Ronaldinho: con ¨¦l empez¨® todo
Se despide el futbolista que engrandeci¨® al Bar?a convirtiendo cada partido en una sesi¨®n de hechicer¨ªa
Hubo un tiempo en el que el Bar?a viv¨ªa momentos aterradores, sin rascar un t¨ªtulo de relumbr¨®n. Eran tiempos de Reiziger, Rochemback o Saviola, aunque tambi¨¦n de un joven Xavi, Kluivert o Riquelme. Hubo un tiempo en el que la directiva, presidida, y a¨²n hoy suena a co?a, por Joan Gaspart, decidi¨® prescindir de su t¨¦cnico, Louis van Gaal, quien, hundido, abri¨® mucho los ojos, arrug¨® la nariz y frunci¨® el ce?o al saberse despedido tras disputarse la primera vuelta. Hubo un tiempo, temporada 2002-2003, en el que la Liga finalizaba con el Bar?a sexto, a 22 puntos del campe¨®n, el Madrid de, entre otros, Zidane, Figo, Ra¨²l y Ronaldo. Hubo un tiempo en el que al Bar?a le eliminaba de la Copa en la primera ronda el Novelda, de Segunda B. Hubo un tiempo, hace 15 a?os, en el que el Bar?a era, adem¨¢s de m¨¢s que un club, un club m¨¢s. Hubo un tiempo, en fin, en el que el Bar?a estuvo a punto de saltar por los aires, aunque a los m¨¢s j¨®venes del lugar les cueste creerlo.
Pero hubo un tiempo en el que al club azulgrana lleg¨® un presidente nuevo, Joan Laporta. Y un entrenador nuevo, Frank Rijkaard (que existi¨®, palabra). Laporta arras¨® en las elecciones y, m¨¢s chulo que un ocho, quiso poner la guinda a su proyecto con el fichaje de Beckham. Sin embargo, Florentino P¨¦rez le gan¨® por la mano, lo que a la larga result¨® nefasto para el Madrid. Laporta pic¨® m¨¢s abajo y, a cambio de 27 millones de euros (que es lo que cuesta hoy la comisi¨®n de fichaje de un primo lejano y analfabeto de cualquier mindundi), visti¨® de azulgrana a un brasile?o procedente del PSG y campe¨®n del mundo en 2002, que jugaba al f¨²tbol ataviado con camiseta, pantal¨®n, botas, una cinta en el pelo y una sonrisa descomunal. Y el 3 de septiembre de 2003, en un Bar?a-Sevilla que comenz¨® a la hora de las brujas, aquel individuo llamado Ronaldinho Gaucho recogi¨® un pase de su portero, cruz¨® el centro del campo, regate¨® a cuanto rival intent¨® frenarle y desde fuera del ¨¢rea lanz¨® un disparo que no fue tal, que fue una revelaci¨®n, con los presentes en el Camp Nou ech¨¢ndose las manos a la cabeza e implorando a su vecino de butaca algo as¨ª como no digas que fue un sue?o.
A partir de ese momento el Bar?a sufri¨® una sacudida. Y no porque los resultados acompa?aran, pues el equipo qued¨® segundo en la Liga y fue despedido de la Copa de la UEFA por el Celtic. Ocurri¨® que el esp¨ªritu perdedor y llor¨®n que con tan poco esfuerzo hab¨ªa logrado resucitar Gaspart regres¨® a sus cuarteles de invierno y una ilusi¨®n contagiosa invadi¨® el Camp Nou, donde la parroquia acud¨ªa en masa a contemplar en directo aquella impagable sesi¨®n de hechicer¨ªa en la que Ronaldinho transformaba cada partido, convertido el bal¨®n en una chistera de la que el chico de la eterna sonrisa sacaba obras de arte.
Ronaldinho dio un meneo al Bar?a cuyas consecuencias a¨²n disfruta el club. En la siguiente temporada el equipo gan¨® la Liga, tras seis a?os sin olerla, y el ¨¦xito absoluto lleg¨® en la 2005-2006, donde al t¨ªtulo dom¨¦stico le acompa?¨® la Champions, el torneo maldito, 14 a?os despu¨¦s del gol de Koeman. Aquella temporada, su exhibici¨®n de talento en el Bernab¨¦u (0-3 con dos goles suyos) empuj¨® al p¨²blico de la casa blanca a despedirle con una ovaci¨®n mezcla de admiraci¨®n y dolor. Pero la vida de Ronaldinho como jugador azulgrana fue corta, cinco a?os. Ya en aquellos ¨¦xitos, un imberbe Messi, a quien precisamente dio el pase del primero de sus 532 goles con el Bar?a, derribaba la puerta a golpe de exhibiciones. Ronaldinho, que era una juerga sobre el c¨¦sped, tambi¨¦n lo era fuera de ¨¦l, a poder ser de noche. Lleg¨® Guardiola al banquillo y borr¨® su nombre de la lista de elegidos. Lo que vino despu¨¦s es de sobra conocido. El Bar?a vivi¨® la mejor ¨¦poca de su historia y Ronaldinho vag¨® aqu¨ª y all¨¢. Hasta la semana pasada, cuando decidi¨® colgar las botas y la chistera con la mejor de sus sonrisas.
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