Al menos perdi¨® el PRI
Siete veces seguidas ya, desde Estados Unidos 94, que nos estancamos en octavos de final
Adi¨®s, pues. Nos vamos del Mundial en octavos, con esa persistencia asombrosa que nos caracteriza. Siete veces seguidas ya, desde Estados Unidos 94, que nos estancamos en el mismo punto del camino. Ese que parece nuestro sitio natural: los pinches octavos. Ni Mej¨ªa Bar¨®n, ni Lapuente, ni Lavolpe, ni Aguirre (dos veces), ni el Piojo, ni el controversial Osorio (que ha pasado de odiado a reverenciado y a odiado de nuevo, y qui¨¦n sabe en qu¨¦ papel quede, porque parece que se va) ni ning¨²n entrenador ha podido llevarnos un partido m¨¢s lejos. Tampoco los jugadores. Ni Hugo, ni Rafa, ni Campos, ni Chicharito, ni Guardado, ni Zague. Se acab¨® el torneo para nosotros y quedan, otra vez, nom¨¢s estad¨ªsticas y recuerdos. O sea: muy poco.
Lo dijo un personaje de Tolkien: es duro asistir a un banquete y quedarse con hambre. M¨¦xico tiene una afici¨®n por el futbol inmensa, arraigada, entra?able, pero la victoria definitiva, la que recompense tanto apasionamiento y lo justifique, nos elude. No tenemos esa carrera de Maradona quit¨¢ndose a todos los ingleses del planeta de en medio. No tenemos ese pasecito casi tierno de Pel¨¦ a Carlos Alberto. No tenemos ese zapatazo de Iniesta en los tiempos suplementarios. Para saber lo que es algo as¨ª, abusamos de la empat¨ªa. Ya se observ¨® que quiz¨¢ compramos tantas camisetas de clubes lejanos y selecciones ajenas porque queremos sentir lo que se siente ganar, as¨ª sea de modo postizo, y as¨ª es como abundan por ac¨¢ tantos clones de cul¨¦s, madridistas, alemanes, argentinos, franceses...
Ay. Ya se impone la nostalgia a brev¨ªsimo plazo: durante las ¨²ltimas semanas, la selecci¨®n mexicana pas¨® del escepticismo y la rechifla al centro del escenario y opac¨® todo lo que ocurr¨ªa por estos lares. Incluso las campa?as electorales, en las que llev¨¢bamos empecinados el a?o entero, palidecieron. M¨¢s se habl¨®, desde aquel glorioso juego contra Alemania, del Chucky, Memo, el Ch¨ªcharo, Vela y Lay¨²n, que de cualquiera de los pol¨ªticos que contend¨ªan por la presidencia y miles de cargos p¨²blicos. Hoy, ya eliminados, sucede justamente lo contrario. La derrota ante Brasil (sufrida, r¨ªspida, casi heroica, pero derrota, al fin) marca el punto final de la traves¨ªa del equipo mexicano en el Mundial de Rusia 2018 y deja a la pol¨ªtica, de nuevo, reina absoluta de la tribuna nacional.
Seamos sinceros: no fue, para nosotros, un Mundial peor que los anteriores. Pudimos festejar un par de victorias notables y, al menos, no volvimos a las primeras de cambios, como vaticinaban los pesimistas (esa cala?a de al¨¦rgicos a la playera verde, que encuentran una felicidad s¨¢dica en burlarse de la fe de los dem¨¢s). Salimos a la calle para festejar los triunfos ante el equipo que era el campe¨®n del mundo vigente y tambi¨¦n ante Corea del Sur que, paradojas de la vida, acab¨® d¨¢ndonos la alegrada de ganarle a su vez a Alemania para asegurar nuestra clasificaci¨®n. Celebramos ese juego ajeno, claro, como victoria propia. Y nos volvimos locos: manteamos al embajador coreano en M¨¦xico y llenamos la red de memes cari?osos para los asi¨¢ticos, que se quedaron bastante alucinados con nuestras reacciones. En fin. Fueron d¨ªas de ensue?o. Se hablaba de que Chucky iba para el Barcelona, Herrera al Real Madrid, de que Memo Ochoa seguro ganaba el Guante de Oro. Hasta Maradona, que en general nos odia y dijo que no merec¨ªamos la sede compartida del mundial de 2026, declar¨® que le hab¨ªa gustado el funcionamiento de M¨¦xico y que el equipo era "el¨¦ctrico". Pero la energ¨ªa se nos apag¨®. Baste un dato para comprobarlo: nos vamos del Mundial recibiendo seis goles consecutivos, sin respuesta, en los tres ¨²ltimos juegos.
En fin. Cambi¨® la marea. Las playeras verdes se van de vuelta al caj¨®n. La selecci¨®n, como el apoyo a los damnificados por los terremotos, nos dio cierta unanimidad temporal. Pero ya pas¨®. Ahora vendr¨¢ la fricci¨®n del cambio pol¨ªtico. Porque mientras la selecci¨®n se bat¨ªa en las canchas de Rusia, el pa¨ªs dio un vuelco en las urnas. Lo ¨²nico que queda, me temo, es un sentimiento espantoso de reseca. Una cruda enorme de la borrachera de sentimientos, gritos y bramidos que acabamos de pegarnos. Brasil, con su juego genial a cuentagotas y su teatro del absurdo de dolores fingidos y faltas inventadas, nos dej¨® sembrados en el mismo lugar de siempre. Habr¨¢ que esperar a que el tiempo asiente las cosas antes de lucir la cicatriz de la nueva derrota. Y esperar lo que venga. Pero para el pr¨®ximo Mundial faltan cuatro a?os y medio, porque es en Qatar y se jugar¨¢ en diciembre... Es tanto tiempo que ni vale la pena hablar de ello. Ya llegar¨¢. Entretanto, nos quedamos nom¨¢s con una vaga tristeza y esa nostalgia por lo imposible que se recicla, entre nosotros, una y otra vez. ?Llegar¨¢ el d¨ªa en que podamos festejar un triunfo sin llevar encima una playera prestada?
Pero anim¨¦monos. Al menos perdi¨® el PRI.
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