El piano desafinado de Zidane
Al menos que el Madrid respete su condici¨®n de leyenda y honre los servicios prestados d¨¢ndole tiempo
La Champions de los fracasados
En la primera jornada de Champions todos se sienten favoritos, pero nadie lo dice. Hacen muy bien. Todos saben que cuantos m¨¢s favoritos tengamos en septiembre, m¨¢s fracasados habr¨¢ en mayo. Este torneo es, para los clubes europeos, la ¨²nica unidad de medida que consagra la grandeza. Los otros t¨ªtulos son un consuelo insuficiente que apenas sirve para evitar el fracaso. Esta percepci¨®n algo perversa, como siempre que la emoci¨®n mete los dedos en la inteligencia, tiene un elemento novedoso. El f¨²tbol siempre le puso acento a lo local. Era m¨¢s importante ganarle al pueblo de al lado que a cualquier pa¨ªs del continente. Pero la idea de Europa como algo nuestro se va imponiendo lentamente y el f¨²tbol ya lo est¨¢ reflejando. Adem¨¢s, el mercado, que cada d¨ªa pesa m¨¢s, obliga a gestas globales. Arranc¨® la Champions, s¨¢lvese quien pueda.
El virus
El Bar?a sigue tropezando con la misma piedra. Los equipos que se animan a faltarle al respeto y le juegan con decisi¨®n logran convertir en intrascendente su f¨²tbol de posesi¨®n. Ese juego que ya es parte de su cultura y que antes serv¨ªa para desequilibrar, cuando no para bailar a los rivales, ahora solo parece un refugio ante los chaparrones que caen en Dortmund, Pamplona o Bilbao. Esa doble personalidad hace m¨¢s extra?a la ausencia de Rakitic, caballo que sirve para un paseo y para una batalla y que no hizo nada para perder el puesto. Es cierto que la concurrencia ahora es mayor con la llegada de De Jong, pero no veo que el medio del campo haya mejorado su equilibrio. Falta Messi, claro, que es mucho decir porque un genio incide nada menos que en el resultado. Eso disimular¨¢ el virus que tanto da?o le hizo en Europa los ¨²ltimos a?os, pero un nuevo Liverpool lo puede activar.
La revoluci¨®n del proletariado
¡°Falt¨® intensidad¡±, dijo Zidane en Par¨ªs, un modo de hablar que apunta a una tendencia. El PSG, equipo rico y glamuroso, dej¨® a sus figuras en la tribuna por fuerza mayor y se sorprendi¨® ante las admirables virtudes competitivas de la clase proletaria. Nos privamos de la genialidad y el virtuosismo, pero el equipo lo compens¨® con profesionalidad, obstinaci¨®n, esp¨ªritu colectivo, coraje¡ El Madrid le opuso muchos jugadores de inspiraci¨®n, de esos que agitan la imaginaci¨®n cuando uno lee la alineaci¨®n, pero en el terreno de los hechos, esas almas libres perdieron los duelos cuando la lucha fue individual, y se agrietaron cuando el partido les reclam¨® como equipo. Dec¨ªa Alfredo Di St¨¦fano que ¡°el f¨²tbol se juega, no se corre¡±. Pero las dos alineaciones de Par¨ªs hicieron f¨ªsica una tendencia que en la Champions se est¨¢ haciendo indiscutible: si en un equipo no corren todos, ni se juega ni se gana.
El monumento del tiempo
Zizou trajo tres Champions en su aparici¨®n como entrenador, y todo su prestigio como salvavidas para un club en ca¨ªda libre en su regreso. Deber¨ªamos estar hablando del monumento que merece, pero los cuchillos afilados de la opini¨®n ya cortan en tres direcciones: dudando de su capacidad, deslizando rumores y apuntando sustitutos. Como el f¨²tbol es desmemoriado, el monumento tendr¨¢ que esperar, y como es feroz, le esperan m¨¢s pu?aladas. Es cierto que no da con la tecla, pero lo es tambi¨¦n que toca en un piano desafinado, sin un dise?o de plantilla que le permita definir un equipo que, hoy por hoy, no es defensivo ni ofensivo ni medio pensionista. Par¨ªs aparte, el equipo tiene momentos de rebeld¨ªa y hasta de buen juego, pero nunca con una continuidad que lo haga confiable. Ya que no un monumento, al menos que el club respete su condici¨®n de leyenda y honre los servicios prestados d¨¢ndole tiempo.
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