Bilbao, rendidos al rugby por dos d¨ªas
El futuro dir¨¢ sin la finales europeas de San Mam¨¦s fueron un acontecimiento deportivo o solo un negocio
Llov¨ªa en Bilbao, porque hace tiempo que en Bilbao llueve por obligaci¨®n como un tributo al pasado que no cesa. El viernes, con motivo de la Challenge Cup, que abr¨ªa las finales europeas de rugby en Bilbao, tuvo consideraci¨®n con los aficionados, aunque proveniendo de Gran Breta?a e Irlanda, la lluvia no es un accidente meteorol¨®gico sino una costumbre mundana. No era primavera, porque no existe como estaci¨®n (solo funcionan el invierno y la Renfe), pero simulaba una deferencia con aut¨®ctonos y viajeros para comenzar las finales europeas de rugby con buen pie.
Y empezaron bien (tan lejos aquellas broncas futbol¨ªsticas con los rusos del Spartak o los franceses del Marsella), con el ambiente relajado y a¨²n el bolsillo lleno, antes de que algunos excesos en los precios fueran adelgazando el peso de las monedas, pinta va, pinta viene. Pero Bilbao comenz¨® suave, sin excesos de gent¨ªo, cubriendo la mitad de San Mam¨¦s (unos 30.000 espectadores), que a¨²n as¨ª es la cuarta gran entrada en la segunda competici¨®n europea, siempre menos llamativa que la Champions, en la que este s¨¢bado se esperaba la eclosi¨®n final. Y lleg¨®, lleg¨® el gent¨ªo. Oficialmente asistieron 52.000 espectadores al encuentro entre el Leinster, que acab¨® siendo campe¨®n, ante Racing 92 Paris, por 15-12. Y llegaron los disfraces, de payaso, de sanferminero (ingleses de blanco y pa?uelico rojo), la muchedumbre de no poder andar para acercarse a las puertas del estadio. Dejaba de llover, y el entrenador del Leinster irland¨¦s, el favorito, miraba al cielo porque quer¨ªa que lloviese, que pudiese la tradici¨®n.
Antes fue lo l¨²dico y las urgencias. Un deporte nuevo se invent¨® en la R¨ªa, otro referente de Bilbao, que consist¨ªa en lanzar el bal¨®n oval de una orilla a la otra de la mediana de la vieja capital. Quiz¨¢s las expectativas eran mayores, ya se sabe que Bilbao no repara en ceros cuando hace cifras al por mayor. 100.000 aficionados se esperaban entre ambos d¨ªas y quiz¨¢s sea cierto, no tanto en San Mam¨¦s, donde en ambos d¨ªas se unir¨¢n unos 80.000 espectadores, m¨¢s los merodeadores disfrutando del ambiente del rugby y de la noche bilba¨ªna, porque en el rugby la victoria o la derrota no influye demasiado en el diapas¨®n de la alegr¨ªa. ¡°Ganemos o perdamos, beberemos lo mismo¡±, dec¨ªa una familia inglesa antes de comenzar las finales, en pleno turisteo por Bilbao.
Tambi¨¦n hay quejas. La Diputaci¨®n hab¨ªa rogado a los hosteleros que no se pasasen con las subidas de precio aprovechando el marem¨¢gnum social. Muchos aficionados franceses expresaron su malestar porque, seg¨²n dijeron, nunca les hab¨ªan castigado tanto con los precios. De los hoteles, mejor no hablamos. Un desfase econ¨®mico que oblig¨® al Ayuntamiento a habilitar c¨¢mpings (tiendas de campa?a incluidas) para resolver asuntos urgentes. El impacto social de 33,7 millones de euros quiz¨¢ eleve alg¨²n d¨ªgito en la primera experiencia for¨¢nea de organizaci¨®n de las finals de rugby.
En un a?o futbol¨ªsticamente depresivo, San Mam¨¦s se llen¨® por primera vez en la temporada, se oyeron rugidos en cada avance (m¨¢s sonoros cuando proven¨ªan del Racing 92 Paris (la cercan¨ªa impone su ley). Pero el partido era tan intenso, aunque demasiado b¨¢sico y conservador, que cualquier placaje o trasiego a empujones por el campo desataba el griter¨ªo en la grada, o un ?ohhh! de decepci¨®n cuando Johnny Sexton, la figura del Leinster pifi¨® un golpe de castigo lejano, por golpear horrible al bal¨®n. Las figuras tambi¨¦n tienen pies de barro.
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