Qu¨¦ quedar¨¢ del River-Boca
No fue una historia perfecta. Pudo serlo, pero algo descarril¨®. Ya tenemos edad para contentarnos con las cosas tal y como vienen. Nos ayudan a hacernos una idea m¨¢s exacta y realista de la vida
Hay desenlaces que no est¨¢n a la altura del principio. Son finales que nunca debieran llegar, sino simplemente estar cerca, como fantasmas de lo que no fue. El River-Boca de la Libertadores era un partido tan grande dentro de la cabeza de los aficionados argentinos, una final tan imposible, que result¨® maravillosa mientras no se jug¨®. Sin embargo, cuando se suspendi¨® el partido de vuelta, y el desenlace se fue demorando, y los d¨ªas empezaron a consistir en esperas latosas, decay¨® el esplendor del principio. El f¨²tbol se adentr¨® en los pasillos y la burocracia. Se esfum¨® todo el romanticismo. Para cuando se decidi¨® que el t¨ªtulo se ventilar¨ªa en Madrid, ese exilio instal¨® cierto apocamiento en los ¨¢nimos. Ya nada iba a ser como se so?¨®.
Entre unas cosas y otras, la final se convirti¨® en un partido para leer, con cientos de art¨ªculos acerc¨¢ndose en c¨ªrculos al encuentro, al estilo de esos aviones que no reciben permiso de la torre de control para aterrizar y dan vueltas en el aire esperando la hora. Es muy probable que la vida real nunca alcance a la versi¨®n escrita, as¨ª que esos textos fueron lo ¨²nico bueno de quedar encerrado en una especie de sala de espera sin ventanas, donde la final se volv¨ªa un ?casi River-Boca?. Ya se hab¨ªa dejado de hablar de ¡°La final de todos los tiempos¡±, como si se hubiese perdido la vocaci¨®n por la exageraci¨®n perfecta.
Por momentos, parec¨ªa que los equipos tuviesen ganas de todo menos de disputar el partido y conocer c¨®mo acababa la historia. ?Y si terminaba como Los Soprano, y no se entend¨ªa nada de nada? Con tantas incidencias y aplazamientos, y recursos y frustraciones, unos y otros se hab¨ªan acostumbrado a no jugarla. El placer ¨Cy un poco la consternaci¨®n¨C hab¨ªa estado en esperarla. De paso, ese era una manera de no perderla. Daban ganas de tener ganas de que el partido no se jugase, y que se siguiese aplazando, y que se cambiase Madrid por Mil¨¢n, y despu¨¦s por Z¨²rich, Varsovia, Minsk y quiz¨¢ al final Siberia.
Y entonces lleg¨® la final y, como siempre hace el f¨²tbol, todo se redujo a una alegr¨ªa y tristeza que parecen, en el primer momento, que van a durar siempre. Cuando pasa el tiempo, queda el resultado, y cuando transcurre todav¨ªa m¨¢s tiempo, aguanta en pie la leyenda. Qu¨¦ ser¨ªa del f¨²tbol sin ellas, aunque sean negras. De vez en cuando las expectativas se ven rebajadas, y los grandes momentos pasan de suceder por todo lo alto a transcurrir por casi todo lo bajo. Nadie olvidar¨¢ la final, pero a¨²n menos el camino en espiral, por momentos deshonroso, que condujo hasta ella. En eso tambi¨¦n hubo apoteosis. No fue una historia perfecta, qu¨¦ se le va a hacer. Pudo serlo, como siempre ocurre, pero algo descarril¨®. Ya tenemos edad para contentarnos con las cosas tal y como vienen. Nos ayudan a hacernos una idea m¨¢s exacta y realista de la vida.
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