Egan Bernal sentencia el Tour en el Iseran
La cima alpina m¨¢s alta encumbra al colombiano de 22 a?os, l¨ªder tras una etapa recortada por un deslizamiento de la carretera. La jornada de este s¨¢bado se reduce a 59km en Val Thorens
¡°Cuando la naturaleza se desencadena su fuerza es m¨¢s fuerte que la de todos los humanos¡±, dice Christian Prudhomme, el jefe del Tour, y no costar¨ªa mucho pensar que est¨¢ hablando de Egan Bernal, un chaval colombiano de 22 a?os y cara de ni?o a¨²n, y ojos grandes que se comen el mundo con una ilusi¨®n que parece tan pura, su hambre. Egan ha atacado en el Iseran, el gigante de los Alpes, y se ha ido solo, solo como los campeones deben ir, solo como iba Eddy Merckx, y mira solo atr¨¢s, girando m¨ªnimamente la cabeza, para comprobar el desastre que a sus espaldas crece. Y desde atr¨¢s solo alcanzan a distinguirlo con un catalejo.
Egan va a por el Tour, a por el maillot amarillo, y nadie puede seguirlo. Toda la gran generaci¨®n de ciclistas, todos los que han convertido el del 19 en un Tour que se recordar¨¢ como el Tour de la gran aventura, se han rendido. Alaphilippe, Thomas, Kruijswijk, Buchmann, Landa, Valverde, su Nairo admirado, todos se borran en la distancia. Quiz¨¢s piensen que recuperar¨¢n fuerzas en el descenso hacia la ¨²ltima subida, hasta Tignes, a donde Egan quiere llegar solo, claro, para dejar claro que le ha dicho al destino, sin temerle, voy a por ti, no huir¨¦, y aqu¨ª estoy. Quiz¨¢s sue?an con un desfallecimiento del colombiano, quien, cuando faltan cinco kil¨®metros para la cima del Iseran, se pregunta y decide: ?ataco para ganar y arriesgo un podio que parece seguro o me quedo parado, conservo y me paso el resto de mi vida pregunt¨¢ndome qu¨¦ habr¨ªa pasado si ataco?
Era una pregunta ret¨®rica. No hab¨ªa dudas. En su temperamento ciclista no cabe m¨¢s que la valent¨ªa. Y, audaz, se lanza.
Su equipo, el Ineos, la m¨¢quina del c¨¢lculo y el control, se ha hecho con los mandos del Tour loco, lo ha devuelto a la cordura, pero es un colombiano que disfruta solo peleando como un ni?o, pensando en el placer de volar, en la adrenalina de la competici¨®n, quien toma las riendas del futuro del equipo. Su victoria, la del Ineos, no es ya la muerte de la esperanza de que lo inesperado ocurra, no se?ala la imposibilidad del Tour de ataque. El trantr¨¢n del Ineos no aplana los Alpes la ilusi¨®n, como sol¨ªa, sino que da a la luz una nueva.
El terreno se lo hab¨ªa preparado su compa?ero Thomas, que hab¨ªa atacado para acabar por fin con el Alaphilippe cuya presencia les torturaba y les quitaba el sue?o. Como si hubiera concierto entre todos los que miran al franc¨¦s como a un intruso, su ataque lo replica Kruijswijk, que quiere asegurar su podio. Pinot no entra en el juego: se ha retirado lesionado antes de que la etapa comenzara a madurar. Su cuerpo nunca aguanta su car¨¢cter ofensivo, siempre se rompe en un lamento y un grito: es el ¨²nico corredor que siempre rebasa sus l¨ªmites, y no cejar¨¢ de hacerlo. Es el ciclista que al que se admira, sin c¨¢lculo. Tampoco entran los Movistar: Nairo no aguanta el ritmo, Landa cede. Egan abandona su puesto de vigilancia a rueda de Alaphilippe, que muerde el aire enrarecido a grandes bocanadas y, ligero como ninguno, y m¨¢s fuerte, avanza, avanza y ataca. El Tour se mueve a 2.300m de altitud. Hace cinco que todos pedalean por encima de la frontera de los 2.000m. Mientras todos pelean para encontrar ox¨ªgeno en el aire tan fino, Egan disfruta como cuando sube desde su Zipaquir¨¢, a 2.700m por la ruta hacia Pacho, como Efra¨ªn Forero, el primer mito del ciclismo colombiano, el Indomable Zipa, hac¨ªa hace 70 a?os. Egan es el nuevo Zipa, el ni?o maravilla de Zipaquir¨¢, y todos se maravillan. Quedan 42 kil¨®metros para la meta. Este ser¨¢ el gran ataque que decidir¨¢ el Tour.
Cuando hablaba de las fuerzas de la naturaleza desbocadas, Prudhomme no hablaba de Egan, claro, Egan es una fuerza de la naturaleza demasiado humana, m¨¢s humana quiz¨¢s que todos los antiguos grandes campeones conocidos, el mismo Merckx, o Indurain, Armstrong, Hinault y Froome. Se refer¨ªa emocionado a la tormenta que corta la carretera con deslizamientos de barro sobre el asfalto, y granizo, y la luz se apaga y se crea un tel¨®n de fondo dram¨¢tico, oscuro, para acoger la luz de su nuevo maillot, el esplendor.
Una moto se le acerca desde atr¨¢s cuando, con Simon Yates, un refugiado de la fuga que se ha agarrado a su chepa en el descenso, se acerca a Val d¡¯Is¨¨re. El piloto, con en¨¦rgicos gestos de su mano derecha le ordena que pare, que pare, que no siga, y Egan lo mira incr¨¦dulo, y no lo entiende. Por el pinganillo oye conversaciones en ingl¨¦s y gritos de sorpresa, pero no las entiende, tanto es el barullo. Pide que le hablen en espa?ol. ¡°La etapa ha terminado. La carretera est¨¢ cortada. Imposible atravesar la inundaci¨®n. Se toman los tiempos en la cima del Iseran. Eres el maillot amarillo del Tour¡±, le dicen los de su equipo en un idioma que entiende, un mensaje que le transforma. Ha corrido literalmente con la cabeza en las nubes, en el Iseran, a 2.770 metros sobre el nivel del mar, y ahora, bajando, se siente en las nubes de verdad, y tiene miedo de que todo sea un sue?o, y, dice, si lo fuera, espero no despertar nunca.
Egan es el tercer colombiano que viste de amarillo, tras los fugaces lideratos de V¨ªctor Hugo Pe?a y Fernando Gaviria. Es el primero de su pa¨ªs, el pa¨ªs de los grandes Lucho y Fabio Parra, del gran Nairo, tres veces podio, que llega a lo m¨¢s alto del Tour a solo dos d¨ªas del final. Nadie apostar¨ªa por un ganador del Tour m¨¢s espectacular en d¨¦cadas que no se llamara Egan Arley Bernal, de 22 a?os, tres meses m¨¢s joven que Felice Gimondi, quien figura hasta ahora como el m¨¢s joven ganador del Tour de los a?os modernos, los que comienzan en 1947.
La anulaci¨®n de 37,5 kil¨®metros de la etapa le roba quiz¨¢s parte del placer de ascender un puerto en solitario, delante de todos, y de sentirse ¨²nico unos minutos m¨¢s; y le roba a sus rivales, a Alaphilippe, el acr¨®bata de los descensos que roza la ca¨ªda en cada curva trazada al mil¨ªmetro, el derecho a seguir peleando hasta el final por la victoria.
No hay pol¨¦mica. ¡°Di el m¨¢ximo y me ha ganado Egan Bernal, uno m¨¢s fuerte¡±, dice Alaphilippe en su rendici¨®n. ¡°El maillot amarillo ya est¨¢ fuera de mi alcance¡±. No solo eso. La etapa de este s¨¢bado tambi¨¦n se ha visto recortada por los desprendimientos previos a Val Thorens, y se queda solo con la ¨²ltima subida y 59 kil¨®metros, una jornada que comenzar¨¢ a las 14.30.
Coronaci¨®n en la cima
La anulaci¨®n, el Tour de rodillas ante la naturaleza incontrolada, le regala, sin embargo, y regala a todos los aficionados, una coronaci¨®n ¨²nica en la historia. El Iseran, el puerto de Gino Bartali, el puerto en el que Bardet disfrutaba de ni?o, nunca ha sido final de etapa. El hecho m¨¢s notable ocurrido en su cumbre, la del paso de carretera m¨¢s elevado de Europa, fue la retirada, en 1959, del viejo Louison Bobet, el franc¨¦s que hab¨ªa ganado tres Tours, el m¨¢s amado por los suyos, quien se baja de la bici y se la entrega a Bartali en persona, que le espera para recogerla y acompa?arlo en su retirada. Desde el 26 de julio de 2019, la cima del Iseran ser¨¢ recordada como el lugar en el que el Tour dio al mundo un nuevo gran campe¨®n.
Cuando llega a Tignes en coche, Egan, tan humano, es un derroche de sentimientos. Abraza a su pareja, Xiomara, y est¨¢ minutos con ella, y la besa, y se emocionan los dos, y ella cierra los ojos en su pecho con una sonrisa de felicidad tan absoluta que ning¨²n pintor lograr¨ªa imitar, y se emociona abrazando a su padre, Germ¨¢n, al que le cuenta al o¨ªdo durante minutos su vida y su amor, y el padre le hace la se?al de la cruz en su pecho, ya amarillo, cuando se separan.
Y cuando le preguntan c¨®mo se siente, solo alcanza a decir: ¡°Tengo ganas de llorar¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.