La estatua del Mu?eco
Desde que Helenio Herrera ganara la Copa de Europa de 1965 con el Inter, los entrenadores argentinos han perdido siete finales
La Copa de Clubes Campeones Europeos, como se llam¨® al principio la Liga de Campeones de la UEFA, naci¨® en la temporada 1955-1956. El Real Madrid la domin¨® sobre el c¨¦sped durante los primeros a?os. En el banquillo, sin embargo, fue cosa de argentinos. El t¨¦cnico Luis Carniglia, antiguo delantero de Tigre y Boca Juniors, dio a los merengues los t¨ªtulos de 1958 y 1959. Tom¨® el relevo Helenio Herrera, un argentino que jam¨¢s jug¨® o entren¨® en Argentina: en 1964 y 1965 logr¨® el t¨ªtulo para el Inter de Mil¨¢n. Las cosas se torcieron en 1967, cuando el Inter viaj¨® a Lisboa para disputar la final continental contra el Celtic. Los escoceses acabaron, 2-1, con el catenaccio de Herrera y con la legendaria La Grande Inter de Mazzola y Su¨¢rez.
Desde entonces, la estad¨ªstica condena al equipo que intenta ganar la Orejona con un argentino en el banquillo. En la final de 1974, el Atl¨¦tico de Madrid roz¨® la copa con los dedos, pero un disparo lejan¨ªsimo e imposible del central alem¨¢n Schwarzenbeck en el ¨²ltimo minuto de la pr¨®rroga forz¨® un nuevo partido y ah¨ª el Bayern arroll¨®. Entrenaba al Atl¨¦tico el argentino Juan Carlos Lorenzo. El Valencia lleg¨® a dos finales consecutivas, la de 2000 (perdida 3-0 ante el Madrid) y la de 2001 (perdida en los penaltis ante el Bayern). Entrenaba al Valencia el argentino H¨¦ctor C¨²per. Especialmente sangrantes fueron las dos finales del Atl¨¦tico de Madrid ante el Real Madrid en 2014 y 2016: una se perdi¨® en el descuento, por aquel cabezazo de Sergio Ramos, y la otra en los penaltis. Al mando estaba el argentino Cholo Simeone.
El s¨¢bado, de nuevo, el Tottenham del argentino Mauricio Pochettino fall¨® frente al Liverpool. Ya son siete intentos y siete fracasos. No es cosa de hablar de maldiciones, pero el fen¨®meno es curioso.
Quiz¨¢ alguien deber¨ªa ofrecerle una oportunidad al Mu?eco Marcelo Gallardo. El Cholo ha logrado colocar al Atl¨¦tico de Madrid entre los grandes y los suyos no le olvidar¨¢n nunca. Poch ha hecho un trabajo formidable con los Spurs de Tottenham y su afici¨®n le profesa un respeto inmenso. Pero lo del Mu?eco resulta insuperable. Por los t¨ªtulos conseguidos en River Plate, diez en cinco a?os, el ¨²ltimo, el s¨¢bado, la Recopa sudamericana frente al Paranaense, y, sobre todo, por la devoci¨®n de la afici¨®n gallina. El amor por el Mu?eco, tambi¨¦n conocido por Napole¨®n, carece de l¨ªmites. ?A cu¨¢ntos entrenadores les erigen un monumento mientras a¨²n se sientan en el banquillo?
Marcelo Gallardo no es un hombre muy alto. Mide 170 cent¨ªmetros. Por eso, y por el rostro ani?ado, le sacaron el mote de Mu?eco cuando, en 1993, debut¨® en River como centrocampista. Su estatua ser¨¢ m¨¢s imponente que ¨¦l. Medir¨¢ siete metros y se fundir¨¢ en bronce. Se instalar¨¢ en el Monumental, a poca distancia de la otra estatua, la del otro h¨¦roe millonario, ?ngel Labruna, m¨¢ximo goleador en la historia del club y tambi¨¦n m¨ªtico entrenador de la casa. El patrocinador del homenaje en bronce es el doctor Carlos Trillo, durante a?os m¨¦dico de River y fallido candidato a la presidencia. La idea es descubrir la estatua, encargada a la escultora Mercedes Savall y presupuestada en cuatro millones de pesos (unos 80.000 euros), el pr¨®ximo 9 de diciembre, cuando se cumpla un a?o de la celeb¨¦rrima final River-Boca disputada en Madrid.
Conviene permanecer atentos, porque erigir una estatua puede ser m¨¢s complicado que ganar una Copa Libertadores. La de Labruna dio un disgusto: mientras se montaban las piezas, en 2015, la estructura se derrumb¨® y dej¨® muy maltrecho al doctor Trillo. La estatua de Gallardo ser¨¢ un palmo m¨¢s alta que la de Labruna. De hecho, ser¨¢ la estatua m¨¢s grande del mundo dedicada a una figura del f¨²tbol. Mucha precauci¨®n con ella.
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