Yates resiste a Dumoulin en la contrarreloj y mantiene la maglia rosa del Giro por 56s
El Giro se decidir¨¢ el fin de semana en los Alpes, a donde el l¨ªder ingl¨¦s llega con ventaja sobre el holand¨¦s
Entre Trento y Rovereto se corr¨ªa anta?o el Baracchi, la contrarreloj por parejas en la que Altig se permit¨ªa humillar a Anquetil, por ejemplo, y lo homenajean a su manera los ciclistas que disputan entre Trento y Rovereto la contrarreloj larga del Giro. Algunos, compa?eros de equipo que no aspiran m¨¢s que a no morir antes de llegar a Roma el domingo, se esperan tras una curva y marchan juntos, compartiendo relevos y dolor entre vi?edos geom¨¦tricos a lo largo del Adige; alguno, como Fabio Aru, que tiene pendiente una reacci¨®n de orgullo que le rehabilite ante la afici¨®n a la que tanto ha decepcionado, se organiza su Baracchi particular con un motorista de la polic¨ªa que le presta feliz la rueda de su moto para ayudarle a conseguir una marca incre¨ªble para un escalador agotado, tal como rodar 34 kil¨®metros llan¨ªsimos y con algo de viento en contra a 50,5 kil¨®metros por hora de media.
Para los mejores, no hay Baracchi. La soledad les define como campeones. La lucha individual contrarreloj, su capacidad, su debilidad, su fuerza, les retrata ante sus rivales, ante la afici¨®n tambi¨¦n. Son ciclistas como el australiano Rohan Dennis, el ganador del d¨ªa a 51,3 kil¨®metros por hora, o Simon Yates, el l¨ªder del Giro, un escalador que tiembla, o Tom Dumoulin, un holand¨¦s que gan¨® el Giro de 2017 abrumando a su rival de entonces, Nairo Quintana, en las contrarreloj (y que en 2018 intenta repetir la jugada). No tan r¨¢pido.
En las carreteras en las que Francesco Moser, el ¨²ltimo gran rodador italiano, planta sus vi?edos y se entrenaba para batir el r¨¦cord de la hora hace m¨¢s de 30 a?os, Yates de rosa resiste el asalto no tan fuerte del temido Dumoulin. Pierde 1m 15s (mucho menos de lo que se esperaba) y mantiene el liderato por 56s. Y grita su felicidad liberada por fin.
Todo el Giro ha sido para Yates un ataque permanente, una necesidad de acumular ventaja como fuera, por temor a la contrarreloj. El miedo a Dumoulin, al gigante campe¨®n del mundo, le guio al peque?o Yates a sus ataques cortos en el Etna, el sexto d¨ªa, donde ya se visti¨® de rosa, en el Gran Sasso y en el repecho de Osimo; y gracias al miedo tuvo, casi parad¨®jicamente, el valor de regalar a la afici¨®n en los Dolomitas una peque?a joya de esas que ya apenas se ven en cualquier carrera: un ataque largo (17 kil¨®metros) del l¨ªder en solitario. Y ha sido tan fuerte su demostraci¨®n de superioridad y coraje ¨Cla ¨²nica t¨¢ctica racional en una carrera como el Giro, imprevisible e incontrolable por naturaleza¡ªque los rivales est¨¢n descorazonados y pierden hasta las ganas de pelear por el premio grande.
Alimentado por los ¨¦xitos anteriores, Yates parece olvidarse de su condici¨®n y su tama?o m¨ªnimo y se agiganta con el culo clavado en el pico del sill¨ªn para mover con cierto br¨ªo un plato gigantesco, de 58 dientes; apesadumbrado, pero no hasta el punto de perder la compostura y su magn¨ªfica estampa sobre la cabra, qu¨¦ estilo, Dumoulin se empeque?ece en las rectas y los repechos que antes devoraba bul¨ªmico.
Si en la salida del lago de Garda el mi¨¦rcoles ¨Cde entrada, una subida y varios t¨²neles que hacen perder la perspectiva para descender hacia los vi?edos de la Franciacorta¡ªno suceden desfallecimientos inesperados, al Giro 101 le quedan tres etapas para cambiar lo que durante dos semanas ha parecido s¨®lido. Las tres son de monta?a, Pratonevoso, Le Finestre, Cervinia; las tres favorecen aparentemente a Yates, el m¨¢s fuerte escalando todo el Giro. ¡°Pero, lo siento¡±, se disculp¨® el ciclista de Manchester tras la contrarreloj, ¡°se acab¨® el espect¨¢culo. Ya no pienso atacar m¨¢s. Ahora toca defender. 56s no est¨¢n tan mal¡±.
Los ciclistas tienen un dicho que refleja su permanente sentimiento de ser una raza perseguida. A nosotros todos nos dan por detr¨¢s, suelen decir, menos el viento, que siempre nos da de cara. En Trento lo volvieron comprobar. A los que lucharon contra tal destino agrup¨¢ndose entre ellos a lo Baracchi, o tras coche o tras moto, los comisarios no les perdonaron. A su espalda tomaron nota (desde la camioneta del VAR del ciclismo) y sancionaron a media docena. A Aru, que no acaba de recobrar el orgullo, con la penalizaci¨®n m¨ªnima, s¨®lo 20s.
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