Lopetegui en llamas
El presidente piensa en cambiar al entrenador, el entrenador en cambiar a cinco jugadores y el aficionado en romper el carn¨¦
Mediocampo blanco
A falta de genios, el cl¨¢sico se muda al centro del campo. Casemiro es cemento armado; faro que sirve de referencia al equipo tras la p¨¦rdida de la pelota. Cuando le toca distribuir los balones que quita con precisi¨®n quir¨²rgica tiene un problema, los cracks que le rodean. Por contraste, cualquiera queda mal ante semejante compa?¨ªa. Quien tiene m¨¢s esp¨ªritu organizador es Kroos, con el carisma de una calculadora: ni impresiona ni falla. Toca, toca y toca y cuando la jugada parece morir de asfixia, cambia de frente para ayudarla a respirar. En la repartici¨®n de roles, a Modric le toca cambiarle el ritmo a la jugada con la pelota pegada al pie, la cabeza levantada y el cerebro alerta, como todo sabio. Puede que conecte con Isco, uno de esos jugadores que traiciona la tendencia. Contradiciendo la ley de la sistematizaci¨®n que convierte un partido en una cadena de montaje, Isco hace lo que le da la gana, pero divinamente.
Mediocampo blaugrana
Busquets juega al f¨²tbol como si no existiera el azar. Su precisi¨®n y astucia tiene la ciencia de la calle y sirve para quitar, para distribuir y para estar donde debe, que es, exactamente, el cruce de caminos donde tarde o temprano pasar¨¢ la pelota o no pasar¨¢ el rival. Su inteligencia ya alcanz¨® lo m¨¢ximo, que no es otra cosa que la simplicidad. A su lado va y viene Rakitic, croata pasado por Andaluc¨ªa que ni tiene algo que lo haga distinto ni defectos a resaltar. Algo importante: juega de centrocampista en el Bar?a sin sentirse culpable por no haberse criado en La Mas¨ªa. Arthur es el tercer hombre. Le da continuidad, l¨®gica y claridad al juego para llenar el centro del campo tras el vac¨ªo dejado por los inolvidables Xavi e Iniesta. Como la nostalgia es muy mala, a Arthur le bast¨® mover el cuello como Xavi para ser adoptado por el Camp Nou en tiempo r¨¦cord.
Luz, c¨¢mara, acci¨®n
Cuando se pierde, el f¨²tbol pide acci¨®n. En ocasiones no hacer nada es lo m¨¢s inteligente, pero nadie sale en los peri¨®dicos ni pasa a la historia por no hacer nada. De modo que el presidente piensa en cambiar al entrenador, el entrenador en cambiar a cinco jugadores y el aficionado en romper el carn¨¦ de socio. Acci¨®n. El Madrid est¨¢ incendiado por los malos resultados, pero las llamas medi¨¢ticas solo alcanzan a Lopetegui. Acorralado por preguntas tiradas con mira telesc¨®pica, Julen esquiva las balas como puede en un desesperado ejercicio de supervivencia. Se le reprocha que no se r¨ªa y, en caso contrario, se le preguntar¨ªa de qu¨¦ se r¨ªe. En momentos as¨ª, las ruedas de prensa son un calvario, salvo que uno se llame Zidane, un hombre tranquilo que hac¨ªa la plancha en aguas turbulentas.
El inesperado maestro
La relaci¨®n con los medios es un factor cr¨ªtico para los entrenadores. Ante la presi¨®n cada d¨ªa m¨¢s concentrada en su figura, tienen que hacer un imposible ejercicio de equilibrio. En las ruedas de prensa las respuestas tienen que satisfacer a demasiada gente: al periodista que pregunta, pero tambi¨¦n a los jugadores, a los aficionados, al presidente del club¡ No nos puede extra?ar que, en ocasiones, el pobre entrenador termine li¨¢ndose. O contradici¨¦ndose. Cuando Zizou lleg¨® al Madrid llegu¨¦ a temer por ¨¦l. Estaba convencido de que su timidez y el hecho de que el castellano no fuera su lengua de origen le har¨ªan vivir un calvario en cada comparecencia. Pero Zidane fue un maestro que nos ense?¨® trucos que valen oro: saber exactamente lo que no hay que decir, sustituir la ¨²ltima palabra por una sonrisa y, lo m¨¢s importante, hablar solo para los jugadores.
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