El sue?o de una campeona
Hay pocas im¨¢genes que escenifiquen mejor la felicidad que ver a los Fern¨¢ndez Ochoa bajando sus monta?as, esquiando libremente
Nada le fue f¨¢cil. Pero Blanca era una competidora nata.
Juegos de Calgary de 1988. La recuerdo n¨ªtidamente en una carpa, sentada en un banco de madera frente a su entrenador. Ten¨ªa los ojos cerrados, estaba visualizando el recorrido. Dibujaba con las manos los virajes de la segunda manga del eslalon gigante. Pura concentraci¨®n. Abr¨ªa los ojos cuando llegaba a la meta. Una y otra vez.
Nunca hab¨ªa estado m¨¢s cerca. Era la gran favorita despu¨¦s de haber marcado el mejor tiempo en la primera manga. A pesar de la diferencia horaria, la euforia lleg¨® hasta Espa?a. Todo el mundo se peg¨® a la tele.
Pero la suerte es tan resbaladiza como la nieve. Y cuando lleg¨® el momento de la verdad, se qued¨® a tres puertas de la medalla. A¨²n resuena el grito de su hermano Paco en los micr¨®fonos de TVE: ¡°?Se ha ca¨ªdo, por Dios, se ha ca¨ªdo, noooo!¡±
Tambi¨¦n es n¨ªtido el recuerdo de Blanca acerc¨¢ndose hasta donde la esper¨¢bamos los periodistas. Estaba hecha un mar de l¨¢grimas. No hubo preguntas.
La secuencia de esa ca¨ªda la persigui¨® durante cuatro a?os, hasta los siguientes Juegos. Hace a?o y medio mantuvimos una larga conversaci¨®n preparatoria para una entrevista en RNE. Le dije que le deb¨ªa unas fotos. Se las hab¨ªa hecho entonces, en aquel momento de concentraci¨®n absoluta en el que pudo ser su gran d¨ªa; pero quedaron en un caj¨®n. ¡°A estas alturas ya me las puedes dar¡±, ironiz¨®.
Y a?adi¨®: ¡°Hay algo que no sabes, en ese tiempo tan importante entre manga y manga, que te pasan tantas cosas por la cabeza, vino a verme alg¨²n federativo, no digo qui¨¦n porque ya no est¨¢ entre nosotros, que me dijo que se conformaban con el bronce, que amarrara, pero que consiguiera medalla. Eso me provoc¨® tanta angustia, tanta ansiedad... Por eso en Albertville 92, entre manga y manga me fui a esquiar sola, a comer entre pistas, porque si no, la historia se hubiera repetido¡±.
En Albertville lleg¨® la medalla. As¨ª que ya pod¨ªa dejarlo. Aunque Juan Antonio Samaranch le envi¨® una carta para convencerla de que aguantara cuatro a?os m¨¢s. No dar¨ªa m¨¢s pr¨®rrogas. Lo hab¨ªa decidido con mucha antelaci¨®n y muy firmemente. Y le pidi¨® a un amigo, que escrib¨ªa muy bien, que le redactara una carta convincente, de forma que el presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional lo entendiera.
En los 26 a?os siguientes, se calz¨® unos esqu¨ªes apenas cinco veces. Todas ellas con ocasi¨®n de homenajes a su hermano Paco o para apoyar actos ben¨¦ficos. Y hasta 2018 no volvi¨® a ver competiciones de esqu¨ª en televisi¨®n. ¡°Ya no conozco a nadie¡±, comentaba. En realidad, estaba sobresaturada.
Con raz¨®n. Desde que empez¨®, una cr¨ªa, a los 9 a?os y hasta los 29 en que fue medallista ol¨ªmpica, hab¨ªa tenido que aprender a digerir que todas las miradas pareciesen preguntarle: ¡°?Y t¨² cu¨¢ndo?¡±. Eso ocurre si tienes un hermano que se ha erigido en gran ¨ªdolo del deporte espa?ol. ¡°No sabes c¨®mo aprieta la presi¨®n¡±, confesaba.
Paco, su hermano. Sus siete hermanos, una tribu risue?a. Hay pocas im¨¢genes que escenifiquen mejor la felicidad que los ocho bajando sus monta?as, esquiando libremente. Pod¨ªa ocurrir que los vieras desde un telesilla, y era un espect¨¢culo impresionante. Se jaleaban, daban gritos. La que m¨¢s, Blanca.
Esa era la cara brillante de su deporte y de su familia. Luego estaba la otra, la de la competici¨®n, la de la Copa del Mundo. La de los madrugones: se levantaba a las 4.45 para entrenarse. En los Alpes o en Bariloche. As¨ª se izaba arriba de la monta?a cuando sal¨ªa el sol, as¨ª empieza la disciplina cotidiana de este juego, que acaba hasta el ¨²ltimo rayo. Uno de esos d¨ªas, al acabar, interrogaba, un punto mordaz: ¡°?Te ha gustado la vida del esquiador de competici¨®n?¡± Lola, su hermana tambi¨¦n esquiadora y su c¨®mplice principal, a su lado, sonre¨ªa. La sonrisa era, todav¨ªa es, marca de la casa.
La primera vez que se quebr¨® fue ante la muerte de Paco. En sus ¨²ltimos tiempos, los hermanos se turnaban para estar con ¨¦l. Le dijo a Blanca: ¡°R¨ªe por m¨ª al menos una vez al d¨ªa, y a ser posible con una carcajada¡±. No fue f¨¢cil, otra vez. A la pregunta de si pudo cumplir ese encargo, respondi¨® escuetamente: ¡°No¡±.
Paco era quien mejor presentaba a su hermana. Volc¨® en ella todo su entusiasmo. Como ella con sus hijos, David y Olivia. Los dos han elegido el rugby. Olivia forma parte de la selecci¨®n nacional. ¡°Mi gran ilusi¨®n es volver a unos Juegos Ol¨ªmpicos pero de verano y desde una grada, como madre, quiero ver ah¨ª a Olivia, en Tokio 2020¡±. Un sue?o.
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