Froome hace del infierno del Zoncolan su para¨ªso
Victoria simb¨®lica del ingl¨¦s en el monte m¨¢s duro de Europa, donde el l¨ªder del Giro, Yates, pone a Dumoulin contra las cuerdas
Froome no ganar¨¢ el Giro seguramente pero, en 17 minutos de soledad y dolor hizo del infierno su para¨ªso.
La ascensi¨®n al Zoncolan, el monte m¨¢s duro de Europa para los ciclistas, un infierno, seg¨²n se acepta con poca discusi¨®n, fue la escalera al cielo del ingl¨¦s de Kenia, que atac¨® feroz y alegre en cabeza a 4,3 kil¨®metros de la cima (20% de pendiente all¨ª, ¡°el sitio en el que hab¨ªa que atacar¡±, dijo Froome, que se lanz¨® tras la aceleraci¨®n de su pareja de siempre, Poels) y logr¨® una victoria m¨ªnima y enorme. Detr¨¢s de ¨¦l, pegadito tras una persecuci¨®n en la que conoci¨®, por primera vez, su l¨ªmite, entr¨® el otro ingl¨¦s del Giro, Yates, un ingl¨¦s de Manchester vestido de rosa, calmo y orgulloso pedaleando contra unas cuestas que a veces llegan al 22% de pendiente, el lugar en el que las cabezas se vac¨ªan y el coraz¨®n late entre los dientes desbocado, como quer¨ªa Dante para los condenados a su infierno, como obliga el di¨®xido de carbono, la falta de ox¨ªgeno, que envenena las voluntades.
No la de los ciclistas. Todos buscan en el Zoncolan la verdad, su verdad, que es la de todos.
No la voluntad de Yates, clara en la asfixia, decidida. El corredor del Mitchelton sigue l¨ªder, y con m¨¢s ventaja, y tuvo el valor de pelearle a Froome. Los dos son ingleses pero sus mundos son lejanos. Froome es un hijo de la tecnolog¨ªa del Sky, de la fuerza del bloque, del trabajo de sus gregarios; Yates, Simon, y su gemelo, Adam, renunciaron al camino del Sky. Eligieron crecer en un equipo australiano, lejos. Los dos mundos se encontraron en el coraz¨®n hist¨®rico del ciclismo, all¨ª donde la ¨¦pica arraiga en el hueso, en los montes de granito del Friuli, en las pendientes imposibles del Zoncolan.
Fue una ascensi¨®n, la de Froome, de 40m 6s. M¨¢s lenta que las extraterrestres de 2007 (Piepoli, Simoni y el ni?o Andy Schleck, estrella a los 21 a?os); m¨¢s r¨¢pida que las de Igor Ant¨®n en 2011 y la de Nairo y Rigo en 2014. A 6s lleg¨® Yates, quien desafi¨® a la ortodoxia y en su caza met¨®dica, calculada y errada se levant¨® estilista del sill¨ªn, casi como un sprinter, a lo Valverde, all¨ª donde todos los sabios de toda la vida dicen que al levantar el culo se pierde tracci¨®n. Y vivi¨® la frustraci¨®n de no haber alcanzado a un rival al que habr¨ªa deseado ver ya hundido, y la esperanza de haber adelantado en 31s a Tom Dumoulin, el holand¨¦s a quien m¨¢s teme, uno que nunca ha dejado que la acci¨®n que se desarrolla a su alrededor, el vuelo de moscones de los grimpeurs puros, siempre al acecho, que aceleran y frenan a su alrededor, y ascienden a golpes de genio y rabia. Y frenan cuando no pueden m¨¢s. En ese mundo, Dumoulin se a¨ªsla y sube solo al ritmo del c¨¢lculo y el realismo del ciclista que de nacimiento tiene un cron¨®metro de contrarrelojista en la cabeza: cu¨¢nta energ¨ªa tengo, cu¨¢nta puedo gastar por kil¨®metro, cu¨¢ntos kil¨®metros hay¡
A 1m 35s lleg¨® el primer espa?ol, el vasco del Astana Pello Bilbao, un prodigio de regularidad e invisibilidad que marcha noveno en la general (y todo el Giro en el top ten).
El Giro, as¨ª en abstracto, es para Dumoulin, el faro de la carrera, una larga contrarreloj de 21 d¨ªas; y, en concreto, ser¨¢ para todos, una contrarreloj de 34 kil¨®metros que se correr¨¢ el martes en Trento, donde tantos concilios y tantas reacciones. Yates espera el domingo en la traicionera Sappada, m¨¢s terreno a favor de su pedalada ligera, de su velocidad, de su soplo, aumentar su actual ventaja de 1m 24s sobre Dumoulin en la general y enfilar la ¨²ltima semana y el final atronador en Le Finestre y Cervinia, a¨²n vestido de rosa.
Puede que Froome a¨²n aspire a ganar su primer Giro. Y si no gana, la resurrecci¨®n simb¨®lica en el Zoncolan, subrayada metaf¨®ricamente por su capacidad para salir en cabeza de los dos t¨²neles que acercan a la cima, pues el triunfo es ver la luz al final del t¨²nel y, adem¨¢s, ser el primero que disfruta de su ba?o, le ha valido al menos para reivindicarse. ¡°Qu¨¦ alivio, ganar aqu¨ª¡±, dijo Froome, ya quinto en la general, a 3m 10s de Yates.
No soy un bluff, puede al fin decir en el Giro el ciclista que se cay¨® dos veces, que resoplaba y se mov¨ªa arr¨ªtmico, aquel del que todos dudan desde el salbutamol de la Vuelta. Uno que ha ganado en el Ventoux, que ha ascendido corriendo a pie el monte lunar, que ha ganado cuatro Tours y una Vuelte. Triste el destino de los h¨¦roes del ciclismo del siglo XXI.
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