O noso derbi
En Vilalba, Lugo, se cava una trinchera el d¨ªa del derbi. A un lado de la zanja se sit¨²an los vecinos blanquiazules y al otro, los celestes.
En Vilalba (Lugo), el pueblo donde naci¨® Manuel Fraga, se cava una trinchera el d¨ªa del derbi. A un lado de la metaf¨®rica zanja se sit¨²an los vecinos blanquiazules y al otro, los celestes. Ese d¨ªa se polariza el pueblo que contiene dos de las pe?as m¨¢s antiguas del deportivismo y el celtismo. Galicia queda contenida en la localidad como el Estado en la cabeza de Fraga.
Es Vilalba la representaci¨®n de Galicia si es d¨ªa de derbi. Incluso de aquellos gallegos que dicen ser del Bar?a o del Madrid: ese d¨ªa se posiciona todo el mundo, como cuando hay elecciones municipales, se hunde un barco o se quema un monte.
Al norte, los turcos, apodo de los hinchas coru?eses cuyo origen deviene en unos de los grandes misterios gallegos, a la altura de por qu¨¦ Galicia tiene la misma hora que Budapest y una hora de diferencia con Oporto. Al sur, los portugueses, sobrenombre algo m¨¢s obvio para la afici¨®n celeste. En medio, una rivalidad tan irreconciliable como necesaria.
Se nutre el Celta del Depor y viceversa. Se vigilan. Cuando el Depor se hizo s¨²per de la mano de Arsenio, Bebeto y Mauro, el Celta decidi¨® crecer con Mazinho, Karpin y Mostovoi. Cuando el Celta descendi¨® a Segunda, acord¨® el Depor seguirlo poco despu¨¦s. Es vital para ambos estar hombro con hombro, medirse. Tama?o desaf¨ªo se ha venido denominando o noso derbi.
Tal es la importancia de o noso derbi que cuando coincide con el Madrid-Bar?a ¡ªcomo este a?o¡ª al cl¨¢sico se le llama en Galicia ¡°los teloneros¡±. Ese partidillo que va antes del derbi galaico. Y es que este fratricida enfrentamiento trasciende el f¨²tbol y supone un choque entre dos ciudades, entre dos Galicias.
Arriba, la coqueta A Coru?a, con su estadio frente al mar. Abajo, la popular Vigo, con su campo en pleno barrio industrial. Dos estilos, dos filosof¨ªas, hasta dos acentos bien diferenciados. La pugna tiene que ver con ser m¨¢s gallego que el rival: unos cantan la Rianxeira y los otros Miudi?o; unos son O equipo da Galiza y los otros O primeiro equipo do pa¨ªs. Y antes del partido suenan siempre Os Pinos de Eduardo Pondal, el himno de Galicia, que es la que acaba ganando siempre.
Saca pecho siempre el Depor de su hinchada. Se enorgullece el Celta de su cantera. Presume el Depor de t¨ªtulos, con seis en sus vitrinas por ninguno del rival. Contraataca el Celta con su filosof¨ªa y gusto por el buen juego, el ya famoso f¨²tbol de sal¨®n.
El de este fin de semana ser¨¢ el encuentro que deportivistas y celtistas llevan esperando meses. Es, en realidad, una pieza de las que conforman la historia moderna de Galicia. Incluso en sus cap¨ªtulos m¨¢s oscuros: el Celta de los a?os 50 era conocido como el Celta del Marlboro porque su directiva estaba compuesta por algunos de los contrabandistas de tabaco m¨¢s importantes de Europa, como Celso Lorenzo (el presidente del club) o Vicente Otero Terito, que acab¨® siendo uno de los se?ores do fume m¨¢s importantes de Europa. Sobre el Depor de principios de los 90, el SuperDepor, planea a¨²n hoy la cruel sombra del narco-esc¨¢ndalo que salpic¨® A Coru?a cuando este mismo diario descubri¨® que el cartel de Medell¨ªn lavaba su dinero en la ciudad. Que el Depor explotase aquellos a?os despert¨® la bestia de la sospecha que el celtismo se encarg¨® de alimentar.
O noso derbi es parte esencial de Galicia, pieza de su identidad. En lo bueno y en lo malo. Lo que pasa es que hay un bal¨®n por medio. Por eso pudiera parecer, para el for¨¢neo, que se trata solo de un partido de f¨²tbol.
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