La milonga de Messi y Maradona
Argentina tan solo necesita rodear al rosarino de buenas palabras y un equipo que, cuando menos, no estorbe
Fue necesario trasnochar, al menos a este lado del charco, pero por fin pudimos respirar tranquilos quienes esperamos acudir al pr¨®ximo Mundial con el coraz¨®n partido: la mitad entregado al feliz concurso de la Roja y la otra mitad rendido a la justicia del f¨²tbol, al triunfo redentor y definitivo de Leo Messi. El mi¨¦rcoles escrib¨ªa Sebasti¨¢n Fest en este espacio sobre la pasada carga que sostienen los hombros del insecto apocal¨ªptico, un lastre intangible que se adhiere al 10 de la camiseta como una r¨¦mora y responde a la idolatr¨ªa desaforada que una parte del pueblo argentino sigue profesando al viejo ¨ªdolo: ¡°Maradona est¨¢ tan imbricado en la cultura del pa¨ªs -en el inicio era dif¨ªcil entender a Maradona sin entender a la Argentina, pero hoy es al rev¨¦s-, que la silenciosa perfecci¨®n de Messi generaba en muchos un parad¨®jico rechazo¡±. Con sus tres goles y la victoria sobre Ecuador, el delantero del Bar?a sell¨® su pasaporte mundialista pero todav¨ªa est¨¢ por ver que a la aventura lo acompa?e el resto de la escuadra albiceleste.
Pocas veces hizo tanto da?o un triunfo como aquella Copa del Mundo levantada al cielo de M¨¦xico por el propio Maradona, due?o y se?or de un torneo que lo catapult¨® al centro mismo de la bandera nacional. All¨ª donde el resto del mundo advierte la representaci¨®n del Sol de Mayo, muchos argentinos distinguen la cara repolluda del propio Pelusa con sus rizos al viento y los labios apretados, eternamente momificado en ese preciso instante en que golpea la pelota y se dispone a cantar el gol. Humano hasta el extremo, emparentar a Maradona con la divinidad se intuye como el contrapeso necesario para quienes defienden su legado frente al atajo de infelices que no tienen suficiente con las miserias de su propia vida, un armaz¨®n preventivo y comprensible. Sin embargo, y en honor a la verdad, bien har¨ªan sus valedores en identificar las aut¨¦nticas virtudes del fetiche y separarlas del ruido que tanto da?o hace a Leo Messi y, por extensi¨®n, a todo el f¨²tbol argentino.
Las victorias de Maradona apoyan lo contrario de lo que tantas veces se pone en valor al relatar sus haza?as. No fueron su esencia apasionada, la sangre caliente o el nacionalismo exacerbado lo que derrumbaba defensas a su paso, enviaba la pelota a la cama y levantaba de su asiento a un pa¨ªs entero. Lejos de ese punto anat¨®mico donde muchos se empe?an en situar el meollo de este deporte, la carrera de Maradona representa un ejemplo inmejorable de que las diferencias se marcan, en el f¨²tbol actual y en el de anta?o, desde la t¨¦cnica individual, la agilidad mental y el talento creativo. Si uno se lo propone, es f¨¢cil enumerar un ciento de futbolistas que igualan o superan al propio Diego en actitud, arrestos y combatividad, pero solo uno se sienta a su lado en el olimpo de los elegidos. Si Argentina deja de mirarse las u?as y clarifica su mirada, descubrir¨¢ al instante que tan solo necesita rodear al rosarino de buenas palabras y un equipo que, cuando menos, no estorbe. De conseguirlo, no solo Messi se presentar¨¢ en el Mundial de Rusia como favorito indiscutible para levantar la copa, tambi¨¦n lo har¨¢ la selecci¨®n argentina. El resto, como suele decirse, es pura milonga.
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