Trekking por el glaciar Aletsch
Una de las mejores experiencias que se pueden vivir en los Alpes suizos
4:15 a.m. suena el despertador. A¨²n sin saber qu¨¦ leches hago en una tienda de campa?a, en mitad de un valle de Suiza, me visto, me pongo las botas y salgo de la tienda dando tumbos en mitad de la noche oscura. No soy el ¨²nico, pero somos pocos. Voy a desayunar a la cantina donde me informan de que no tienen caf¨¦, solo fruta, muesli y cosas sanas de gente deportista. No s¨¦ c¨®mo voy a sobrevivir ese d¨ªa. Agarro un pl¨¢tano y me voy al punto de encuentro para la actividad de ese d¨ªa en el The North Face Mountain Festival: Trekking por el Glaciar Aletsch, en el Jungfrau, el techo de Europa.
Un cuarto de hora en autob¨²s y llegamos a la estaci¨®n de Lauterbrunnen, Justo enfrente est¨¢ el B?ckerei caf¨¦ von Allmen, donde sirven unos caf¨¦s deliciosos, pero a esas horas est¨¢ cerrado¡claro. Me consuelo dici¨¦ndome que llevo un pl¨¢tano en la mochila. En la entrada de la estaci¨®n nos espera el equipo de Swiss Alpine Guides. El l¨ªder de la expedici¨®n, un alpinista con aspecto mitad galo mitad forofo de ABBA, nos da una peque?a charla de c¨®mo va a ser el viaje hasta Jungfraujoch, y reparte material entre los integrantes de la expedici¨®n del Mountain festival: crampones y piolets. Subimos al tren donde el que m¨¢s y el que menos intenta regresar al punto de las 4:15 cuando son¨® el despertador. Nos espera un viaje de dos horas.
En Kleine Scheidegg hacemos transbordo y nos montamos en el peculiar tren cremallera que sube durante 9 km con 1400 metros de desnivel hasta Jungfraujoch, la estaci¨®n a mayor altura de Europa. La mayor parte del trayecto se realiza a trav¨¦s de un t¨²nel de 7 Km que fue construido entre 1896 y 1912. Da escalofr¨ªo pensar en qu¨¦ condiciones. Es patrimonio mundial de la UNESCO ?Alpes suizos Jungfrau-Aletsch?.
Llegados a destino, los gu¨ªas nos dividen en grupos, yo me escapo al bar de la estaci¨®n a tomar un caf¨¦. Gracias a Dios, est¨¢ abierto y puedo calmar el mono de cafe¨ªna. No s¨¦ por qu¨¦ motivo, en aquel momento, pensaba que morir¨ªa all¨ª fuera, en el glaciar, sin caf¨¦, con un 0,23 % de probabilidad¡quiero decir.
El enjuto alpinista con aspecto de galo nos da las instrucciones para colocarnos los crampones, utilizarlos y explica el protocolo de actuaci¨®n dentro de la cordada. De la regla que mejor me acuerdo es de la que si le pisas la cuerda al compa?ero de delante le tienes que pagar una cerveza. Despu¨¦s del trekking creo que todos nos debemos una o dos docenas de cervezas.
Salimos al exterior completamente pertrechados. El d¨ªa es inmejorable: ni gota de viento, cielo despejado y el sol brillando como en su primer d¨ªa en el firmamento. Ante nosotros se extiende el majestuoso glaciar Aletsch. Es un paisaje extremadamente dif¨ªcil de describir, sobrecogedor, como salido de una de esas pel¨ªculas ¨¦picas del?Se?or de los anillos. Un gigantesco valle, orlado por picos de m¨¢s de 4.000 metros que se aleja, alz¨¢ndose sobre las nubes y cruzando el horizonte.
Un rio de 27,000 millones de toneladas de hielo que discurre desde las paredes norte de Eiger, el M?nch y el Jungfrau
En realidad, lo que observamos es su lengua Jungfraufirn que fluye recta hasta la ¡°plaza de la concordia¡± donde se encuentra con las otras dos lenguas que tambi¨¦n nacen en la cara sur del macizo Jungfrau. Un r¨ªo de 27,000 millones de toneladas de hielo que discurre desde las paredes norte de Eiger, el M?nch y el Jungfrau esculpiendo el valle hasta el Valais, 23 kil¨®metros de nieve que la brutal presi¨®n convierte en hielo azul.
Comenzamos la marcha. En mi grupo se encuentra Ainara y Marta de TNF, que se sit¨²an en tercer y segundo puesto de cordada, justo delante de m¨ª. Ser¨¢n mi referencia. La nieve cruje bajo los crampones, no parece un trekking muy dif¨ªcil y, de hecho, no lo es aunque a esa altitud a alguno le va faltando el aire. Evolucionamos bajando por la lengua nevada, los ¨²nicos sonidos que se escuchan son el crujir de la nieve, un suave aire de poniente y, de vez en cuando, las explicaciones del gu¨ªa sobre el origen geol¨®gico y anatom¨ªa geogr¨¢fica del glaciar. Los efectos del sol de monta?a son ya muy palpables, es hora de beber algo de agua. Hacemos un descanso
La amplitud del glaciar, las suaves pendientes y las grandes superficies cubiertas de nieve, dan una sensaci¨®n de seguridad quiz¨¢ algo enga?osa. No es que el trekking exija una gran preparaci¨®n t¨¦cnica ni f¨ªsica, y el peligro est¨¢ muy acotado cuando gu¨ªa un monta?ero que tiene el culo pelado de hacer rutas por el glaciar, pero es que la gigantesca mole de hielo se mueve, se desliza y se resquebraja y no siempre se pisa por terreno compacto. Llegamos a una grieta por la que cabr¨ªa un Opel corsa sin problema alguno. El gu¨ªa nos invita, uno a uno, a acercarnos al borde y contemplar la fractura en el hielo. La sorpresa es may¨²scula, la nieve superficial se convierte en una pared de hielo que desciende hasta que la luz es incapaz de iluminar la sima. No se puede ver el fondo de la cavidad. Y lo peor, desde el borde de la grieta uno se da cuenta de que la expedici¨®n ha cruzado por encima de un puente de hielo sin que nadie, excepto el gu¨ªa, lo supiese. Empezamos a pisar con m¨¢s cuidado, y no solo porque ya se deben algunas cervezas. Estamos sobre casi 900 metros en vertical de hielo, nadie quiere aparecer en el titular de un peri¨®dico.
Cambiamos de rumbo y volvemos hacia Jungfraujoch. Utilizando los piolets para escalar una peque?a pared de nieve nos asomamos a la balconada septentrional del Jungfrau, donde el paisaje cambia pero no la soberbia de los Alpes.
Termina la marcha, pero el trekking pide mucho m¨¢s, ha sido como meter un pie en el oc¨¦ano Pac¨ªfico en vez de cruzarlo. hay que volver al Mountain Festival donde esperan muchas m¨¢s actividades. Apunto mentalmente regresar para hacer un trekking m¨¢s largo, de dos o tres d¨ªas, saliendo desde el mismo punto pero pernoctando en el refugio Konkordia hut, y prosiguiendo camino por la ma?ana hasta el Fiescheralp. Hay que volver.
Ya en la cafeter¨ªa, punto de reuni¨®n y log¨ªstica inicial, me siento sobre un gran ventanal que va desde el suelo al techo y que asoma justo sobre el glaciar. Saco el pl¨¢tano y comienzo a reponer energ¨ªas, mientras observo el paisaje on¨ªrico. Sin duda, uno de los mejores pl¨¢tanos que he comido en mi vida.
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