La resurrecci¨®n de Asier Illarramendi
El centrocampista de la Real ha recuperado toda su jerarqu¨ªa tras la decepci¨®n de su fichaje por el Real Madrid
El Asier Illarramendi que este s¨¢bado saltar¨¢ al Santiago Bernabeu se antoja una versi¨®n mejorada del que lleg¨® en 2013, a cambio de 39 millones de euros y la fe ciega en que en su cabeza y en su cuerpo habitaba el sucesor natural de Xabi Alonso, o al menos el esp¨ªritu del centrocampista de Tolosa que una temporada despu¨¦s militar¨ªa en el Bayern. Madrid pudo ser su cielo y su infierno, y ninguna de ambas cosas fue, aunque m¨¢s cerca estuvo de quemarse en la hoguera que de reposar sobre nubes de algod¨®n. Illarramendi no triunf¨® en Madrid, aunque tampoco pueda decirse que fracas¨®. Una temporada notable y una mala, una agujero definitivo en Dortmund (los errores se magnifican m¨¢s en los escenarios europeos, aut¨¦nticos nirvanas de su gloria) le devolvieron al punto de partida, o sea a la Real Sociedad, que abon¨® 18 millones de euros por su repatriaci¨®n deportiva (la mitad de lo recibido dos a?os antes) para que volviera a ser el ancla del equipo. Tanto lo deb¨ªa desear Illarramendi, que en su d¨ªa asegur¨® que la oferta el Madrid ¡°era irrechazable¡±, (frase de moda en el romanticismo profesional de los futbolistas) que el centrocampista de Mutriku, dijo no, en el tr¨¢nsito de Madrid a Donostia, a otra oferta del Athletic para que aparcase en Bilbao a cambio de un buen contrato econ¨®mico.
Hoy Illarramendi, mide lo mismo, pero sus datos han crecido. Lleva anotados esta temporada cinco goles, mas que en toda su carrera profesional, donde solo hab¨ªa conseguido cuatro (dos de ellos con el Madrid, y precisamente el primero de blanco a la Real en Anoeta). Aunque se incorpor¨® en la ¨¦poca negra de David Moyes, con Eusebio ha mejorado su rendimiento. Es el jefe del centro del campo, ya sea como mediocentro cl¨¢sico, que como interior con m¨¢s capacidad de llegada cuando se siente protegido por un medio defensivo (ahora ese papel lo cumple Zubeldia). En cualquiera de los casos, Illarra es el jugador de la Liga que m¨¢s pases da, el que m¨¢s pases buenos da, el que m¨¢s toques de bal¨®n, y el segundo que m¨¢s balones recupera y pases intercepta. Es decir, su comp¨¢s dibuja una amplia circunferencia en el centro de campo que, a veces, se convierte en elipse, a veces en l¨ªnea recta en busca de su poderoso disparo, aunque el gol sea siempre un leve recuerdo, una an¨¦cdota, piensa, de su juego. De los cinco goles de esta temporada, cuatro se lo ha hecho al Deportivo, dos en cada estadio, y solo cre¨ªa recordar que una vez consigui¨® un doblete en categor¨ªa cadete.
Illarramendi no pudo ser un l¨ªder en el Madrid porque, seg¨²n dijo en varias entrevistas y comparecencias de prensa tras volver a la Real, ¡°me falt¨® confianza y valent¨ªa y lo que nos hace mejores o peores es la confianza¡±. Y ¨¦l no supo recet¨¢rsela. Apel¨® a lo m¨¢s sagrado de la sociolog¨ªa vasca, la cuadrilla, ese estrato social que exhibe una mayor fortaleza y donde se sustancia la mayor¨ªa de las inquietudes de un grupo social (no ¨²nicamente juvenil). Illarramendi se acompa?¨® para su presentaci¨®n en Madrid de 30 amigos de la cuadrilla, que incluso posaron con el presidente Florentino P¨¦rez, lejos de los actos versallescos de los palcos de honor. Muchos creyeron ver en ese apego a la tierra (o mejor habr¨ªa que decir al mar) del joven mutrikuarra, una posible explicaci¨®n a su falta de ¨¦xito. La vieja dicotom¨ªa entre el pueblo y la ciudad, entre el confort de la Real y la exigencia del Real Madrid. ¡°Nada de eso, ten¨ªa a mi familia, a mi novia, siempre extra?as algo, pero nada de eso afect¨® a mi trabajo. Viv¨ª experiencias interesantes y conoc¨ª gente muy interesante¡±, repiti¨® Illarramendi que sigue insistiendo en la falta de confianza y de valent¨ªa, como causa de su no progresi¨®n en el club blanco. ¡°Entonces era muy joven¡±, explica.
Aunque su radiograf¨ªa deportiva, que tambi¨¦n explica su problema de adaptaci¨®n a aquel equipo, parece dictada para el urgent¨ªsimo presente del actual Real Madrid. ¡°Tuve que cambiar mis funciones en el campo, porque el Madrid jugaba de forma diferente a la Real Sociedad. El equipo se part¨ªa porque los que atacaban no estaban cerca de los centrocampistas. Si quieres tener el bal¨®n tienes que juntar a todos. Si corre uno solo, si no corre todo el equipo, es mucho m¨¢s dif¨ªcil robar balones¡±. ?Pasado o presente del Madrid?
La Real de Eusebio, no hace tanto maestro del estilo, ha vivido (y vive) momentos de incertidumbre, tras una temporada llena de vaivenes. Resucit¨® ante el Deportivo con una goleada purificadora, cuando se avecinaban conflictos profundos. Al amparo de Illarramendi y de Willian Jos¨¦ -ahora lesionado-, sus dos futbolistas m¨¢s en forma, sali¨® del agujero y ahora enfoca un territorio, el Bernabeu, impredecible, aunque conocido para el jugador de Mutriku, un pueblo costero lim¨ªtrofe con Bizkaia, cuna de otros futbolistas como Ulacia, fiel portero de Las Palmas, o Urreisti, toda una vida en la Real.
Pero la gloria de Mutriku, le correspondi¨® a Juan Manuel Basurko, que en 1971, 40 a?os antes de que Illarramendi debutase en Primera con la Real ante el Villareal, fich¨® por el Barcelona de Guayaquil, de Ecuador. La curiosidad estrib¨® en que Basurko era sacerdote y dirig¨ªa una parroquias, siempre con la pasi¨®n por el f¨²tbol en la cabeza y en los pies. El Barcelona fue su primer y ¨²nico club profesional y las autoridades eclesi¨¢sticas le concedieron licencia para jugar y ¨¦l ofreci¨® su ficha para los ni?os pobres de la parroquia. Basurko fich¨® en las oficinas del club vestido con sotana, ante la at¨®nita mirada de su entrenador el brasile?o Otto Viera, que, con iron¨ªa, exclam¨®: ¡°Ped¨ª un delantero centro, no un cura¡±. Pero el cura obr¨® el milagro un 29 de abril de 1971 en el invicto estadio Jorge Luis Hirchsi, un mito del Estudiantes de la Plata vencedor de tres Copas Libertadores y considerado el mejor equipo el mundo. Un pase de Alberto Spencer, el ¨ªdolo del equipo canario, lo control¨® el cura Basurko que aguant¨® al portero Gabriel Bambi Flores y lo bati¨® de tiro ajustado. Barcelona hundi¨® el transatl¨¢ntico del Estudiantes. El pobre (que pagaba a su figura Spencer al t¨¦rmino de cada partido con la recaudaci¨®n) se masticaba al rico poderoso. Nadie se enter¨® seguramente en Mutriku. Faltaban casi 20 a?os para que naciera Illarramendi. Mientras, Basurko volvi¨® a Mutriku, se seculariz¨®, se cas¨®, tuvo dos hijos, se dedic¨® a la ense?anza (fue profesor en San Sebasti¨¢n de Unai Emery), se jubil¨® y muri¨® en 2014, cuando Illarra jugaba en el Madrid, antes de volver como Basurko a los or¨ªgenes. Y de resucitar de entre las tinieblas de su ¨²ltimo a?o en Madrid. Hoy est¨¢ de vuelta, de regreso al futuro.
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