Hurac¨¢n Garc¨ªa
Al viejo faro de la radio espa?ola se le calent¨® la boca hablando del f¨²tbol femenino. En realidad se limit¨® a hacer aquello que le dio fama: decir lo que sea sin importarle las consecuencias
M¨¢s que inc¨®modos, los silencios en el f¨²tbol suelen resultar tenebrosos: un estadio vac¨ªo, un vestuario despu¨¦s de una derrota, un centrocampista que no pide nunca el bal¨®n... Pero si hay un silencio que estremece de verdad, ese es el de los grandes protagonistas de este negocio ante ciertas injusticias, como si la primera obligaci¨®n del buen futbolista fuera la de callar y mirar siempre hacia otro lado, especialmente cuando su voz solo puede sumar. Uno de los m¨¢s clamorosos que se recuerdan tiene que ver con el mutismo de nuestras principales figuras masculinas mientras sus compa?eras de profesi¨®n luchan por un convenio colectivo de m¨ªnimos, justo a duras penas. Y mientras algunos esper¨¢bamos un peque?o gui?o, alg¨²n tipo de declaraci¨®n cuando menos solidaria, lo que lleg¨® fue el hurac¨¢n Garc¨ªa.
Al viejo faro de la radio espa?ola, hoy reciclado en piloto intermitente de estilo vintage, se le calent¨® la boca ante los micr¨®fonos de la cadena Cope. En realidad, Garc¨ªa se limit¨® a hacer aquello que le dio fama, dinero y poder: decir la suya sin importarle las consecuencias. Escucharlo fue como regresar a la cama nido con el viejo transistor incrustado entre las almohadas, a las noches de radio deportiva con tintes de guerra civil. Sus palabras sobre el f¨²tbol femenino sonaron tan desactualizadas, tan llenas de viejos chascarrillos y prejuicios, que por un momento corrimos un serio riesgo de quedarnos a vivir en el pasado y terminar votando el pr¨®ximo d¨ªa 10 a Felipe Gonz¨¢lez, Manuel Fraga o Marty McFly. ¡°?Qu¨¦ porcentaje de jugadoras de Primera llegan desde el c¨®rner a la porter¨ªa?¡±, dijo Garc¨ªa entre otras lindezas. Parec¨ªa el t¨ªpico comentario de quien, por edad, bien podr¨ªa haber asistido al estreno de Las Ib¨¦ricas F.C.
Algo -o alguien- debi¨® remover la conciencia del periodista que no tard¨® demasiado en intentar matizar sus declaraciones, algo tan propio del S.XXI que, por fuerza, no le pod¨ªa sentar bien a Garc¨ªa. Le sobraron algunos cl¨¢sicos del machismo de base, como el habitual ¡°ni machismo ni feminismo¡± o el muy acudido ¡°yo tengo una nieta¡±, pero dej¨® una reflexi¨®n interesante que alguien se deber¨ªa tomar muy en serio cuando se olvide el terremoto provocado por sus malas palabras. ¡°Han empezado a construir por el tejado¡±, se?al¨® en uno de los momentos m¨¢s l¨²cidos de su segunda intervenci¨®n. ¡°Hasta hace poco solo ten¨ªan mecenazgo publicitario las regatas del rey. Ahora tambi¨¦n el f¨²tbol femenino¡±. Sobre esa premisa quiz¨¢ s¨ª podr¨ªa establecerse un debate de cierto calado, pero que de ninguna manera puede ensombrecer las l¨®gicas y justas demandas de las futbolistas.
Garc¨ªa, como todos nosotros, tambi¨¦n se hace viejo. Puede que a un ritmo menor que el com¨²n de los mortales, pero se hace viejo. Lo pensaba escuchando a Jorge Valdano, uno de sus sacos fetiche durante las noches del plomo, dando un dato escalofriante para los que ya hemos alcanzado la cuarentena: el padre de Rodrygo, futbolista del Real Madrid, tiene 34 a?os. ?C¨®mo no va a patinar Garc¨ªa hablando sobre f¨²tbol femenino si yo acabo de caerme del sof¨¢, incapaz de agarrarme a este nuevo marco temporal? Su sonado tropez¨®n solo demuestra dos cosas, en definitiva: que el mundo se mueve, afortunadamente, y que el mejor ant¨ªdoto contra el silencio suele ser un grito desesperado... O desesperante, elijan ustedes el calificativo.
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