Al salir del vestuario
Los quince minutos de descanso en el cl¨¢sico significaron la tumba del Madrid, que cuando regres¨® al campo era ya un equipo desvalido, sin padre ni madre
En la familia sobrellevamos con m¨¢s o menos verg¨¹enza un episodio que involucr¨® a un pariente de Hospitalet dentro de su propio piso. Le gustaba encerrarse en el ba?o a leer durante quince minutos diarios. ¡°Es un placer secreto¡±, dec¨ªa con una afectaci¨®n innecesaria, medio cursi. Un d¨ªa que nos visit¨® en Ourense se pas¨® media hora enclaustrado y tuvimos que rescatarlo porque se le durmieron las piernas. Pero el d¨ªa de la verg¨¹enza fue otro, cuando se encerr¨® con un best-seller en el ba?o y al salir descubri¨® que, en ese intervalo, le hab¨ªan entrado en el piso y robado el equipo de m¨²sica. En un despiste, se hab¨ªa dejado la puerta abierta. ¡°Fue una cagada¡±, reconoci¨®. Cont¨¦ esta an¨¦cdota el s¨¢bado, entre amigos, al poco de marcar Su¨¢rez para el Bar?a, porque la confianza con la que accedi¨® el Madrid al vestuario, y el drama que se desat¨® sobre ¨¦l al salir, me la record¨® peligrosamente. Esos quince minutos de descanso tambi¨¦n significaron la tumba del Madrid, que cuando regres¨® al campo era ya un equipo desvalido, sin padre ni madre.
En los vestuarios, entre la primera y la segunda parte, algunos d¨ªas ocurren cosas que lo cambian casi todo. Ni siquiera eres consciente de que ocurran, pero al acabar deduces que el rumbo de los acontecimientos vir¨® justamente al descanso, cuando parec¨ªa no pasar nada. Hay encuentros en los que todo le va tan bien a tu equipo durante la primera parte que desear¨ªas pasar a la segunda directamente, sin hacer paradas. O al rev¨¦s: solo quieres que todo se interrumpa para ponerse a cubierto. Recuerdo un Atl¨¦tico-Bar?a de 1994. La primera parte fue un infierno. Marc¨® tres goles Romario, el de los dibujos animados. Pero la vida cambi¨® en la segunda mitad, al salir del vestuario. Gol de Kosecki, gol de Pedro, gol de Kosecki, y en el minuto 90 gol de Caminero. No s¨¦ qu¨¦ pas¨®, salvo que gan¨® el Atl¨¦tico. No merece la pena aspirar a entender qu¨¦ sucede en ocasiones dentro de los vestuarios. Cuando H¨¦ctor ¡®Bambino¡¯ Veira dej¨® los terrenos de juego por el banquillo, al descanso de un partido les confes¨® a sus jugadores: ¡°Muchachos, cambiemos la forma de jugar porque en el primer tiempo vi al demonio¡±.
El vestuario existe en parte para que se consuma en su interior el exorcismo necesario. Si lo consigues, sales del encierro al campo convertido en otro jugador, dispuesto a hacerlo todo bien, incluso lo que desconoces. En esos instantes, el vestuario es una lecci¨®n de sabidur¨ªa casi inmediata, como la visita a un cementerio: pasas veinte minutos entre tumbas y tienes la sensaci¨®n de que los peque?os problemas desaparecen, o al menos se aten¨²an. Ignoramos qu¨¦ ocurri¨® en los vestuarios de Madrid y Bar?a, pero sabemos que al abandonarlos al equipo de Zidane se le hizo de noche a las dos en punto, mientras que el de Valverde vari¨® el ritmo y el control del juego hasta parecerse a ese amigo que en cuanto se toma un verm¨² asegura que el martini le da ganas de conducir.
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