm¨® un contrato para escribir una novela sobre gente rica que quiere ser artista, y artistas que aspiran a ser ricos, y que se titular¨ªa Exterior Signs of Wealth, pero no pas¨® de un deseo. Quiz¨¢ sus seguidores debieron prestar m¨¢s atenci¨®n a su primer ensayo, en el que alertaba contra los impulsos art¨ªsticos, afirmando que ¡°si sientes un deseo irrefrenable de escribir o pintar, c¨®mete algo dulce y deja que la sensaci¨®n se vaya¡±. Su bloqueo literario, que equival¨ªa a una largu¨ªsima lesi¨®n, se volvi¨® c¨¦lebre y pas¨® a ocupar m¨¢s titulares que cualquier libro escrito y publicado.

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Entrevista | Bale: "Tuve que tomar muchos calmantes para poder jugar"

Las lesiones de Bale empiezan a remitir a algo abstracto, ininteligible. Se mezclan los d¨ªas en los que siente dolor con los que simplemente siente precauci¨®n, y que tambi¨¦n le impiden saltar al campo. Solo la posibilidad de que Zidane lo alinee, y que quiz¨¢ se resienta de un calvario anterior, representa ya una modalidad de lesi¨®n. Lesi¨®n por ficci¨®n, que requiere a su vez un tratamiento y una convalecencia en clave ficticia. Y as¨ª van pasando las temporadas. No ser¨ªa extra?o que los abonados del Madrid de pronto algunas tardes escuchasen sus pasos por la banda, como en la localidad de Sleepy Hollow a veces se o¨ªa al galope al jinete sin cabeza. Es su fantasma. No se sabe cu¨¢ndo est¨¢ lesionado y cu¨¢ndo va a estarlo. Empieza a ser lo mismo, y desde luego produce el mismo efecto: no juega.

Un amigo ten¨ªa una t¨ªa a la que casi siempre le dol¨ªa todo el cuerpo, tambi¨¦n en abstracto. Muri¨® hace algunos a?os, y cuando mi amigo va a casa de sus primos siga vi¨¦ndola all¨ª sentada porque en el sof¨¢ qued¨® su forma. Entre tanto dolor la mujer hab¨ªa dejado de acudir al m¨¦dico. No se quejaba de una molestia espec¨ªfica, pongamos, en un brazo, la espalda o el est¨®mago. Simplemente no se ten¨ªa en pie porque le dol¨ªa todo. ¡°Vou morrer¡±, le gustaba decir, pero nunca muri¨®, salvo al final, el ¨²ltimo d¨ªa, casi de milagro. Bale tambi¨¦n me recuerda a ella. Los muslos en los que se producen y reproducen sus lesiones son un territorio m¨ªtico, como Yoknapatawpha, en el que a veces no sabes qu¨¦ pasa, aunque lo que pasa es terrible. Imagino el diario del gal¨¦s lleno de fugitivas y lac¨®nicas anotaciones, tipo ¡°Hoy, lesi¨®n¡±, ¡°No fui a entrenar. Por la tarde vi Paterson¡±, ¡°Semana en blanco¡±. Entre los d¨ªas que no juega, y los que casi juega, y los que jug¨®, se forja un futbolista extraordinario, a¨²n desconocido, que deja muestras de su val¨ªa en partidos que los aficionados tienen en la cabeza y en algunos otros en los que no particip¨® por lesi¨®n y que as¨ª y todo ray¨® a gran altura.