Yerry Mina, un romance de verano
El fichaje del colombiano parec¨ªa no ser de nadie as¨ª que lo convertimos en el capricho de todos, hasta el descalabro contra el Levante
Sucede lo mismo con todos esos fichajes a los que nadie encuentra explicaci¨®n l¨®gica o aparente: siempre, en alg¨²n momento, terminan por gustarnos, ya sea por causa de una peque?a enajenaci¨®n mental transitoria, la m¨¢s absoluta lealtad a los designios de nuestro club e incluso un cierto sentimiento de culpa, una especie de empat¨ªa rebelde con el afectado frente al qu¨¦ dir¨¢n. En estas lides, por encima de cualquier otra hinchada del planeta, destacan los aficionados del Real Madrid y el F¨²tbol Club Barcelona, siempre dispuestos a comulgar con ruedas de molino, delanteros sin gol, defensas indefensos y otros aperos de labranza. Ambos clubes me recuerdan a aquellas enormes mansiones coloniales que aparec¨ªan en Lo que el viento se llev¨® y en las que siempre intu¨ªamos alg¨²n espacio vac¨ªo, alg¨²n hueco que rellenar, por m¨¢s que los bailes de gala acogiesen a centenares de invitados.
El ¨²ltimo en sentir este calor pasajero, esta confiaza con fecha de caducidad, ha sido el azulgrna Yerry Mina. Nos lo presentaron ¡ªy as¨ª lo cre¨ªmos¡ª como un defensa reci¨¦n llegado del futuro, un replicante de f¨ªsico indestructible y tantas funciones disponibles que en lugar de un dorsal daban ganas de adosarle a la espalda el libro de instrucciones. No ve¨ªamos en su contrataci¨®n m¨¢s que virtudes y encima, el mismo d¨ªa de su presentaci¨®n en sociedad, el chico demostr¨® que tambi¨¦n sab¨ªa bailar: todo eran ventajas. Cierto que hasta el m¨¢s despistado comenz¨® a sospechar que su fichaje obedec¨ªa a razones alejadas de las necesidades deportivas reales pues, al menos a simple vista, no ten¨ªa nada en com¨²n con esa estirpe tan particular de centrales con los que suele coquetear el Bar?a.
Para colmo no ten¨ªa padrino que avalase sus dotes. Nadie dijo ¡°este fichaje es m¨ªo¡±: ni entre el cuerpo t¨¦cnico, ni entre las distintas secretar¨ªas del club y mucho menos desde el cuerpo diplom¨¢tico. El fichaje de Mina parec¨ªa no ser de nadie as¨ª que lo convertimos en el capricho de todos, una campa?a solidaria al estilo de las que fomenta Change.org en la que el cul¨¦ daba su bendici¨®n al muchacho de la sonrisa tranquila y los m¨²sculos de ¨¦bano. No resultaba una incorporaci¨®n excitante pero lo aceptamos como uno de los nuestros, al menos hasta que se produjera su esperado debut sobre el campo.
Tras su actuaci¨®n en Bala¨ªdos comenzamos a sospechar que el entusiasmo inicial, aunque fuera escaso, era tambi¨¦n infundado. Cierto que Iago Aspas ataca las defensas como si quisiera liberar Galicia de alg¨²n yugo imperialista pero el desplome recurrente de Mina, jugada tras jugada, empez¨® a enfriar los ¨¢nimos de los m¨¢s optimistas y nos oblig¨® a replantearnos ciertas lealtades. El descalabro definitivo lleg¨® el domingo pasado, en el campo del renacido Levante. Los m¨¢s viejos del lugar, aquellos que en su d¨ªa vieron vestir al mism¨ªsimo Johan Cruyff con sus colores, se frotaban los ojos mientras auscultaban la alineaci¨®n presentada por el Bar?a y aventuraban un hipot¨¦tico trasvase de figuras hacia su equipo. Parece l¨®gico aventurar que Yerry Mina no estar¨ªa entre sus preferencias.
Son precisamente estos clubes, los que pelean por sobrevivir en la Primera Divisi¨®n, los aut¨¦nticos especialistas en sacar rendimiento a las inversiones. El Bar?a, sin embargo, puede permitirse el lujo de disparar a todo lo que se mueva con el agravante, en el caso del colombiano, de que tampoco se mueve demasiado. Le dur¨® pues, nuestro amor, lo que un dulce beso en la oscuridad de un portal. Ahora nos gustar¨ªa saber a qui¨¦n debemos el placer de tan ef¨ªmero romance de verano y tal vez alg¨²n d¨ªa nos expliquen el porqu¨¦.
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