El Athletic sigue acumulando empates sin valor
Las Palmas neutraliza sin problemas la mediocridad del futbol de los rojiblancos
Durante semanas, el Athletic viv¨ªa apresuradamente en los despachos: que si Kepa se va, que si se queda, que si un aluvi¨®n de renovaciones o ampliaciones de contrato para atornillar la plantilla, que si se va Laporte, que si se ficha a ??igo Mart¨ªnez y el consiguiente tornado ritual. El entretenimiento estaba asegurado, pero bajo el brillo de un debate constante sobre esencias y conciencias, corr¨ªa un rio turbio, el del juego, plano casi toda la temporada, con un estilo cobardica, sin fluidez, rebosante de errores no forzados, incapaz de hilvanar no ya dos pespuntes finos, ni siquiera para zurcir dos zafios descosidos. Muchos empates y pocas victorias, y poco juego, y nula creatividad y pocos goles enmascaraban una deriva con la mirada muy torcida. El Girona acab¨® por sacarle los colores que ya hab¨ªa sonrosado una semana antes el Eibar en San Mam¨¦s. Pitos y juicio popular a Ziganda, asentado por una directiva tranquila, inquietado por un p¨²blico nervioso. Las Palmas, en apuros toda la temporada, pod¨ªa ser v¨ªctima o verdugo.
Nada de eso fue en la primera mitad. No lo necesit¨®, porque nada fue tampoco el Athletic. Resulta incre¨ªble el tiempo que pierde el Athletic en perder el tiempo, en esa rara habilidad para sudar sin saber para qu¨¦ suda, sin mirar al portero, sin dejar tambi¨¦n que miren mucho al suyo (ayer Kepa retornado a la titularidad, viejas deudas saldadas). Y como dice la copla de Rafael de Le¨®n, ¡°as¨ª mirando y mirando, as¨ª empez¨® su ceguera¡±. Y sigue sin ver puerta, sin mezclar su juego, previsible como un pasodoble de pueblo, impotente como un r¨ªo seco. Yeray marc¨® a principio del partido en un bello remate a un libre indirecto, pero el ilegal bloqueo previo de Mikel Rico anul¨® el gol. Sentimentalismo a flor de piel, pero sobre todo justicia al mejor futbolista del Athletic (cierto que poco era mucho). Yeray hizo todo lo que se esperaba que iba a hacer y durante muchos minutos se pareci¨® al que fue y ser¨¢. El resto se parec¨ªa en lo anecd¨®tico. Aduriz celebr¨® su premio fiar play con unas largu¨ªsimas conversaciones en la Catedral, con el ¨¢rbitro, los centrales, hasta con el silbido del viento hasta consumar la tarjeta que le impedir¨¢ jugar el pr¨®ximo partido (lo mismo que a Ra¨²l Garc¨ªa o a Ximo Navarro) en un partido exagerado en faltas y fricciones que impidieron practicar el poco juego que ambos equipos sin a¨²n capaces de dar.
Las Palmas quiso el bal¨®n ara que lo alimentase Viera, pero sin estridencias. De hecho, su ¨²nica oportunidad la dispuso el jugador canario al borde del descanso con un disparo a solas con Kepa que elev¨® a los altares del cielo (no m¨¢s cerca). El Athletic, a cambio, se conform¨® con otro disparo cruzado de Ra¨²l Garc¨ªa para irse a un descanso que era tan reconfortante para los equipos como para el p¨²bico, el rinc¨®n de pensar para ambos.
El p¨²blico de San Mames pita, pero al mismo tiempo tiene el grito de apoyo a flor de piel. Al m¨¢s leve chispazo se dispone a enchufarse al equipo asta que se da cuenta de sus ganas y el juego de sus futbolistas coinciden igual que un enchufe espa?ol en otro ingl¨¦s de tres conexiones y todas las ferreter¨ªas cerradas. Y vuelta al silencio en el mejor de los casos. Se fue anudando Las Palmas, en la fortaleza del bigardo Pe?alba y el tacticismo de Etebo, la voracidad del uruguayo Aguirregaray y la guerra de gladiadores de Navarro y G¨¢lvez frente a Aduriz y Ra¨²l Garc¨ªa. Porque de Wlliams hubo pocas noticias, en el costado derecho y la que hubo estuvo llena de errores de ortograf¨ªa. Fue la ocasi¨®n del partido para el Athletic, casi a su t¨¦rmino. De Marcos habilit¨® su carrera, Aduriz corr¨ªa solo en horizontal, Williams no lo vio o no quiso verle y se hart¨® de bal¨®n, prefiri¨® disparar contra el portero ignorando a su compa?ero. Prefiri¨® la gloria al ¨¦xito y se qued¨® sin ambos.
Las Palmas tambi¨¦n tuvo su momento, al principio de la segunda mitad cuando Kepa, lleno de aplomo repeli¨® un disparo a bocajarro de Nacho Gil en el ¨¢rea peque?a. Fueron sus cohetes artificiales. El r¨ªo de Las Palmas baja ahora un pel¨ªn, pel¨ªn m¨¢s aseado (m¨¢s por la autoestima que por el punto); el del Athletic un poco m¨¢s negro todav¨ªa- ?O hay alguien que se atreva a festejar ese empate como un nuevo partido invicto en vez de otro partido sin ganar y sin jugar?
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