El lateral
Su protagonismo se reduce a menudo a ser secundario, miembro de la Guardia de la Noche que custodia el Muro. Qu¨¦ injusticia.
Un lateral se asoma a la historia principal de un partido de f¨²tbol por una grieta, con la voluntad de un rel¨¢mpago, y lanza un pase, o ejerce de pared, y despu¨¦s desaparece de escena. A veces su pase huele a gol. Vive ef¨ªmeramente, como los solitarios que solo salen a comprar el peri¨®dico, la cajetilla de tabaco, y un d¨ªa, cada dos a?os, tambi¨¦n a cambiar la pila del reloj, que se par¨®. El lateral se mueve tan pegado a la l¨ªnea de banda, m¨¢s all¨¢ de la cual el f¨²tbol no existe, que en distintas fases del partido pertenece al mundo de los muertos, del que sin embargo consigue entrar y salir con libertad. En ciertos momentos podr¨ªa representar el papel de Perico de los Palotes, alguien indeterminado, una persona cualquiera, desconocida, y que, seg¨²n el Inventario general de insultos de Pancracio Celdr¨¢n, aunque "no se sabe qui¨¦n fue, debi¨® existir".
Calibra cuidadosamente cada movimiento, y a fuerza de escuchar sermones de sus entrenadores se hace con un estilo precavido, de manera que cuando al fin ataca, y la banda echa chispas, ya est¨¢ pensando en correr hacia la defensa, donde por la puerta que deja abierta puede colarse cualquier clase de desgracia. A algunos laterales la vida los recompensa con un esp¨ªritu ligeramente suicida, que aflora en ocasiones muy especiales, cuando sumidos en tareas defensivas, atosigados por un rival que busca su porter¨ªa con intensiones siniestras, de repente en un bal¨®n suelto se suman al ataque alegremente, casi inmol¨¢ndose. Nadie lo dir¨ªa a primera vista, pero un lateral tambi¨¦n es alguien al que le gustan las sorpresas.
La historia no lo honra lo suficiente. Su protagonismo se reduce a menudo a ser secundario, miembro de la Guardia de la Noche que custodia el Muro. Qu¨¦ injusticia. En no pocas veces los lances determinantes del f¨²tbol, culminados por un toque de las estrellas, pasan porque irrumpa desde los extramuros un tipo r¨¢pido, no demasiado alto, que no aparece en los titulares, y que en cambio permite que la jugada tome otro curso, se envenene e impregne el aire de miedo. Su labor es desequilibrar, y que tras su ¨²ltimo pase el escenario quede temblando, en vilo, horrorizado, como cuando golpeas sin querer al camarero que porta una bandeja con copas llenas, y que durante unos segundos, mientras se tambalean, no sabes si se caer¨¢n o se salvar¨¢n.
El secreto del f¨²tbol estriba en llevar el peligro por donde el rival no se espera, y as¨ª trastornarlo. C¨®mo no va a ser importante, entonces, un lateral del que se venden pocas camisetas, que no hace goles, no tira faltas, no remata apenas. Un lateral es un temor lejano, al que se mira solo de reojo, y que a m¨ª siempre consigue recordarme al dolor de o¨ªdos, un sufrimiento que rara vez padeces, en la periferia del cuerpo, que no te matar¨¢ r¨¢pido, como s¨ª har¨ªan un paro card¨ªaco, un derrame, un colapso en un ¨®rgano vital, pero que por nada del mundo quieres sufrir; antes la muerte. Por eso entiendo a los aficionados que tiemblan cuando en su equipo faltan Marcelo o Filipe Luis.
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