La fiesta mundialista de Mosc¨²
Las calles de la capital viven el torneo como una rebeli¨®n contra la sospecha, la desconfianza y el recelo frente al extranjero
El mundial de f¨²tbol es la fiesta en Rusia y en la fiesta las reglas que rigen la vida de la ciudadan¨ªa, desde el c¨®digo penal a las infracciones administrativas, parecen suspendidas. En la calle Nik¨®lskaia, la zona peatonal m¨¢s cercana de la plaza Roja de Mosc¨², los agentes policiales contemplan? -unos como si no fuera con ellos y otros con simpat¨ªa-, c¨®mo sus paisanos cantan, bailan y confraternizan ruidosamente con los hinchas de diferentes pa¨ªses, que afluyen con creciente intensidad a medida que concluyen los partidos en la geograf¨ªa futbol¨ªstica del campeonato.
De forma espont¨¢nea y casual, la Nik¨®skaia se ha convertido en el crisol donde derrotas y victorias se funden en un hermanamiento com¨²n. Por mucho menos que esto, hace tan solo unos d¨ªas, cualquier estudiante, sindicalista o activista que osara salir a la v¨ªa p¨²blica a protestar, como el pol¨ªtico de oposici¨®n Alex¨¦i Navalni, le impon¨ªan como m¨ªnimo un arresto de 15 d¨ªas y una multa. No ahora.
La alegr¨ªa es sincera, sinf¨®nica, multidimensional. Como si salieran de un largo invierno, los rusos se abrazan con los forasteros, cualquiera que sea su procedencia. Dos p¨¢lidas chicas rubias danzan con un nigeriano ataviado con ropas multicolores. Un grupo de artistas pl¨¢sticos ganan unos rublos pintando los banderas nacionales (con ayuda del google) en la cara de los paseantes, un polic¨ªa alem¨¢n felicita efusivamente a un agente ruso por tenerlo ¡°todo tan organizado¡±. El ruso sonr¨ªe desbordado sin saber que decir.
En el bar ¡°Vokrug Zveta¡± (Alrededor del Mundo) la hinchada sigue en las pantallas de televisi¨®n el partido Francia-Per¨², bebe cerveza y come ¡°jinkalis¡±, una especie de ravioles gigantes de Georgia. El gent¨ªo es tan denso que apenas se puede pasar y agita las banderas de los equipos no eliminados. Las ausencias se lamentan por la p¨¦rdida de los gorros distintivos, pues la hinchada aqu¨ª se valora por la originalidad de los sombreros, los trajes y la capacidad de formalizar el ruido de forma seductora.
Los reyes de la Nik¨®skaia son los mariachis del grupo ¡°Nuevas Generaciones¡± de San Lu¨ªs- Potos¨ª que avanzan al ritmo de ¡°Cielito lindo¡±. ¡°Canta y no llores¡± entona la calle entera en un acto de catarsis colectiva entre p¨¢lidos y morenos de todo el mundo a pocos metros de la tumba del l¨ªder del proletariado.
La libertad es vigilada. A la entrada de la plaza Roja hay arcos detectores de metales y agentes que impiden el paso de botellas, pero que no reaccionan ante los visitantes cansados sentados en corro en los adoquines a pocos metros de la tumba de Lenin, cerrada a cal y canto como si la momia del fundador del Estado sovi¨¦tico se hubiera ido de vacaciones. La tarde es larga, el tiempo magn¨ªfico.
¡°Lo mejor es esta sensaci¨®n de fiesta¡±, dice Alexandr, de 35 a?os, t¨¦cnico de luz y sonido que ha instalado pantallas para ver el mundial en los hoteles de Mosc¨². Alexandr se comunica por whatsap con su amigo V¨ªctor, un paname?o que estudi¨® en la capital rusa y que ahora est¨¢ en San Petersburgo siguiendo el Mundial. Los latinos est¨¢n bien organizados.¡±El mundo se para, no importa ni la religi¨®n ni el color de la piel¡±, dice Orlando el Diamante, que canta junto con un grupo de cubanos residentes en Mosc¨². En el ¡°Manezhe¡±, las antiguas caballerizas imperiales¡±, se ha instalado la casa de Per¨² y hoy es el d¨ªa de M¨¦xico.
La afirmaci¨®n de las identidades lejanas anima a los portadores de identidades pr¨®ximas. Ciudadanos de la rep¨²blica centroasi¨¢tica de Kirguizist¨¢n se colocan sus vistosos gorros de fieltro blanco bordados de negro y transforman as¨ª su condici¨®n de inmigrantes deseosos de pasar desapercibidos de eventuales miradas xen¨®fobas. Como si ellos tambi¨¦n jugaran en el Mundial, van bell¨ªsimos y orgullosos en la l¨ªnea roja del metro, la que une la calle Nik¨®lskaia con el estadio de Luzhniki y la zona de hinchas de la Colina de los Gorriones. En los vagones los pasajeros intercambian miradas ben¨¦volas de complicidad. Los rusos est¨¢n tranquilos, trs salvar su honor en los partidos con Arabia Saud¨ª y Egipto. Menos mal.
Las calles de denso tr¨¢fico, que solo pueden cruzarse por pasos subterr¨¢neos, ahora pueden atravesarse por la superficie. Los agentes paran los coches y,-- al grito de ¡°Viva M¨¦xico¡±--, los turistas y la hinchada marchan como escolares, protegidos por un guardia de tr¨¢fico paternal y su bast¨®n.
La explosi¨®n de euforia es tangible, como si fuera una rebeli¨®n visceral contra la propaganda de fortaleza acosada con que la televisi¨®n oficial machaconea desde hace ya varios a?os. Durante un par de d¨ªas, al iniciarse el Mundial, pareci¨® que el discurso de la televisi¨®n oficial fuera a conectar por fin con el estado de ¨¢nimo abierto de la sociedad. Ocurri¨® cuando el primer canal anunci¨® la contrataci¨®n de dos respetados expertos independientes para comentar los partidos: Vasili Utkin y Leonid Slutski, este ¨²ltimo ex entrenador de la selecci¨®n rusa. Utkin y Slutski sorprendieron al p¨²blico con su profesionalismo, rigor y libertad, pero la fiesta televisiva termin¨® pronto. Bast¨® con que a Slutski se le ocurriera nombrar de pasada a Alex¨¦i Navalni (cuyo nombre es un verdadero tab¨² para el presidente Vlad¨ªmir Putin) y el asunto se transform¨® en una cuesti¨®n de Estado. Los dos comentarista desaparecieron de la televisi¨®n, el v¨ªdeo donde se pronunci¨® el nombre maldito fue censurado temporalmente y el lenguaje patriotero regres¨® a la pantalla. El contraste es tan enorme que, desde entonces, algunos aficionados confiesan que ven los partidos sin sonido, lo que les ha evitado el lenguaje tendencioso a favor de Ir¨¢n en el partido contra Espa?a y a favor de Croacia en el partido contra Argentina, justamente lo contrario del estado de ¨¢nimo de la calle.
La fiesta es la rebeli¨®n contra la sospecha, la desconfianza y el recelo frente al extranjero, pero en torno a la fiesta planean los nubarrones, la salud deteriorada del cineasta ucraniano Oleg Sentsov, en huelga de hambre desde el 13 de mayo en un penal del C¨ªrculo Polar ?rtico, y la reforma de las pensiones. Esta reforma ha sido divulgada por el gobierno coincidiendo con el inicio del campeonato, lo que le ha permitido minimizar la atenci¨®n de la ciudadan¨ªa (a los medios de comunicaci¨®n han llegado instrucciones sobre c¨®mo tratar el tema) y aprovechar las reglas especiales que hacen pr¨¢cticamente imposible la celebraci¨®n de actos p¨²blicos incontrolados. La reforma de las pensiones es un depredador intento de compensar el presupuesto nacional por los costes de la pol¨ªtica militarista de Vlad¨ªmir Putin, por la factura de la anexi¨®n de Crimea, del apoyo a los independentistas del Este de Ucrania, de la operaci¨®n en Siria y otras aventuras imperiales.
?Qu¨¦ quedar¨¢ de la fiesta? ?Dejar¨¢ el estallido de libertad, curiosidad ante el mundo y solidaridad un poso en la vida de los rusos? Muchos as¨ª lo quisieran.
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