Con las maletas en la puerta
Lo que siempre se le ha reprochado a Gareth Bale es que no sea alguien diferente a Gareth Bale
El f¨²tbol se ha convertido en un espect¨¢culo tan despiadado que a sus protagonistas ya no se les consiente ning¨²n atisbo de humanidad, ni un solo rasgo que los emparente con el com¨²n de los mortales. Este escrutinio constante del personaje, que no de la persona, lo conoce muy bien Gareth Bale: un futbolista que ha levantado cuatro trofeos de la Liga de Campeones con el Real Madrid y al que, parece ser, le gusta jugar al golf en su tiempo libre. ?Adivinan cu¨¢l de estas dos premisas se ha convertido en capital -y cu¨¢l en anecd¨®tica- a la hora de juzgar su trayectoria profesional en Espa?a? Parece que ya hemos alcanzado ese punto en nuestra evoluci¨®n como aficionados donde nos importa m¨¢s la mujer del C¨¦sar que el C¨¦sar mismo, una p¨¦sima noticia para todos aquellos futbolistas que se resisten a ser tratados como simples correas de transmisi¨®n entre el hincha y la eternidad.
En realidad, lo que siempre se le ha reprochado al jugador gal¨¦s es que no sea alguien diferente a Gareth Bale. A veces pienso que todo le habr¨ªa ido mejor si fuera m¨¢s bajito, diestro, rubio y nacido en La Palma del Condado, provincia de Huelva. Que fuese Miguel Pardeza, en definitiva, y que su llegada al Madrid se hubiera materializado mucho antes del segundo advenimiento de Florentino P¨¦rez como entrenador, director deportivo y presidente del club blanco. Curiosamente, y como le sucede al zurdo de Cardiff, una de estas tres funciones resulta ser meramente anecd¨®tica a ojos de la cr¨ªtica, como si todo lo bueno que le ha sucedido al Madrid en los ¨²ltimos a?os se deba a la incapacidad del Florentino dirigente para imponerse al P¨¦rez entrenador y el P¨¦rez director deportivo. De esa soledad del futbolista frente al escrutinio voraz del p¨²blico, del ser humano anulado por su condici¨®n de personaje, habl¨® precisamente Pardeza en la Biblioteca Nacional el pasado martes, apenas unas horas antes de que Bale se dejase fotografiar tras una bandera con el siguiente mensaje escrito en ingl¨¦s: ¡°Gales, golf, Madrid: en este orden¡±.
Que se tratara de una afrenta directa al club que le paga su salario, o de una respuesta ocurrente a las ¨²ltimas cr¨ªticas vertidas sobre ¨¦l, es, en este momento, lo de menos. Como sucede en otros tantos ¨¢mbitos de la vida, los hechos solo sirven para confirmar una opini¨®n preestablecida sobre cualquier asunto y en esto no ser¨¢ Bale una excepci¨®n sino otro s¨ªntoma. ¡°Las conmociones no suelen durar mucho m¨¢s de cuarenta y ocho horas. El p¨²blico siempre espera con voracidad la siguiente¡±, le dice el primer ministro brit¨¢nico a la reina Isabel en uno de los nuevos cap¨ªtulos de The Crown, la exitosa serie de Netflix. A esto debe agarrarse el futbolista del Real Madrid, si es que la ¨²ltima pol¨¦mica suscitada le importa lo m¨¢s m¨ªnimo, un extremo que nadie puede asegurar del todo salvo ¨¦l mismo.
Tarde o temprano, Bale dejar¨¢ su taquilla y dorsal a otro futbolista. El tiempo se encargar¨¢ de borrar todos los peros que han ensombrecido su rendimiento y la historia le reservar¨¢, como se merece, un lugar preferente entre los h¨¦roes de una etapa capital en la ya de por s¨ª laureada historia del Madrid. Porque a veces es necesario morir varias veces para que la desaparici¨®n del personaje nos permita, por fin, admirar a la persona. Y la primera muerte de un futbolista siempre llega con su ¨²ltima despedida, tambi¨¦n en aquellos que, como el gal¨¦s, parecer llevar siglos con las maletas en la puerta.
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