Un empate que no dice nada y lo dice todo
Alav¨¦s y Athletic, muy precavidos, se reparten los puntos en Mendizorroza
El empate sin goles es un resultado que a veces dice mucho y a veces no dice nada. Lo mismo puede esconder una obra de arte que tapar las carencias de dos equipos sin ideas; las precauciones ante el miedo a la derrota. El que protagonizaron Alav¨¦s y Athletic es de estos ¨²ltimos, en un partido tal vez lleno de incertidumbres, pero vac¨ªo de f¨²tbol. Nadie hizo m¨¢s m¨¦ritos que el rival; nadie arriesg¨® m¨¢s de lo razonable para ganar. El Athletic sigue all¨¢ abajo, pero un punto es un punto. El Alav¨¦s mira desde arriba y piensa que sumar no es malo.
En Mendizorroza hay que pedir agua fr¨ªa en los bares, porque la del tiempo est¨¢ congelada a las nueve de la noche, cuando parece que van a bajar los lobos al c¨¦sped. Pese a todo, las gradas est¨¢n llenas para el duelo vasco con el mundo al rev¨¦s y el Athletic pasando penurias mientras el Alav¨¦s pisa moqueta en la zona noble de laLiga, aunque Abelardo juegue al despiste y hable de permanencia.
Agazapado, su equipo esperaba al Athletic en su campo. Es una estrategia habitual, que al Alav¨¦s le ha salido bien muchas veces. Lo sabe Garitano, que intentaba arriesgar poco y tocar mucho, para aburrir a su rival y tambi¨¦n a la tribuna, incluso a la de fondo, que se llena tarde por la protesta contra los horarios de televisi¨®n, con una pancarta gigantesca que pide a los telespectadores que apaguen la tele.
As¨ª que el f¨²tbol comenz¨® tarde, mucho despu¨¦s de que empezara el partido, y era de los rojiblancos, porque la necesidad aprieta. Tomaron el mando y buscaron las bandas, bien tapadas, aunque llegaban a veces, tal vez no lo suficiente para sorprender a Pacheco. Dos remates de Aduriz, otro de Ra¨²l Garc¨ªa, otra vez Aduriz en un tiro cruzado que se march¨® fuera, y una galopada de Ander Capa al que se le apag¨® la luz al llegar al ¨¢rea, fueron los m¨¦ritos rojiblancos. Los del Alav¨¦s habr¨ªa que buscarlos en su orden defensivo, en su centro del campo de cemento armado, con Tom¨¢s Pina como paradigma. En el ataque, Abelardo previ¨® tal vez, una guerra de guerrillas y aline¨® a Guidetti. Cuando tras el descanso Rub¨¦n Sobrino salt¨® al c¨¦sped en su lugar, algunos parroquianos habituales de Mendizorroza se percataron que en la primera parte un mueble de Ikea, sueco como el sustituido, hubiera desarrollado una funci¨®n similar.
La pelota se movi¨® m¨¢s en la segunda parte, aunque el f¨²tbol no alcanz¨® niveles sublimes, por decirlo de forma elegante. Era m¨¢s bien el quiero y no puedo de dos equipos entusiastas pero sin demasiadas ideas, tan congeladas como la noche vitoriana. La pelota empez¨® a volar demasiado por encima de las cabezas de los futbolistas, siempre con la mirada en el cielo, pero en un partido nocturno, los focos impiden ver las estrellas. All¨¢ arriba s¨®lo hab¨ªa oscuridad. S¨®lo C¨®rdoba, en un remate que ataj¨® Pacheco, y Calleri en un remate demasiado cruzado, crearon peligro, aunque la incertidumbre rond¨® toda la segunda parte, sobre todo en el bando bilba¨ªno, demasiado pendiente de la clasificaci¨®n como para acordarse de otras cosas que se le suelen exigir de oficio a un equipo de Primera Divisi¨®n.
Los minutos finales no ense?aron nada. Los dos equipos parecieron dar por bueno el empate a cero. Arriesgar no estaba en el gui¨®n del Alav¨¦s ni del Athletic. Quienes hicieron caso a la pancarta del fondo de Mendizorroza no se equivocaron al apagar el televisor. A veces es m¨¢s gratificante ponerse con una buena novela.
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