Wijk aan Zee: el ¡®Roland Garros¡¯ del ajedrez y la tradicional sopa de guisantes
M¨¢s de 1.500 aficionados y varios astros se juntan cada enero en un pueblo holand¨¦s del Mar del Norte
Cientos de forasteros comen sopa de guisantes en Wijk aan Zee (Holanda) cada mes de enero, a pesar de que en este pueblo costero holand¨¦s no hay nada que hacer o visitar en invierno. ?C¨®mo se explica entonces esa masiva afici¨®n culinaria? Porque aqu¨ª se disputa desde 1938 un impresionante festival de ajedrez, el Roland Garros del deporte mental, que re¨²ne cada a?o a m¨¢s de 1.500 jugadores, acompa?antes y periodistas. Y la sopa de guisantes tambi¨¦n tiene su bonita historia.
La tenacidad de los organizadores del torneo y los habitantes del pueblo fue tan grande desde el principio que no dejaron de organizarlo (excepto en 1945) ni siquiera en los dur¨ªsimos a?os de posguerra. Los jugadores desplazados desde lejos no ten¨ªan entonces garant¨ªa alguna de encontrar comida durante el viaje de regreso. Y as¨ª naci¨® la tradici¨®n de la nutritiva sopa de guisantes, enriquecida con trocitos de salchicha y otros aderezos, que los nativos les ofrec¨ªan justo antes de emprender camino.
Para mantener ese recuerdo muy vivo, centenares de raciones de sopa de guisantes se sirven cada d¨ªa en la peque?a cantina instalada e la sede del festival, el polideportivo De Moriaan, donde en un extremo se disputan los torneos principales, y en el resto una infinidad de competiciones para aficionados. Y el pr¨®ximo domingo, muchos de los 2.400 habitantes de Wijk aan Zee honrar¨¢n con su presencia la ceremonia de clausura, donde se servir¨¢, c¨®mo no, la sopa de guisantes.
Este pueblo del Mar del Norte, a 50 kil¨®metros de ?msterdam, es un para¨ªso de los ajedrecistas durante las dos semanas del festival. Todos los bares, restaurantes y hoteles ¡ªas¨ª como muchas casas particulares que alojan un porcentaje considerable de los participantes¡ª tienen tableros de ajedrez para que el ej¨¦rcito blanquinegro pueda analizar las partidas reci¨¦n jugadas o preparar las pr¨®ximas o jugar amistosas a ritmo endiablado mientras se come, se bebe o se sigue conectado a esta pasi¨®n muy dif¨ªcil de moderar. Es muy extra?o que un ajedrecista militante deje de serlo en alg¨²n momento del d¨ªa, y menos a¨²n cuando est¨¢ en un ambiente tan tentador.
La zona de espectadores cercana al torneo de las estrellas est¨¢ siempre llena de aficionados que no tienen una partida en juego en ese momento o de curiosos o acompa?antes. Todos quieren ver desde pocos metros a los mejores jugadores del mundo ¡ªincluido el campe¨®n, el noruego Magnus Carlsen¡ª cuando entran en el escenario, saludan a su rival, se someten a los disparos de los fot¨®grafos, rellenan las planillas donde apuntar¨¢n las jugadas con los datos b¨¢sicos y efect¨²an los primeros movimientos.
Pero lo m¨¢s interesante viene despu¨¦s, cuando los fot¨®grafos ya se han ido: el grado de concentraci¨®n de las grandes estrellas, totalmente ensimismadas en una mezcla de arte, ciencia y deporte, es tan alto que no son conscientes de las posturas, caras y gestos que pueden producir, para mayor deleite de los mirones y los reporteros gr¨¢ficos con grandes teleobjetivos. Y, por supuesto, pueden disfrutar de todo ello mientras comen sopa de guisantes.
Otros aficionados prefieren seguir las partidas desde un caf¨¦ cercano donde grandes maestros holandeses las comentan en tableros murales. Y para los del resto del mundo hay una retransmisi¨®n por Internet en ingl¨¦s, tambi¨¦n comentada por grandes maestros desde los entresijos del polideportivo, que tambi¨¦n albergan toda la infraestructura t¨¦cnica, el equipo de v¨ªdeo, la sala de prensa, el personal de seguridad, etc¨¦tera.
Por raro que pueda parecer, uno puede disfrutar sin embargo de algo que no tenga nada que ver con el ajedrez en pleno invierno en Wijk aan Zee por mucho fr¨ªo que haga¡ en los escasos d¨ªas de sol. La playa, de unos 10 kil¨®metros de largo, es magn¨ªfica: los ajedrecistas que caminan por ella muy bien abrigados pueden cruzarse con caballos, ciclistas, atletas, paseantes, ba?istas a dos grados bajo cero, voladores de drones, perros¡ y m¨¢s de mil gaviotas. Y todo ello, sin el agobio y la marabunta del verano, cuando Wijk aan Zee se convierte en un destino vacacional preferido por muchos holandeses.
Falta por aclarar algo importante, a la par que muy curioso: ?de d¨®nde sale el dinero para que ya se hayan celebrado 81 ediciones de este festival? De la importante acer¨ªa local, para compensar la contaminaci¨®n y las molestias que ocasiona a los ciudadanos de Wijk aan Zee. Su propietario actual es la multinacional india Tata, que ha dado serias muestras de estar muy a gusto con el patrocinio del ajedrez. La edici¨®n 82 ya est¨¢ garantizada para 2020. Por tanto, se empieza a vislumbrar que esta curiosa mezcla de acero, ajedrez y sopa de guisantes llegar¨¢ a su centenario, en 2038.
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