Se acabaron las soluciones Bartomeu
La junta ha pasado tanto tiempo a espaldas de la realidad, que no se dio cuenta del riesgo que corr¨ªa si pasaba de la asamblea, recuperada como ¨®rgano de control soberano
El control social todav¨ªa funciona en un club que no es una sociedad an¨®nima como el Barcelona, una excelente noticia para la salud de la instituci¨®n y un rev¨¦s categ¨®rico para Bartomeu. Los compromisarios evitaron que la junta pueda hacer lo que le d¨¦ la gana y reivindicaron su condici¨®n de due?os del Bar?a. Aunque hay dudas sobre su representatividad, m¨¢s que nada porque la fiscalizaci¨®n del consejo queda en manos de 900 socios sobre 143.000, la asamblea ha sido el ¨®rgano soberano de la entidad, circunstancia que nunca obviaron los distintos consejos del Bar?a. La mayor¨ªa de presidentes han sido unos expertos en su control para aplicar su pol¨ªtica tranquilamente desde el Camp Nou.
Las decisiones tomadas al margen de la asamblea no se consideran v¨¢lidas, y a menudo son calificadas de poco democr¨¢ticas, ruido interesado, generalmente medi¨¢tico, m¨¢s intenso que nunca con las redes sociales; el parecer de los socios y la opini¨®n publicada no siempre viajan en la misma direcci¨®n, especialmente en el Barcelona. As¨ª que sus mandatarios se remiten a los compromisarios para gobernar el Bar?a.
Hay que saber persuadir a los asistentes antes y durante el pleno para no tener sorpresas despu¨¦s con el resultado porque en caso contrario el presidente sale malparado como pas¨® con Bartomeu. El mandatario qued¨® doblemente en fuera de juego: retir¨® la propuesta de modificaci¨®n del escudo por miedo a perder la votaci¨®n y sali¨® derrotado cuando pidi¨® m¨¢s margen de deuda financiera, punto que exig¨ªa modificar unos estatutos ya retocados por Rosell.
Las cuentas han sido la bandera que ha exhibido la directiva actual para presumir de honestidad en contraposici¨®n al mandato de Laporta. Hoy, sin embargo, hasta los socios desconf¨ªan de la manera que tiene la junta de cuadrar sus cuentas, sobre todo cuando se le requiere por una deuda que puede oscilar de 157 a 500 millones.
Bartomeu ni controla ni manda, reprobado por sus propios socios, despu¨¦s de la dimisi¨®n de tres vicepresidentes (Monje, Villarrub¨ª, Arroyo), la salida de empleados cualificados (Imma Puig, Joan Vil¨¤ y Francesco Calvo), entregado a proyectos intangibles como La Masia 360? o al Bar?a Innovation Hub, incapaz de defender a las personas como el entrenador Valverde o a activos como el m¨¦s que un club y La Masia.
Incluso el Espai Bar?a, aprobado en su d¨ªa por refer¨¦ndum, tiene dif¨ªcil salida por m¨¢s que se presuma de tener el presupuesto m¨¢s alto del deporte mundial, superior al de cualquier club de Am¨¦rica. El desgaste del presidente aumenta en la misma proporci¨®n que disminuye su credibilidad, ahora mismo solo avalada por su Observatori con un 7, despu¨¦s de edificar su obra sobre un triplete y un tridente en 2015.
Bartomeu vivi¨® su mejor ¨¦poca cuando convoc¨® unas elecciones en una situaci¨®n delicada por el desaf¨ªo de Messi. El presidente se desvivi¨® desde entonces por complacer al equipo mientras el club se empobrec¨ªa hasta el punto de que ya no solo le cuesta seducir a los patrocinadores sino que no convence siquiera sus socios aunque presuma de profesionalizar a la entidad y de tejer complicidades (Abidal) o firmar acuerdos de paz (Fundaci¨®n Cruyff).
A falta de carisma y liderazgo, se impon¨ªan las soluciones Bartomeu, como la de celebrar a puerta cerrada el partido del 1 de octubre o la de ¡°reflexionar¡± sobre el escudo del Bar?a. Tiraba el presidente por el camino de enmedio, como Rosell cuando vot¨® en blanco el d¨ªa que se llev¨® a juicio a Laporta, hasta que se acab¨® el tr¨¢gala en el Bar?a. Ha vivido la junta tanto tiempo a espaldas de la realidad que no se dio cuenta del riesgo que corr¨ªa si tambi¨¦n pasaba de la asamblea, recuperada felizmente como ¨®rgano de control soberano de los clubes que no son SAD como el Barcelona.
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