La escalada del siglo
Kurtyka y Schauer no hicieron cima en 1985 en el Gasherbrum IV, pero burlaron a la muerte y ninguna ascensi¨®n igualar¨¢ su valor y pureza
Se cumplen 34 a?os de la ascensi¨®n de la cara oeste del Gasherbrum IV (7.932 metros, entre China y Pakist¨¢n) a cargo de Voytek Kurtyka y Robert Schauer, y poco importa que la cifra de la efem¨¦ride no sea redonda: convendr¨ªa celebrar cada a?o la que fue calificada como la ¡°escalada del siglo¡±. Los datos objetivos, aunque escalofriantes, apenas revelan la envergadura del reto, el nivel de estr¨¦s, incertidumbre y violencia que padecieron ambos alpinistas.
El polaco Kurtyka y el austriaco Schauer permanecieron 11 d¨ªas en la monta?a, soportaron siete vivacs por encima de los 7.000 metros y dos a 6.900. Aguantaron dos de esas noches a 7.800 metros en mitad de una tormenta de nieve sin poder moverse, as¨ª como tres d¨ªas sin comer y dos sin beber. Dejaron el campo base cargados con sendas mochilas de unos 17 kilos de peso que inclu¨ªan una cuerda, material de autoprotecci¨®n, sacos de dormir, ropa, una funda de vivac, comida para cinco d¨ªas, hornillo y gas. Es decir, puro y genuino estilo alpino: ni porteadores, ni cuerdas fijas, ni tienda de campa?a, ni ayuda externa, y todo esto en una ¨¦poca en la que la norma era asediar las monta?as con grandes cantidades de participantes y material.
La cara oeste del Gasherbrum IV observa 2.500 metros de verticalidad y se conoce como la ¡°pared resplandeciente¡± porque la roca de su zona central de aspecto marm¨®reo brilla con el sol del atardecer. Subyugado por su belleza desde que estuvo a sus pies, en 1976, Voytek Kurtyka vivi¨® obsesionado con encontrar un camino entre sus muros de aspecto compacto, con dibujar un trazado que aunase est¨¦tica, ¨¦tica y compromiso.
El polaco, que se defin¨ªa a s¨ª mismo como el ¡°¨²ltimo cobarde¡±, pose¨ªa una intuici¨®n que le recomend¨® a menudo retirarse de sus empresas. A cambio, ni ¨¦l ni sus acompa?antes sufrieron accidentes, y esto durante la ¨¦poca dorada del himalayismo polaco (a?os 80) tan c¨¦lebre por sus haza?as como por la p¨¦rdida de sus mejores alpinistas.
Pero en el Gasherbrum IV, Kurtyka no estaba dispuesto a abandonar, ni siquiera cuando comprob¨® horrorizado el car¨¢cter compacto de la roca, la obligaci¨®n de escalar encordados sin apenas seguros fiables que detuviesen una ca¨ªda: la ca¨ªda de uno arrastrar¨ªa a ambos hacia la muerte. La concentraci¨®n necesaria para avanzar sin cometer errores, para buscar protecciones m¨¢s psicol¨®gicas que efectivas, para descifrar el itinerario enseguida ralentiz¨® el avance. Cada problema solucionado les conced¨ªa unos minutos de alivio antes de afrontar el siguiente y, al final de cada jornada, el premio consist¨ªa en dormitar sentados en exiguas repisas, racionando los v¨ªveres, tortur¨¢ndose con las dificultades que hallar¨ªan al amanecer. Sin posibilidad de retirarse, su ¨²nica apuesta pasaba por alcanzar la arista noroeste y descender siguiendo su filo, pero la incertidumbre de verse bloqueados por las dificultades t¨¦cnicas o por la llegada del mal tiempo, o de sufrir una ca¨ªda, taladraba sus mentes.
Apenas les rozaba el sol unos minutos. Apenas dorm¨ªan. En circunstancias normales, solo el escalador que lidera la cordada pasa miedo, teme la ca¨ªda, mientas que el que asegura se siente a salvo en la reuni¨®n. Pero cuando el primero no puede colocar seguros que frenen su ca¨ªda y la reuni¨®n es tan mediocre que no soportar¨¢ el peso de dos cuerpos, el terror se comparte. As¨ª, la mente nunca reposa, el miedo a morir crece y la ¨²nica soluci¨®n es huir hacia arriba.
"Para muchos escaladores contempor¨¢neos, esta ascensi¨®n ¡°asesin¨® el alpinismo¡±
El 18 de julio, la cordada alcanz¨® un terreno m¨¢s amable que conduc¨ªa r¨¢pidamente a la arista, su puerta de salida. Pero esa tarde comenz¨® a nevar, sigui¨® nevando toda la noche y el d¨ªa siguiente. Estaban atrapados sin comida ni bebida, y su ¨²nica posibilidad pasaba por aguantar m¨¢s que la tormenta. Las alucinaciones son frecuentes en altura, en estados de hipoxia y desnutrici¨®n. La mente dibuja compa?eros imaginarios con los que uno puede incluso llegar a dialogar.
Tanto Kurtyka como Schauer afirman que tuvieron la compa?¨ªa de un ¡°tercer hombre¡± mientras dur¨® la espera, sentados, sin moverse durante dos noches y un d¨ªa. Lo ¨²nico que pod¨ªan hacer era reflexionar, y los pensamientos de Kurtyka enseguida derivaron hacia la muerte. Despu¨¦s de tanta lucha, aceptaba su destino. ?Pero era Schauer consciente de lo cerca que estaba del final? De pronto, Kurtyka se obsesion¨® con una idea. Schauer deb¨ªa comprender su situaci¨®n, as¨ª que despu¨¦s de vacilar se atrevi¨® a iniciar el di¨¢logo, aunque no lleg¨® a formular su pregunta puesto que este le interrumpi¨®: ¡°S¨¦ lo que piensas. Estoy preparado, no te preocupes¡±.
Semienterrado en la nieve, Kurtyka comprendi¨® el significado de la muerte. A¨²n hoy agradece la experiencia que le prepar¨® para cualquier contingencia. Cuando ces¨® la tormenta, el fr¨ªo les devolvi¨® la vida y lograron extraerse de sus tumbas.
Al alcanzar la arista, sus miradas se desviaron hacia la cumbre tentadoramente pr¨®xima, al alcance de unos pocos pasos, pero ambos sab¨ªan que nunca bajar¨ªan vivos. As¨ª, sin hablar, enfilaron hacia abajo. Las alucinaciones pronto regresaron y sorprendentemente fueron capaces de tomar en todo momento las decisiones m¨¢s conservadoras, pese a que sus cerebros trabajaban en dos planos diferentes. La necesidad de descender era tan apremiante que lo l¨®gico hubiera sido una retirada precipitada e irreflexiva, pero hab¨ªan aprendido a sobrevivir y no iban a olvidarlo. Los alpinistas m¨¢s admirados son aquellos que logran burlar a la muerte. Para muchos escaladores contempor¨¢neos, esta ascensi¨®n ¡°asesin¨® el alpinismo¡±: nunca nadie igualar¨¢ la pureza, el valor y el compromiso de la misma.
La belleza de no haber llegado a la cumbre
Durante a?os, Voytek Kurtyka sufri¨® por no haber alcanzado la cima, mientras que Robert Schauer entendi¨® que el hecho de haber escalado la pared oeste dejaba en segundo plano la guinda de la cima. Antes de esta incre¨ªble ascensi¨®n al Gasherbrum IV, nunca hab¨ªan escalado juntos y apenas se conoc¨ªan. El polaco escogi¨® al austriaco por pura conveniencia: era fuerte, experimentado en altura y ten¨ªa recursos econ¨®micos. Jam¨¢s volvieron a escalar juntos y a Kurtyka le molest¨® el punto de vista de su compa?ero respecto a su escalada.
La decepci¨®n por no haber alcanzado la cumbre pese a tenerla a unos pocos metros de distancia y decidir iniciar el camino de descenso avinagraba el ¨¦xito de la ascensi¨®n y deprim¨ªa al polaco. Sin embargo, con el paso del tiempo, y mientras la comunidad alpin¨ªstica se deshac¨ªa en elogios hacia ambos por esta proeza, Kurtyka aprendi¨® un nuevo enfoque: la belleza de la imperfecci¨®n.
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