Neymar, un dios confundido
Hemos convertido a los jugadores en dioses cada d¨ªa m¨¢s inalcanzables y, como Neymar, alejados de la realidad y dando explicaciones en las p¨¢ginas de sucesos ante el estupor general.
Neymar: el talento pop
¡°Los h¨¦roes son estrat¨¦gicos y lo que es estrat¨¦gico no tiene precio¡±. Aquella visi¨®n de Florentino P¨¦rez fue criticada por un simple motivo: tuvo raz¨®n antes de tiempo. Como el gran empresario que es, se imagin¨® el futuro y acert¨® de pleno. Aquella visi¨®n es compartida hoy por muchos clubes que han desatado una b¨²squeda fren¨¦tica de h¨¦roes para no quedar descolgados de la competencia planetaria. El mercado enloqueci¨® cuando el PSG compr¨® por una suma salvaje a Neymar, el talento pop por excelencia del f¨²tbol moderno: h¨¢bil, veloz e imaginativo dentro del campo; divertido, fr¨ªvolo y hedonista el resto del tiempo. Adem¨¢s, tiene un padre con las ideas claras: dinero y fama antes que f¨²tbol. M¨¢s moderno, imposible. Mientras que el PSG, con aquel golpe al mercado, llev¨® el f¨²tbol a una nueva dimensi¨®n industrial, Neymar lo ha llevado a una desconocida dimensi¨®n moral.
La f¨¢brica de dioses
Al pagar su cl¨¢usula, Neymar se olvid¨® de un club que hab¨ªa comprometido incluso su honestidad por ficharlo, de la afici¨®n que lo adopt¨®, de los compa?eros que lo trataron como a un amigo y hasta del f¨²tbol como compromiso vocacional. Al PSG y a Neymar les animaba una misma ambici¨®n: ocupar el mayor espacio posible. Lo consiguieron haciendo un ruido descomunal, de esos que crean marca. Dinero y ruido son las nuevas claves que movilizan esta industria. El f¨²tbol, que entend¨ªamos como una especie de recreo existencial, ha alcanzado una trascendencia rid¨ªcula que abarca desde la fascinaci¨®n por la nueva novia del crack de turno hasta la representaci¨®n (casi de c¨®mic) de la lucha entre el bien y el mal. La infantilizaci¨®n de la sociedad, el territorio conquistado por el entretenimiento, el triunfo de la emoci¨®n sobre la raz¨®n¡ Todo contribuye a la sensaci¨®n de que todo es f¨²tbol y de que los futbolistas son impunes.
?Y el hincha?
Percibo una sensaci¨®n de hast¨ªo en los hinchas m¨¢s civilizados (la mayor¨ªa, cuando la pasi¨®n les deja pensar). El f¨²tbol cercano de siempre, en el que los jugadores defienden el orgullo del hincha y en el que nuestro equipo es querido como un amigo que nos acompa?a durante toda una vida, parece haber perdido su ingenuidad. No es que Neymar tenga la culpa en exclusiva de este cambio, pero toda transformaci¨®n necesita de un s¨ªmbolo y nada define mejor este tiempo que una cifra: 222 millones de euros. ?Debilita esto al f¨²tbol? Por supuesto que no como fen¨®meno. La humanizaci¨®n que est¨¢ perdiendo queda compensada por la fuerza del m¨¢rketing y por la imparable inflaci¨®n que refleja el mercado en estos d¨ªas. En el camino hemos convertido a los jugadores en dioses cada d¨ªa m¨¢s inalcanzables y, como Neymar, alejados de la realidad y dando explicaciones en las p¨¢ginas de sucesos ante el estupor general.
Culpables de la propia indignaci¨®n
El f¨²tbol es un bien espiritual que conviene no subestimar, entre otras cosas porque esa es la base del negocio. La fuerza de la identidad y el ¨ªdolo como personalizaci¨®n de un sentimiento compartido emociona a cualquiera. No s¨¦ si a los chinos, pero s¨ª a los hinchas de toda la vida como demostr¨® la gente del Liverpool en la final de la Champions. Desde 2017 Neymar se derrumb¨® como futbolista y peligra como persona. Pero es un pionero del futbolista que viene y no le cabe la palabra ¡°culpable¡± porque todos somos responsables. Convertir lo irrelevante en sustancial aleja de la realidad a muchos futbolistas y terminar¨¢ convirtiendo el f¨²tbol en un espect¨¢culo tan fr¨ªo como un partido de Play Station. Mientras, todos aplaudiremos fascinados a los dioses al tiempo que criticaremos que se comporten como tales. Una l¨®gica que parece coherente con la era de la posverdad; esto es, de la consagraci¨®n de la mentira.
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