El Celta iguala en el descuento en San Mam¨¦s
El equipo gallego empata en la prolongaci¨®n al Athletic en un partido sin freno en el que destacaron los j¨®venes Williams y C¨®rdoba
Cuando Brais M¨¦ndez marc¨®, en el minuto primero de la ampliaci¨®n del partido, en Vigo debi¨® ocurrir algo parecido a la irrupci¨®n del sol. No es que fuera un gol soberbio, un resumen est¨¦tico. Sencillamente fue el trofeo a una carga ligera del Celta, desordenada a veces, directa siempre, transmitiendo una confianza absoluta en salir airosos por poco tiempo que quedase en busca de resarcir el gol de Unai N¨²?ez en un c¨®rner, que aprovech¨® el perfecto cabezazo de Ra¨²l Garc¨ªa al larguero para empujar a la red.
El Athletic, a pesar del empate, inesperado (la justicia es siempre interpretable) y, sobre todo, tan tard¨ªo que al equipo rojiblanco se le clav¨® con un hielo en el costado, ofreci¨® algunas buenas noticias. Fuera por la indicaci¨®n del entrenador, fuera por la iniciativa del jugador, dos muchachos de 21 y 23 a?os, C¨®rdoba y Williams decidieron definir el partido, gobernarlo, meterle la velocidad que ambos pueden dar (supers¨®nica la de Williams, constante la de C¨®rdoba) y la inteligencia en el juego (por poder, del delantero centro, por saber, del exterior rojiblanco). Y C¨®rdoba decidi¨® jugar de fuera a dentro, como un media punta vigoroso y atrevido, mientras Williams comenz¨® su enfrentamiento con los centrales.
Antes sin embargo, Williams tuvo una pelea, sin revancha, con el colegiado del Cerro Grande, que para pitar penalti exig¨ªa un movimiento de tierras, o la falta se convert¨ªa en simulaci¨®n y tarjeta. Williams vivi¨® tres decisiones en su contra a las que a¨²n est¨¢ d¨¢ndole vueltas: primero un derribo de Jonny, luego un puntapi¨¦ que lo mando al c¨¦sped, y hasta un agarr¨®n de la camiseta de esos que lo mismo son ofensa que amistad (juzga un ¨¢rbitro).
Con esas dos armas, el Athletic hilvan¨® el mejor primer tiempo de la temporada y quiz¨¢s el mejor partido, aunque la nota exigida era peque?a. Basta se?alar que en media hora dispar¨® seis veces a porter¨ªa, una cifra que hasta ahora necesitaba tres partidos para conseguirla. Al Celta no le funcionaban algunas piezas. Los medios centros eran superados con facilidad, especialmente Radoja, pero tambi¨¦n Lobotka. Su ilusi¨®n de jugar a partir de un control m¨¢ximo de la pelota fue eso, una ilusi¨®n. No tard¨® mucho Aspas en bajar al medio campo a recoger el bal¨®n y distribuirlo a su gusto.
Pero el Athletic hab¨ªa roto los canales de agua del Celta a base de reducirle el espacio y picotearlo como avispas enfurecidas, sin parar. Ten¨ªa que reaccionar el Celta -ya le hab¨ªan robado un tiempo- y en cierto modo se hab¨ªa visto sorprendido con la movilidad de C¨®rdoba (la velocidad de Williams es conocida). Y cambi¨®. Puso otra velocidad, se agrup¨® m¨¢s y tras superar el susto del penalti no se?alado por falta a Williams, encaden¨® tres acciones de las que silencian un estadio: Kepa realiz¨® un parad¨®n, a contrapi¨¦, a un disparo de ??igo Mart¨ªnez al intentar despejar; un cabezazo de Maxi G¨®mez que roza el poste, y un remate de Hugo Mallo que no lo roza, sino que lo golpea.
La carga de la caballer¨ªa ligera funcionaba pero le faltaba el gol. Y lo enganch¨®, libre de marca, en tiempo de pr¨®rroga, en el segundo palo, el Athletic fundido, M¨¦ndez, un revulsivo que lanz¨® el cohete a la primera. Entonces sali¨® el sol por Vigo y se escondi¨® en las nubes de la R¨ªa de Bilbao.
El Athletic anot¨® el partidazo de sus j¨®venes talentos, el primer gol de Unai N¨²?ez, otro joven, el talento de Kepa, otro joven que parece un portero em¨¦rito en cuanto a experiencia. Y Celta, se quedar¨¢ con la autoafirmaci¨®n de su fe, que le permiti¨® dar un giro radical a su monoton¨ªa hasta conseguir el empate que le mantiene al principio de la cola que conduce a Europa.
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