La ruleta rusa
Nadie manipul¨® la rec¨¢mara. Ni De Gea lo remedi¨®. Espa?a no tuvo la digna salida del suicidio
Como una pelota que flotara por estadios siderales, la Tierra es redonda y rueda a patadas alrededor del sol. Lo sabemos. Pero vivimos como si fuera plana y nos movemos como si estuviera quieta. Somos unos redomados hip¨®critas. As¨ª mismo, unos dicen que hay un solo Dios para todos. Pero tienen por lo menos dos: el suyo y el de los dem¨¢s. Excluyendo a los que no tienen ninguno, en este Mundial todos tienen su dios personal. Son muchos los dioses de los jugadores. Tantos y variados como los colores de las camisetas y su precio en el mercado.
Jardiel Poncela dec¨ªa que Dios era del Real Madrid. No tengo dudas al respecto. Pero el dios menor que me provoca mayor desconcierto y reflexi¨®n es el de los futbolistas. Se persignan al salir del t¨²nel, se arrodillan y dan gracias al cielo cuando marcan un gol. O besan el terreno de juego donde han estado escupiendo. Lo m¨¢s sorprendente es que, aunque militen en religiones diferentes y equipos enfrentados, todos reclamen el favor de los designios divinos. Incluso, llegado el caso, con trampas.
¡ªEn este Mundial no hay intervenciones divinas, ni m¨¢s Dios que el VAR¡ª, advierte el incr¨¦dulo Mart¨ªn Girard¡ª. Pero hay equipos que juegan a la ruleta rusa y otros a la ruleta tonta. V¨¦ase, por ejemplo, el caso de Alemania, Argentina y¡ Espa?a. Tras la derrota alemana ante M¨¦xico, fue suficiente un gol a la selecci¨®n sueca en el ¨²ltimo segundo del descuento para despertar la exaltaci¨®n german¨®fila. Tambi¨¦n suscit¨® un curioso titular: ¡°?Alemania es el Real Madrid!¡±. Pero los coreanos, ya eliminados, no se dejaron intimidar ni necesitaron convocar a sus dioses para dar al traste con la resurrecci¨®n germana con goles de propina, por si acaso, en los ya proverbiales minutos 95 y 97. ?Y qu¨¦ decir del et¨ªlico aliento de Maradona, exhalado desde la grada, que propuls¨® a bocanadas la p¨ªrrica victoria de Argentina sobre la selecci¨®n nigeriana? Sospecho que la secreta intenci¨®n de la mano beoda de ese susodicho dios era, en esta ocasi¨®n, prolongar la agon¨ªa de su antag¨®nico sucesor: el atribulado Messi.
¡ªDej¨¦monos de suspicacias¡ª interced¨ª¡ª. En el tambor del rev¨®lver de esta ruleta rusa todav¨ªa hay una bala. Estoy viendo el segundo tiempo de la pr¨®rroga de Espa?a y no descartar¨ªa que, siendo los rusos nuestros rivales y anfitriones, hayan podido manipular la rec¨¢mara.
¡ªNo necesitar¨¢n hacerlo. Moriremos antes de esa insidiosa enfermedad que nos hace seguir vivos despu¨¦s de muertos: el aburrimiento. Hasta el d¨ªa de hoy, no hab¨ªa visto jugar al parch¨ªs ante un muro de cemento. S¨®lo conf¨ªo ya en que nuestra mejor t¨¦cnica individual se imponga en la tanda de penaltis, si De Gea?no lo remedia¡
Nadie manipul¨® la rec¨¢mara. Ni De Gea lo remedi¨®. Espa?a no tuvo, ni tan siquiera, la siempre digna salida del suicidio. Alguien hab¨ªa olvidado poner las balas en el tambor del revolver.
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