Mosaico de grandes pensadores en torno al ajedrez
El fot¨®grafo David Llada refleja la calma tensa del juego milenario en un libro lleno de vida y dramatismo
¡°Ya no creo que los ajedrecistas sean las personas m¨¢s inteligentes ¡ªcomo pensaba de ni?o¡ª, pero s¨ª sostengo que tienen las mentes m¨¢s fuertes¡±. Lo dice David Llada (Asturias, 1978) tras dedicar gran parte de su vida al ajedrez, y los ¨²ltimos a?os a retratar a miles de jugadores, aficionados y profesionales, recorriendo medio mundo. Su libro, The Thinkers, magn¨ªficamente editado por Quality Chess, inmortaliza esas poderosas mentes con gran belleza.
Mujeres iran¨ªes tapadas de negro desde la coronilla hasta los pies se enfrentan hoy a noruegas de amplios escotes. Haitianos contra burundeses. Tayikos ataviados con trajes regionales frente a jamaicanos de rastas y camisetas amarillas. Las mujeres de Zambia, peinadas para ganar un concurso, con las no menos ex¨®ticas de Mongolia¡ Todo eso y mucho m¨¢s se ve cualquier d¨ªa en las Olimpiadas de Ajedrez, bienales, cuya pr¨®xima edici¨®n se jugar¨¢ en Batumi (Georgia) a finales de septiembre con unos 180 pa¨ªses participantes. Gentes de todas las religiones, razas, edades y clases sociales comparten su gran pasi¨®n durante dos semanas en una maravillosa fiesta, muy recomendable incluso para aquellos que no tengan el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s en el ajedrez.
Y hojear The Thinkers es muy apropiado para quienes no se crean la frase anterior, no esperen tener tiempo ni dinero para acudir a una Olimpiada del deporte mental, consideren que el ajedrez es una actividad est¨¢tica y aburrida, o deseen ver la tensi¨®n extrema y la concentraci¨®n retratadas magistralmente. A todo ello hay que a?adir, claro est¨¢, a quienes simplemente disfruten de un mosaico de fotograf¨ªas multi¨¦tnicas, hecho con gran esmero.
En realidad, no es imprescindible acudir a una Olimpiada para comprobar que el ajedrez es un idioma universal y un nexo entre gentes que apenas est¨¢n unidas por algo m¨¢s, salvo su pertenencia a la especie homo sapiens. Basta con acudir a esas plazas esparcidas por el mundo donde se juega a cualquier hora si la lluvia no lo impide. Por ejemplo, Union Square y Washington Square, ambas en Nueva York, son una mina de contrastes sociales y bellas fotograf¨ªas. Llada se encontr¨® en Union Square con Leroy Green, un asiduo con mesa y horarios fijos, y as¨ª logr¨® una de las instant¨¢neas m¨¢s simp¨¢ticas de su libro.
Aunque los contrastes no impresionan tanto como en una Olimpiada, los torneos abiertos con centenares de participantes tambi¨¦n son un gran vivero de im¨¢genes que dejan huella, si quien las busca es un fino observador, como Llada. Un d¨ªa, en Las Vegas (EE UU), vio que una mujer blanca, Alexandra Stiger, y un hombre negro, Mack Avalanche, luc¨ªan tatuajes que casaban muy bien, y les pidi¨® que posaran echando un pulso encima de un tablero. ¡°Es una foto floja t¨¦cnicamente porque la tuve que hacer a toda prisa entre ronda y ronda de un torneo de partidas rel¨¢mpago. Pero ha salido en muchas revistas, tiene un gran valor simb¨®lico¡±, explica Llada. Y tanto: entre los cien mejores jugadores del mundo s¨®lo hay una mujer, y ninguno es negro; Alexandra es alpinista adem¨¢s de ajedrecista, y la fortaleza de su brazo da mucho vigor a la imagen.
Si uno visita despu¨¦s de cenar cualquiera de los hoteles donde se alojan los participantes de una Olimpiada de Ajedrez pensar¨¢ probablemente que la gran mayor¨ªa de ellos y ellas tienen poco inter¨¦s en la competici¨®n y mucho en pas¨¢rselo bien; es su ¨²nica oportunidad bienal de convivir con gentes de otras culturas. Sin embargo, es casi seguro que ese observador cambiar¨¢ radicalmente de opini¨®n si se pasea al d¨ªa siguiente por la sede del certamen durante las partidas. De pronto, en el encuentro Islas Fiyi-Uganda, por ejemplo, se palpa una tensi¨®n tremenda, a pesar de que ambos pa¨ªses est¨¢n a a?os luz de la lucha por las medallas. ?C¨®mo se explica eso?
Llada tiene una buena respuesta en los escasos textos, en ingl¨¦s, que salpimentan la catarata de fotos de impacto en las p¨¢ginas de The Thinkers. Tras explicar que desde muy joven siente alergia a jugar torneos ¨C¡°No, gracias, soy muy hedonista, y prefiero ahorrarme todo ese sufrimiento¡±- y sin embargo disfruta much¨ªsimo de analizar buenas partidas o resolver problemas (blancas juegan y ganan), a?ade: ¡°El ajedrez lleva la mente humana a su l¨ªmite. Es una de las actividades intelectuales m¨¢s exigentes e intensas; produce un drenaje de tu energ¨ªa cerebral. Y eso ocurre con independencia de tu categor¨ªa deportiva, porque la partida va a pedirte todo lo que tienes, juegues bien o mal¡±.
?Y qu¨¦ palabra elegir¨ªa para definir el ajedrez de competici¨®n si tuviera que resumirlo en una? ¡°Crueldad. En una partida te puede ocurrir lo mismo que cuando construyes un castillo de naipes con suma paciencia durante tres o cuatro horas; de pronto, cometes una peque?a imprecisi¨®n y todo se derrumba, sin esperanza alguna de recuperaci¨®n¡±. Y para rematar la idea cita a su amigo Lev¨®n Aroni¨¢n, armenio, uno de los grandes astros del circuito profesional: ¡°Todos los jugadores de ajedrez son masoquistas. Excepto los mejores del mundo; esos son los mayores s¨¢dicos que puedas conocer¡±.
De ah¨ª que un psic¨®logo dijese a Llada que, si tapa los tableros y las piezas en las fotos de su libro, lo que se ve sobre todo son personas en estado de conmoci¨®n. Y, aparte de todo ello, est¨¢ la peculiaridad de la derrota: no puedes echarle la culpa al ¨¢rbitro ni a que est¨¢ lloviendo ni a la mala suerte, porque en el ajedrez casi no existe. ¡°Nadie puede perder una batalla intelectual sin sentir su ego dolorido. Pero la fase m¨¢s terrible de la partida empieza cuando ves que est¨¢s peor, y que todo va cuesta abajo hasta que te rindes; eso resulta a¨²n m¨¢s doloroso que la derrota en s¨ª misma¡±, recuerda Llada de sus a?os de jugador aficionado.
El sadismo al que alude Aroni¨¢n, o quiz¨¢ m¨¢s exactamente un ansia rabiosa de victoria, de destrozar al adversario sin piedad alguna, se ve¨ªa en casi todas las partidas de Gari Kasp¨¢rov durante los veinte a?os consecutivos (1985-2005) que logr¨® mantenerse como n¨²mero uno. Los asiduos al c¨¦lebre torneo de Linares (Ja¨¦n), el Wimbledon del ajedrez, no olvidar¨¢n jam¨¢s sus miradas asesinas, la fuerza con que estrujaba la mano del rival en el saludo protocolario, c¨®mo se quitaba el reloj y la chaqueta para arremangarse y clavar los codos en la mesa, el retumbar de sus en¨¦rgicos pasos entre bastidores mientras esperaba la jugada del oponente, etc¨¦tera.
Kasp¨¢rov (hoy retirado de la competici¨®n y muy volcado en su lucha pol¨ªtica contra Putin) est¨¢ en el libro, por supuesto, en una pose t¨ªpica de ¨¦l. Y, c¨®mo no, tambi¨¦n su encarnizado rival, Anatoli K¨¢rpov, a quien odi¨® tanto como necesit¨® para que la gloria de ambos fuera eterna: su rivalidad entre 1985 y 1990 es la mayor en la historia de todos los deportes. Pero K¨¢rpov, hoy diputado del Parlamento de Rusia, es la ant¨ªtesis de Kasp¨¢rov, tambi¨¦n en su temperamento: fr¨ªo como un t¨¦mpano, siempre amable y correcto en sus modales, peligroso como una serpiente de cascabel. Como ocurr¨ªa con casi todos los deportistas de ¨¦lite sovi¨¦ticos, el ¨²nico puesto que le satisfac¨ªa en un torneo era el primero.
Ahora bien, aunque haya motivos para afirmar que el ajedrez es el deporte m¨¢s violento que existe ¡ªlos jugadores deben retener y gestionar una enorme tensi¨®n durante cuatro o cinco horas seguidas, sin poder hablar ni gritar ni correr ni patear nada¡ª, no es menos cierto que las partidas bellas, y hay muchas, generan en el aficionado una sensaci¨®n similar a la Novena de Beethoven en un mel¨®mano. El ajedrez humano ¡ªel que juegan las computadoras es otra historia muy distinta¡ª tiene muchos ingredientes para crear belleza: armon¨ªa, l¨®gica, error y castigo, campo enorme para la creatividad a partir de reglas claras, estrategia y t¨¢ctica, precisi¨®n, imaginaci¨®n, geometr¨ªa est¨¦tica, etc.
De ah¨ª que muchos artistas, cient¨ªficos y pensadores famosos disfrutasen de la pasi¨®n del ajedrez a lo largo de sus quince siglos de historia documentada. Entre ellos, el pintor dada¨ªsta Marcel Duchamp: ¡°He llegado a la conclusi¨®n de que, si bien todos los artistas no son ajedrecistas, todos los ajedrecistas son artistas¡±. David Llada lo es, sin duda, y ha sabido captar magistralmente el pensamiento de quienes viven en un mundo m¨¢gico de 64 casillas.
S¨ªguenos en Twitter y en Flipboard
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.