La tragedia de ¡®Ago¡¯ Di Bartolomei
Figura de la Roma, se peg¨® un tiro en el coraz¨®n el d¨ªa que se cumpl¨ªan diez a?os de su derrota en la final de la Copa de Europa contra el Liverpool en el Ol¨ªmpico
En la historia del Roma hay una fecha dos veces siniestra: el 30 de mayo. Sus dos peores desdichas ocurrieron ese d¨ªa, con diez a?os de distancia.
El protagonista en ambas es Agostino Di Bartolomei, un romano que naci¨® con el don del f¨²tbol y lleg¨® a ser figura del equipo. La historia feliz de tantas veces: el chico de barrio dotado para el f¨²tbol, que despunta, llega a la cantera con 14 a?os, crece dentro de ella, debuta en el primer equipo con 18 y pronto se convierte en la figura, en el favorito de la afici¨®n.
Di Bartolomei jugaba de media punta, por detr¨¢s del delantero, en una posici¨®n ideal para lucir: el diez en la espalda, bal¨®n al pie, los dem¨¢s a correr para ¨¦l, regate fino, pase justo, algunos goles preciosos. Enloquec¨ªa a la hinchada romanista, que se irritaba cada vez que no le llamaban a la Selecci¨®n, lo consideraban un agravio. La afici¨®n le conoc¨ªa por ¡®Ago¡¯, ap¨®cope de Agostino.
Llegados los ochenta, estaba consolidado como capit¨¢n y estrella de un gran Roma, que ten¨ªa muchos otros jugadores brillantes: Tancredi, Falcao, Conti, Pruzzo, Graziani¡ Ganaron uno, dos, tres scudettos. En 1984 llegaron a la final de la Copa de Europa. La suerte quiso que la final se hubiera fijado, un a?o antes, para el Ol¨ªmpico de Roma, as¨ª que todo estaba a favor. Enfrente, eso s¨ª, estaba el Liverpool, que llevaba tres t¨ªtulos. En aquel Liverpool jugaba nuestro hoy convecino Michael Robinson.
Era el 30 de mayo de 1984. Los romanos se las promet¨ªan muy felices.
Pero no sali¨® bien. Di Bartolomei jug¨® muy retrasado (de cuando en cuando su entrenador, Liedholm, le utilizaba ah¨ª, lo que disgustaba a muchos) y no hizo nada apreciable. El partido acab¨® 1-1 tras pr¨®rroga y, ?oh desilusi¨®n!, el Liverpool gan¨® en los penaltis. Fue la primera edici¨®n que se resolvi¨® por esta v¨ªa. Muchos recordar¨¢n a Grobelaar, el meta del Liverpool, fingiendo unos temblores en la raya, con pasos como de borracho, para poner nerviosos a los tiradores contrarios.
Di Bartolomei marc¨® su penalti, pero no sali¨® libre del desastre. Se pele¨® adem¨¢s con Falcao, al que acus¨® de cobarde por no tirar. El Roma contrat¨® a un nuevo entrenador, Eriksson, que aconsej¨® deshacerse de Di Bartolomei. Quer¨ªa un juego m¨¢s r¨¢pido. Se fue con Liedholm al Mil¨¢n. Los hinchas radicales del Roma le respaldaron con una gran pancarta: ¡°Te han echado del club, pero no de La Curva¡±. La Curva, claro, era el fondo de los fan¨¢ticos.
No fue feliz en su nueva vida. Mil¨¢n se le hizo grande, el clima y el p¨²blico, fr¨ªos. A las pocas jornadas del campeonato se produjo el Mil¨¢n-Roma. ?l marc¨® y lo celebr¨® con exceso, de forma revanchista. Eso le enajen¨® muchas simpat¨ªas entre la afici¨®n romana. En la segunda vuelta, cuando visit¨® su vieja casa, fue abucheado. Se desquit¨® con una fea entrada a Conti, tras lo que tuvo pelea con Graziani. Todo muy desagradable.
Tres a?os en el Mil¨¢n no dejaron nada en su vida. Cuando lleg¨® Arrigo Sacchi a sustituir a Liedholm le dieron la baja. Se fue al Cesena, equipo que s¨®lo aspiraba a la permanencia. Luego, su mujer, del Sur, le convenci¨® para terminar su carrera en la Salernitana, de la Serie C. Contribuy¨® a su ascenso a la Serie B y dej¨® el f¨²tbol.
Fue comentarista de la RAI en el Mundial-90. ¡°El mejor jugador italiano que nunca jug¨® en la Selecci¨®n¡±, le publicitaron. Era m¨¢s bien parco en palabras, no cuaj¨®.
Se qued¨® a vivir en el Sur, en San Marcos de Castellabate, cerca de Salerno. Esperaba que le contrataran para entrenar a alg¨²n equipo o ser secretario t¨¦cnico. Mientras le sal¨ªa o no le sal¨ªa algo, mont¨® una escuela de futbolistas all¨ª, para lo que hizo inversiones que resultaron desastrosas. Entre eso y alg¨²n mal movimiento en Bolsa se le fueron los ahorros.
Se sent¨ªa olvidado, viv¨ªa deprimido.
El 30 de mayo de 1994, justo a los diez a?os de la derrota ante el Liverpool, sali¨® a las 10:50 de la ma?ana, descalzo, a la terraza de su casa con una Smith & Wesson del 38, reci¨¦n adquirida, y se peg¨® un tiro en el coraz¨®n. Su hijastro, que oy¨® el disparo, acudi¨® presto, intent¨® reanimarle, pero estaba muerto en el acto.
Dej¨® una carta: ¡°Me siento encerrado en un agujero¡±, era la frase que resum¨ªa el texto.
Aquello produjo conmoci¨®n en toda Italia, y particularmente entre los romanistas, que le despidieron con esta esquela: ¡°Niente parole¡ solo un posto in fondo al cuore. Ciao, Ago¡± (Sin palabras... solo un lugar en el fondo del coraz¨®n). Se arrepintieron de haberle negado una mano.
Y no le olvidan. En la ciudad deportiva del club, en Trigoria, el campo principal lleva su nombre. Y todos los a?os se juega un torneo de juveniles en su honor.
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