Ni ostras ni ¡®lubrigantes¡¯
Si pretendes ganar la Liga, no hay que guardar el apetito para el final, sino hacer estragos desde el momento que sirven el pan
Fue como si volvi¨¦semos a ver al mejor Laureano Oubi?a en Fari?a el d¨ªa de su boda con Esther Lago, y justo antes del banquete advierte a los invitados, sedientes y hambrientos: ¡°No vos cebar con los aperitivos que luego vienen las ostras m¨¢s los lubrigantes, eh¡±. Exactamente eso ha pasado con la Liga este a?o, que cuando se supone lleg¨® el punto culminante de la temporada, simplemente estaba decidida. El Bar?a de Messi la devor¨® casi en los entrantes. Ante ese escenario, el derbi madrile?o solo pod¨ªa servir para que el ganador estuviese contento durante los diez minutos siguientes al final del partido, ni uno m¨¢s. Para qu¨¦. Enseguida comprend¨ªas la inutilidad de tu entusiasmo. Pero ni siquiera hubo ganador.
Algunos espectadores, rendidos a la sospecha de que todo se reducir¨ªa a un ni fu ni fa, seguimos el encuentro con un ojo puesto en el Bernab¨¦u y el otro en las posibles reacciones al tuit del PP de Madrid que reclamaba ayuda ¨Carrea¨C a quien tuviese alguna pista que esclareciese ¡°el montaje contra Cifuentes¡±. No s¨¦ c¨®mo acab¨® la cosa, aunque al descanso del partido, sin goles, mi madre me mand¨® un whatsapp (creo que sarc¨¢stico) que ahondaba en la estrategia del PP: ¡°Rubalcaba dimisi¨®n¡±.
Tras la reanudaci¨®n, fue una bendici¨®n para el Atl¨¦tico que el Real Madrid se adelantase en el marcador. Son esas cosas que no tienen sentido, pero que se entienden igualmente. ¡°Nos alegra que nos haga usted ese gol¡±, casi pareci¨® decirle la delantera rojiblanca a Cristiano Ronaldo, porque esa fue la manera de que el equipo de Simeone se desplegase en ataque. No tuvo que insistir mucho, como si no desease caer pesado al rival en su estadio y que la defensa acabase pensando que Griezmann y Diego Costa son unos co?azos y unos tipos inmaduros que no saben comportarse en la casa de los dem¨¢s, y que al menor despiste te rompen un adorno. Solo cinco minutos emple¨® en empatar el jugador franc¨¦s, dotado de una gran habilidad para meterse en todas partes, en especial donde no lo llaman.
Con el partido igualado, y m¨¢s in¨²til que nunca, porque no habr¨ªa diez minutos de alegr¨ªa para nadie, el Madrid volvi¨® a hacer eso que tan bien sabe, y que a menudo le da unos resultados sobresalientes: convocar el peligro por alto. Cada centro era una taquicardia, o al menos un resoplido. El Atl¨¦tico, por su parte, dej¨® que Oblak se luciese. Cuando todo finaliz¨®, y los futbolistas de uno y otro equipo se abrazaron sonrientes, poco frustrados por el empate, quedaba claro que la Liga no es un asunto que vaya demasiado con ellos. El t¨ªtulo suena demasiado a tacones lejanos. Me temo que el Bar?a les dio a todos sus rivales una lecci¨®n severa, demostrando que si pretendes ganar la Liga no hay que guardar el apetito para el final, sino hacer estragos desde el mismo que momento que sirven el pan. Qu¨¦ sabr¨¢ Laureano Oubi?a de hambre. O de f¨²tbol. Ya le consultaremos cuando necesitamos saber algo de lo otro.
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