El ascenso irresistible de Enric Mas en la Vuelta
El joven acaba tercero tras una terrible subida al monte Oiz, donde Valverde recupera 8s a Yates. Michael Woods gana la etapa
Los ciclistas son ni?os peque?os que se creen h¨¦roes. Dejan toda su vida en una cuesta de cemento entre la niebla, recorren a cinco por hora los 500 metros m¨¢s largos de su vida y lo hacen, pedalean sin aliento y maldiciendo por haber elegido ser ciclistas, y encima correr la Vuelta, una carrera matahombres, pensando que en la cima les espera la gloria eterna. Y cuando cruzan la meta, m¨¢s muertos que vivos, lo primero que oyen es a un aficionado rapaz pidi¨¦ndoles el bid¨®n de la bici. Peor ser¨¢ el olvido.
¡°?Dame el bid¨®n, el bid¨®n!¡±, le exige una se?ora a gritos al pobre Geniez, que no se sostiene en la bici, sudoroso y tan p¨¢lido como la niebla que convierte la llegada al Monte Oiz, Balc¨®n de Bizkaia, en el final de una pel¨ªcula medio de misterio, medio de terror, un thriller o as¨ª. Y Geniez, en su perfecto franc¨¦s, le responde con una frase demasiado larga para sus pulmones. Y la se?ora grita m¨¢s: ¡°No entiendo franc¨¦s, h¨¢blame en espa?ol, maleducado¡±. Y a su acompa?ante le pregunta, ¡°?qu¨¦ ha dicho?¡±. ¡°Que si quiere un bid¨®n que en las tiendas los venden, que se lo compre¡±. Y la se?ora maldice: ¡°Ser¨¢ grosero...¡±.
Si hubiera visto la tele y o¨ªdo al pobre Fabio Aru, ca¨ªdo sobre la nalga derecha, desgarrada en la piedra, maldecir, ¡°?puta bici!¡±, la se?ora quiz¨¢s habr¨ªa entendido la miseria de los ciclistas, y su anhelo de grandeza, la trascendencia que emociona y que ofrece a veces Valverde, 38 a?os y siempre ni?o, como todos, que se lanza a lo desconocido vestido de verde. Quedan cuatro kil¨®metros. No sabe lo que le espera. Como todos los d¨ªas, como todos los a?os, Nairo, el ni?o que parece un hombre demasiado mayor cuando sufre, el optimista que sigue creyendo que en alg¨²n momento tendr¨¢ su habitual kil¨®metro m¨¢gico, le ha dicho que acelere. El primero que se queda es Nairo, que libera definitivamente a Valverde. El segundo es Kruijswijk, el holand¨¦s que paga con piernas de cemento su ligereza la v¨ªspera en la crono.
Con el murciano, que solo disfruta y triunfa cuando puede seguir sin obligaciones los dictados de su voluntad, resisten solo tres de los grandes, Yates de rojo, L¨®pez de blanco, el que m¨¢s ha buscado la fractura, y Mas, de azul sereno y fort¨ªsimo, que soporta los dolores de espalda y pedalea como nunca en su vida. En la niebla oscura de los ¨²ltimos 500 metros se convierten los cuatro en objetos de la imaginaci¨®n y del deseo de los aficionados, que no los ven, pero sabe que est¨¢n all¨ª. Son los cuatro primeros de la general, y los dos m¨¢s fuertes son los dos espa?oles, el viejo ni?o, de 38 a?os, y el joven de 23 que llega, el que dice por las ma?anas que siempre tiene los pies en la tierra y se contradice por las tardes, porque cuando sube en su ascenso irresistible en la monta?a vertical y en la clasificaci¨®n general es como si sus pies se despegaran del suelo. Sacan 8s a Yates los dos, Mas por delante, Valverde por detr¨¢s, una se?al de lo que viene, de que ah¨ª no se acaba su Vuelta.
En la general, el murciano est¨¢ a 25s; el mallorqu¨ªn, a 1m 22s, y Yates habla de Nairo, que sube solo y no se rinde. Le tiene a 2m 11s, tras Superm¨¢n y Kruijswijk, y sabe que los d¨ªas que quedan, los de Andorra, la fuerza de Valverde ser¨¢ la fuerza de Nairo, quien ya no le pedir¨¢ que acelere ni que pare, que podr¨¢ acelerar ¨¦l mismo, en busca de su minuto alado.
En la niebla, llora Michael Woods, un canadiense de Ottawa, figura juvenil del 1.500 en atletismo que tras una fractura de estr¨¦s se pas¨® a la bici, y no la insulta, la ama, y para quien la victoria de etapa m¨ªtica no es gloria, ni grandeza, ni trascendencia. Es algo m¨¢s, una catarsis que le libera. El corredor del Education First ha atacado en el grupo de fugados en el que iba con De la Cruz y Teuns sin saber d¨®nde estaba, sin ver la pancarta de meta. Cruza vencedor, recupera lo justo y se derrumba. ¡°Hace tres meses perdimos a nuestro hijo, que estaba en la 37? semana de gestaci¨®n¡±, balbucea. ¡°Iba a llamarse Hunter. Solo he pensado en ¨¦l mientras ascend¨ªa¡±.
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