Simon Yates, l¨ªder del Giro en la cima del Etna, donde se impuso Esteban Chaves
Froome resiste haciendo la goma a rueda de todos los favoritos en el primer gran final en alto de la carrera italiana
La historia del ciclismo es la historia de las traiciones, con las que se escriben mejores historias que con los grandes gestos de generosidad, m¨¢s humanas. No hay vida de ciclista que mejor las resuma que la de Roberto Visentini, a quien su compa?ero de equipo Stephen Roche atac¨® cuando era l¨ªder del Giro de 1987 y despoj¨® para siempre de la maglia rosa. Visentini se retir¨® poco despu¨¦s y abri¨® una funeraria. ¡°No quiero tener m¨¢s tratos ni relaciones con los vivos¡±, dijo, confesando una misantrop¨ªa justificada.
El campe¨®n es ego¨ªsta por naturaleza. Lo desnaturaliza pensar en los compa?eros y m¨¢s si lo hace con aspavientos, de manera artificialmente llamativa como hizo Simon Yates, quien primero (a 1.500m de la cima, cuando la cuesta ya se aplanaba) atac¨® a su compa?ero fugado, Esteban Chaves, luego lo alcanz¨® y se puso por delante de ¨¦l y solo al final, cuando se les echaba la l¨ªnea de meta pintada en el asfalto negro y nuevo de una carretera estrecha reci¨¦n construida entre la lava negra del oscuro Etna silencioso, fren¨® lo suficiente para que le adelantara de nuevo su compa?ero y se santiguara al pasar el primero y ganar la etapa. Para concluir la escenificaci¨®n, Yates levant¨® los brazos para celebrar que, pese a regalar 4s de bonificaci¨®n con la etapa, era el nuevo l¨ªder del Giro.
La escena, disfrazada de canto al trabajo en equipo, el premio al esfuerzo y el sentimiento antiguo de fair play, contiene todos los matices del neocolonialismo condescendiente que tanto se lleva: el ingl¨¦s frena para que gane el colombiano explotado, quien deber¨ªa estar agradecido toda la vida a su generosidad.
Chaves, quien ya fue l¨ªder del Giro en 2016 (y termin¨® segunbdo detr¨¢s del torbellino Nibali que le desarbol¨® la ¨²ltima semana), es un campe¨®n a la antigua, hecho de orgullo, ambici¨®n y sufrimiento. Las relaciones entre la extra?a pareja del Mitchelton (primero y tercero en la general ahora, separados por 26s y por Dumoulin, en el medio) se har¨¢n complicadas.
Todo el parip¨¦ en la meta resumi¨® una ascensi¨®n de 15 kil¨®metros efectuada en sus dos terceras partes al ritmo mantenido del murciano Luis Le¨®n S¨¢nchez, el pe¨®n m¨¢s brillante del Astana. Los ¨²ltimos cinco se subieron al ritmo sincopado de los escaladores bulliciosos (L¨®pez, Pinot, Pozzovivo, Bennet) a cuyos botes respond¨ªan con lentitud los pesados de gran motor, Dumoulin, que mantuvo la calma, y Froome, quien hizo la goma, espectador todo el d¨ªa de las maniobras y estrategias de las siempre le gust¨® ser protagonista. Chaves estuvo por delante todo el d¨ªa. Primero, como miebro de la fuga multitudinaria del primer kil¨®metro. Luego, solo y campe¨®n hasta la llegada de su compa?ero-rival.
Froome ascendi¨® con la boca abierta y retorci¨¦ndose, un prodigio de tes¨®n y tenacidad, de? uno que siempre espera un d¨ªa mejor y no se rinde. El Etna, de pendientes no excesivamente elevadas, no despej¨® la inc¨®gnita del ingl¨¦s gran favorito, el ciclista que puede igualar a Merckx e Hinault y ganar seguidas las tres grandes (Tour, Vuelta y Giro, por ese orden, entre 2017 y 2018). El domingo, la llegada al Gran Sasso ayudar¨¢ a desentra?ar, quiz¨¢s, las dos inc¨®gnitas que abre ya el Giro: ?Qui¨¦n es Froome? ?Qui¨¦nes son Yates y Chaves?
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