Yates muestra su grandeza de campe¨®n en los Dolomitas
Ataque lejano en solitario del l¨ªder del Giro, que aleja a Dumoulin a m¨¢s de 2m en la general y hunde a Froome
Pasada Cortina d¡¯Ampezzo, el pelot¨®n regresa al valle del Cadore entre las monta?as p¨¢lidas, el gris claro del granito de los Dolomitas y su nieve que no quiere irse, y desde las Tres Cimas de Lavaredo (y de Eddy Merckx) sopla una brisa tenue que llega con la lluvia suave e inspira a Yates, le lleva el recuerdo de los grandes del ciclismo a su bicicleta, a su modo ¨²nico de atacar en monta?a, como el pistard que es, sin que la rueda trasera se bambolee de un lado a otro, las manos bajas en el manillar, el culo suspendido sobre el sill¨ªn. Solo.
Froome aprende que la felicidad es fugaz; Dumoulin comprueba que le ser¨¢ muy dif¨ªcil ganar el Giro otra vez pese a que el martes tenga su contrarreloj. Yates vuela solitario y logra su tercera victoria de etapa. El Giro est¨¢ en los Dolomitas. Han elegido.
La carrera se desv¨ªa de la carretera general que sigue el valle para buscar refugio en lo alto de una ladera que asciende brusca hasta 1.300 metros, el Bosco dei Giavi, tambi¨¦n llamado Costalissoio. Faltan 17 kil¨®metros para la meta. Froome se descuelga m¨ªnimamente. Un metro, cinco, 10. Es el momento. Yates ataca. El grupo de los mejores del Giro, destrozado despu¨¦s de 15 etapas, el d¨ªa siguiente de dejar casi su alma pegada en el asfalto vertical del Zoncolan, le mira y silba con admiraci¨®n. Ah¨ª va el campe¨®n. Y suspira desmoralizado.
Los Dolomitas son el aire que se respira, los abetos de postal, la hierba verde verde. Las monta?as. Los Dolomitas transfiguran al ciclista, y no necesitan ense?arle sus cimas m¨¢s duras, la Marmolada, el Pordoi, para recordarle cu¨¢l es su sitio, cu¨¢n peque?o es ante la naturaleza. La etapa dolom¨ªtica del Giro del 18 no es larga ni tremendamente dura mirando la cartulina, puertos de segunda cortos y empinados con nombres poca veces o¨ªdos, escasamente recorridos, que se suceden sin parar, Tre Croci, Sant¡¯Antonio, Costalissoio, y sus descensos. Y aun as¨ª es mortal. Proclama la verdadera cara del l¨ªder desde el Etna, su decisi¨®n, su voluntad de ser grande antes que ganador; descubre las debilidades de todo el pelot¨®n.
El primero que pierde pie es Fabio Aru, el escalador sardo hab¨ªa hecho brotar la ilusi¨®n de todos los italianos hasta su desfallecimiento la v¨ªspera en el Zoncolan. Subiendo el Sant¡¯Antonio sufre lo que parece una par¨¢lisis s¨²bita. Parece incapaz de dar una pedalada m¨¢s. Su cuerpo se niega a aceptar la voluntad de su cerebro y solo accede a rega?adientes, y lo hace como un aut¨®mata, por pura supervivencia: quien no pedalea, cae, y no se vuelve a levantar. As¨ª termina la etapa Aru, acompa?ado de aliento de sus compa?eros de equipo, que se detienen y lentifican su paso para no abandonarlo triste. Pierde m¨¢s de 19 minutos y, seguramente, el deseo de continuar sufriendo.
Froome es el siguiente, v¨ªctima de un buen momento de Dumoulin, transitorio; v¨ªctima del abandono temporal de su ni?era, Poels, que se hab¨ªa ido a hacer un recado. V¨ªctima del gasto de adrenalina y de la fatiga del Zoncolan, donde su orgullo de campe¨®n herido le llev¨® a dejarse todas sus fuerzas. Y cuando ataca Yates, tan lejos para lo que se lleva, solo le aguantan unos cientos de metros los que le siguen en la general salvo Froome: Dumoulin, Pozzovivo, Pinot, Superman L¨®pez y su camiseta blanca, y Carapaz. Y cuando vuelve a atacar esprintando en la cuesta, la boca cerrada, la figura inm¨®vil, tan fuerte estaba, ya nadie le puede seguir. Peque?o, delgado, potente, Yates, si no es un Merckx, aunque lo parezca, es un Fignon en sus mejores a?os: r¨¢pido en todos los terrenos, hasta en la alta monta?a, voraz, agresivo, incansable. Dice el m¨¦dico de su equipo, bromeando, que nunca ha visto nada igual, que parece que ¨¦l y su gemelo Adam (unas horas m¨¢s joven) se cayeron de peque?os en la marmita. Los que le siguen son humanos, y cargan con esa miseria, y la racaner¨ªa consecuente, y entre ellos echan cuentas y se pelean.
A Dumoulin, Yates le ha desafiado a una contrarreloj en solitario 48 horas antes de la oficial, y el holand¨¦s ha respondido mirando atr¨¢s y pidiendo colaboraci¨®n a sus acompa?antes. Y solo ese gesto muestra m¨¢s debilidad que los 2m 11s a los que ahora se encuentra en la general. Sus acompa?antes le han respondido que ellos tambi¨¦n ten¨ªan sus urgencias ¨ªntimas. Entre Pozzovivo y Pinot luchan por el tercer puesto en el podio (9s les separan a favor del italiano de la Lucania), y ninguno estaba dispuesto a gastar un gramo de energ¨ªa m¨¢s que el otro; entre L¨®pez, colombiano, y Carapaz, ecuatoriano, la lucha es de orgullo continental y de j¨®venes. Los dos pelean por el maillot blanco. M¨¢s que de colaborar, su actitud fue de atacarse, de buscarse los flancos. Por ahora gana L¨®pez, de Pesca, Boyac¨¢, por 20s.
La pelea de Froome, ya descolgado (a 4m 52s de Yates) de la lucha por la maglia rosa, es la de la credibilidad. Y quiz¨¢s, cuanto m¨¢s pierda, cuanto m¨¢s sufra el aire ligero de los Dolomitas, m¨¢s cerca estar¨¢ de ganarla.
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