Harry Kane se pasea por el desierto
Pochettino emplea al punta para saltar la l¨ªnea de presi¨®n en un partido let¨¢rgico
No pasaba nada. Como si el espect¨¢culo pirot¨¦cnico de la presentaci¨®n y el penalti del minuto uno, hubieran formado parte de la misma secuencia coreogr¨¢fica, el partido qued¨® envuelto en una nube de humo y tensi¨®n. Convertido el 0-1, el Liverpool jug¨® a dormir la final. Durante la hora que sucedi¨® solo se impuso al Tottenham en una cosa: la presi¨®n sobre los saques de banda. Equipo experto en las maniobras colectivas sin pelota, fue su principal arma ofensiva en ese tramo let¨¢rgico. Bajo el peso del calor, m¨¢s de 30 grados en el valle del Jarama, los jugadores parecieron firmar un pacto t¨¢cito: dejar que se consumieran los minutos y resolverlo todo en una tormenta final.
El plan no fue exactamente ese. En la ma?ana del s¨¢bado, en el hotel de concentraci¨®n del equipo de Klopp, en una torre de la Castellana, se comentaban las ¨²ltimas consignas: intentar liquidar el partido en la primera parte para evitar despertar los fantasmas de las dos finales perdidas en 2017 y 2018. Explotar al m¨¢ximo el empuje que caracteriza a la cuadrilla de Van Dijk para superar a un rival menos rodado, m¨¢s irregular, m¨¢s castigado por las lesiones. Previendo amortiguar el primer impacto, Pochettino tom¨® una medida de gran calado: darle la titularidad a Kane para emplearlo como diana de salidas en largo. As¨ª se reducir¨ªa el efecto de la terror¨ªfica presi¨®n sincronizada que imprime el equipo rojo sobre los adversarios que procuran llevar el peso de la elaboraci¨®n.
El pasado 4 de febrero Harry Kane viaj¨® a Atlanta para asistir en directo a la final de la Superbowl que conquistaron los Patriots. ?vido estudioso del deporte, Kane so?¨® con ser como Tom Brady, el equivalente al quarterback resolutivo en el desenlace de la temporada. Un patriarca capaz de pasar a la historia como el conductor providencial del equipo en el que juega desde los 11 a?os. Cuando, inesperadamente, ese momento lleg¨® en la final de la Champions, los problemas f¨ªsicos dictaron que no estaba preparado. Le restaba un mes de recuperaci¨®n cuando salt¨® al Metropolitano. Ven¨ªa de sufrir la quinta lesi¨®n de tobillo en tres temporadas y le faltaba ritmo de partido.
¡°La titularidad de Kante fue una decisi¨®n muy meditada y analizada¡±, dijo Pochettino tras el partido. ¡°No hay que dramatizar nada. Es cierto que acab¨® el partido sin marcar pero tampoco marcaron sus compa?eros¡±.
Hay futbolistas, como Salah, Mbapp¨¦ o Neymar, que no pueden brillar sin estar en plenitud f¨ªsica. Kane no pertenece a esa especie. El don que le convierte en un gigante es el sentido del tiempo y el espacio. Kane posee un radar en el cerebro. Una forma de intuici¨®n que le ayuda a analizar situaciones complejas con m¨¢s anticipaci¨®n y claridad que sus cong¨¦neres. Sin velocidad ni flexibilidad para girar y cambiar de ritmo, pero armado de esta habilidad, el hombre se convirti¨® en el receptor de los pases de Lloris y Vertonghen durante el periodo let¨¢rgico de la final. Si su presencia tuvo alg¨²n efecto fue la intimidaci¨®n del Liverpool. Pudiendo liquidar el partido en la primera parte, el equipo de Klopp se encogi¨® y especul¨®. Contra su naturaleza impetuosa. A riesgo de entrar con futbolistas nerviosos en el terreno incierto de un partido abierto hasta el ¨²ltimo minuto frente a un rival experto en sobrevivir.
El tiro de Moura
Esto fue exactamente lo que sucedi¨® mientras Kane caminaba impasible, contemplando desde sus p¨¢rpados ca¨ªdos c¨®mo se consum¨ªan los minutos vac¨ªos buscando lentamente la espalda de Van Dijk y Matip en un paseo incesante por el desierto de los acontecimientos. La irrupci¨®n de una espont¨¢nea rubia y semidesnuda que atraves¨® el campo corriendo de sur a norte fue el suceso m¨¢s rese?able de la traves¨ªa. Hasta que con el transcurso de la tarde, llegaron los remates. Uno del Liverpool dentro del ¨¢rea y ocho del Tottenham desde esa posici¨®n, especialmente de Son y de Moura. En dificultades para alcanzar posiciones de disparo, Kane se emple¨® como pasador, pivotando entre l¨ªneas. Becker debi¨® estirarse seis veces para sacar sendos tiros. Lloris no se arroj¨® hasta el fat¨ªdico minuto 87.
¡°Las finales son para ganarlas no para merecer ganarlas¡±, dijo Pochettino. ¡°Rematamos el doble de veces y tuvimos m¨¢s posesi¨®n. Pero ser¨ªa est¨²pido si mirase las estad¨ªsticas y lamentase las ocasiones perdidas. El Liverpool ha sido m¨¢s s¨®lido, m¨¢s cl¨ªnico que nosotros, y ha sido un justo ganador. En los ¨²timos cinco a?os el Tottenham no se ha gastado ni una libra en el equipo porque la prioridad era construir un estadio. El Liverpool lleva cuatro a?os prepar¨¢ndose para estar en una final de Champions. Quiero felicitar a J¨¹rgen Klopp por su trabajo¡±.
El Liverpool sufr¨ªa un asedio cuando Origi aprovech¨® el rechace que le liberar¨ªa con el 2-0 a la salida de un c¨®rner. La hinchada del fondo sur lo celebr¨® con una bomba de humo rosa. Pochettino se ech¨® las manos en los bolsillos y dio media vuelta. La final se perdi¨® en un minuto. Kane combati¨® los 95. Cuando el ¨¢rbitro pit¨® la conclusi¨®n permaneci¨® con los brazos en jarra contemplando inm¨®vil el fondo norte de los saints. Derrotados pero agradecidos, los seguidores aplaudieron a un equipo que nunca pareci¨® inferior a su adversario.
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