El Madrid y el qu¨¦ dir¨¢n
Cuidado, porque si el ambiente est¨¢ electrificado, primero se toman las decisiones y despu¨¦s se hacen los an¨¢lisis. La tentaci¨®n por el impacto puede barrer con los valores de referencia
Tiempos tormentosos. Del otro lado de la cima espera el precipicio, imagen recurrente que el f¨²tbol convierte en pesadilla. O sea: el Madrid, en ca¨ªda libre despu¨¦s de subir durante mil d¨ªas. Sin Cristiano, el ¨²nico futbolista que trabaja de h¨¦roe las 24 horas del d¨ªa y que arrastra a un club entero hacia la ambici¨®n. Sin m¨¢s objetivo que evitar el fracaso absoluto, que no es lo mismo que pelear por la gloria. Con los medios disparando rumores con una ametralladora, una afici¨®n resignada que no sabe con qui¨¦n enfadarse, un entrenador y unos jugadores sinti¨¦ndose en peligro y la directiva chapoteando en un oc¨¦ano de dudas. Cuidado, porque si el ambiente est¨¢ electrificado, primero se toman las decisiones y despu¨¦s se hacen los an¨¢lisis. Es cuando se piensa en el qu¨¦ dir¨¢n y la tentaci¨®n por el impacto puede barrer con valores de referencia.
Estilo: grandeza y refugio. Va a empezar el partido en el Bernab¨¦u. Los jugadores del Madrid esperan como caballos impetuosos, como si alguien les tirara de las riendas a la espera de que empiece el partido para salir corriendo sin freno. As¨ª jugaron, sin sosiego, con m¨¢s orgullo que orden, como si correr fuera m¨¢s importante que jugar. Como la paciencia est¨¢ mal vista, los jugadores se dejaron ganar por la ansiedad, que es corrosiva por muchos motivos. Defensas que en cada intervenci¨®n se la juegan a todo o nada; tentativas de meter pelotas en profundidad sin elaboraci¨®n previa; intentos individuales de resolver cuestiones colectivas¡ Los h¨¢bitos son un modo de obrar por repetici¨®n y el Ajax los tiene engrasados desde hace mil a?os y como nadie porque hizo de su estilo una escuela de grandeza. El Madrid, por defecto, demostr¨® que, en los momentos dif¨ªciles, el estilo tambi¨¦n puede servir de refugio.
El implacable f¨²tbol. El PSG volvi¨® a caerse en su precipicio favorito, pero sin haber alcanzado nunca la cima. Un caso parad¨®jico. Tiene todo lo que el f¨²tbol moderno consagra como exitoso: dinero, gesti¨®n, grandes figuras¡ Pero se le interpone lo que al f¨²tbol le queda de viejo y caprichoso. Al PSG lo condenaron tres grandes errores. El m¨¢s doloroso fue el de Buffon, que regal¨® un rebote mortal tras un tiro inocente y, cuando quiso levantarse para pedir una segunda oportunidad, lo hizo como un honorable se?or de 41 a?os. As¨ª vimos, en una misma noche, c¨®mo un gran club, con un buen resultado en la ida, con talentos superiores como el del gran Mbapp¨¦, en condici¨®n de local y sin merecerlo, ca¨ªa v¨ªctima de este juego hermoso y retorcido. Tambi¨¦n a un h¨¦roe (Buffon) al que el tiempo se le cay¨® encima en una sola jugada. El f¨²tbol puede convertirte en mito si lo respetas toda una vida. Y le basta una noche para despedirte.
El hombre orquesta. Gerard Piqu¨¦ tiene cabeza para varias cosas y una suficiencia que lo coloca por encima de las tensiones que le rodean. Para ser normal no le ayuda ni su pinta de modelo ni su matrimonio ni su posici¨®n de empresario exitoso ni su condici¨®n de crack. Fiel a su estilo multiplicador, aprovech¨® los cl¨¢sicos para ser tertuliano pol¨ªtico, para discutir con una multitud, para analizar el arbitraje y para seguir con su permanente campa?a preelectoral como presidente del Bar?a. En sus ratos libres, jug¨® al f¨²tbol como los dioses. De la misma manera que delante de un micr¨®fono dice cosas agresivas con cara de bueno, en el campo desactiva peligros relajadamente, pero con la autoridad de un comisario, y construye juego con una clase infinita, por momentos casi provocadora. Siempre tengo la impresi¨®n de que Piqu¨¦ est¨¢ enamorado de s¨ª mismo. Visto lo visto en los cl¨¢sicos, con toda raz¨®n.
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