El VAR salva a un deprimente Bar?a
Un gol de penalti, decretado con el videoarbitraje y transformado por Messi, resuelve un partido muy bien jugado por una Real Sociedad falta de contundencia
El Bar?a ya no se vale por s¨ª mismo, ni siquiera en su refugio del Camp Nou, sino que precisa de ayuda tecnol¨®gica para sostenerse en LaLiga. Muy desfigurado y deshecho como equipo, cada vez m¨¢s angustiado, el plantel barcelonista celebra la implantaci¨®n del VAR para ganar partidos que se le resisten futbol¨ªsticamente como el que le enfrent¨® a la Real. Un penalti salido de la nada, una jugada aparentemente inocua que acab¨® con la pelota en el brazo extendido de Le Normand, decidi¨® un partido de supervivencia para el Barcelona cuando se mascaba el gol en la porter¨ªa de Ter Stegen. A falta de f¨²tbol y de goles, al barcelonismo no le qued¨® m¨¢s remedio que acogerse a la mirada de los que no juegan sino de los que siguen los encuentros por televisi¨®n para cantar victoria ante la Real Sociedad.
A ojos del Camp Nou, el Barcelona fue sometido por el equipo donostiarra, superior en el juego y por el contrario falto de contundencia, demasiado chato, vencido en cualquier caso por una acci¨®n que escapa a cualquier planteamiento, incluso al del excelente t¨¦cnico Imanol Alguacil. Nunca estuvo la Real tan cerca de una victoria en el Camp Nou que se le escapa desde los tiempos de Aldridge y Atkinson. A?o 1991. La inocencia de jovial plantel donostiarra fue una bendici¨®n para el regresivo Barcelona. La actuaci¨®n azulgrana acab¨® por ser deprimente a pesar del gol de Messi. No hay m¨¢s santo y se?a en el inmenso estadio que el 10.
Hay tensi¨®n en el Camp Nou, todav¨ªa contenida, porque nada est¨¢ perdido si se except¨²a la Copa. A la hinchada que a¨²n acude al estadio le duelen derrotas como la del Bernab¨¦u. No ha ca¨ªdo en la indiferencia que atrapa al equipo cuando sale de Barcelona ni en la insensibilidad de la junta, tampoco en el desd¨¦n de los aficionados que se dieron la vuelta porque no tienen ninguna fe en la transici¨®n del Bar?a. La bronca fue manifiesta contra el Eibar, el enfado tambi¨¦n se not¨® ante la Real y se repitieron las peticiones de dimisi¨®n de Bartomeu. No fue un clamor, tampoco un estruendo, sino una protesta parecida a un quejido, banda sonora que ya parece formar parte del ceremonial del Camp Nou.
El ruido se acaba cuando se nombra a Messi, siempre aclamado, ni que sea para que no le entre la duda de tomar la puerta de salida, y se pone la pelota en juego siempre que no la toque Ter Stegen. Los espectadores se ponen nerviosos cuando el portero no est¨¢ preciso con el pie, falto de l¨ªnea de pase y acosado tambi¨¦n por la presi¨®n del rival, muy notoria en la Real. Jugaba como una unidad el equipo blanquiazul, muy sincronizado y agradecido en ataque, m¨¢s vulnerable en cambio defensivamente, amenazado por los desmarques de Braithwaite y la sutileza de Messi, situado de falso 9. La presencia de un tercer delantero como el dan¨¦s fortaleci¨® de entrada la ofensiva del Bar?a.
La Real giraba bien alrededor de Isak, encimado por Piqu¨¦, mientras Braithwaite estiraba al Barcelona. A los dos equipos, sin embargo, les costaba acabar la jugada y encontrar la porter¨ªa en un partido muy abierto, cada vez m¨¢s estresante para el Camp Nou. Imprecisos en el toque, los azulgrana prefer¨ªan correr, reducidos en ataque est¨¢tico, mitad serios y mitad tristes, reflejados en la cara de Messi. El 10 porf¨ªa por la bola hasta que se desquicia y toma una tarjeta por una patada, un gesto ins¨®lito en el capit¨¢n. Las sanciones y las lesiones se suceden en un equipo corto de recursos y muy exigido por m¨¢s que disimule el siempre feliz Seti¨¦n.
Piqu¨¦ al rescate
La precariedad azulgrana contrastaba con la abundancia de la Real. Los donostiarras dominaban en la cancha, amos del bal¨®n y del reloj, e intimidaban con el banquillo con Zubeldia, Zald¨²a y Oyarzabal mientras se calentaba el Camp Nou. ?nicamente el coloso Piqu¨¦ aguantaba mientras sudaban los seguidores del Barcelona. El encuentro qued¨® a pedir de boca para los muchachos de Alguacil, reiterativos en sus llegadas, tan aseados en su despliegue como poco afinados en el tiro, faltos de contundencia para expresar su superioridad sobre el Bar?a. No hab¨ªa m¨¢s futbolista azulgrana en cancha realista que Messi. Y los disparos espor¨¢dicos del 10 tampoco lograban encontrar el arco de Remiro.
No estaba afortunado Messi y no ayudaban Griezmann ni De Jong. Hasta pareci¨® que se rend¨ªa Braithwaite. Hay un momento en que ya no se sabe qui¨¦nes son los noveles y los veteranos en el Bar?a. Al rescate azulgrana acudi¨® moment¨¢neamente Piqu¨¦. El equipo se arremang¨® y oblig¨® a retroceder por un rato a la Real cuando ya hab¨ªa entrado en el campo Oyarzabal. Aument¨® el ritmo barcelonista y sali¨® a escena Arturo Vidal. La l¨ªnea de centrocampistas se rompi¨®, la contienda se abri¨® y Monreal cruz¨® por segunda vez un bal¨®n que lami¨® el poste izquierdo de Ter Stegen.
El cuero no sal¨ªa del ¨¢rea del Bar?a y soplaba el estadio cuando intervino el VAR y el ¨¢rbitro decret¨® penalti en la jugada previa al tiro de Monreal porque Le Normand rechaz¨® con la mano un centro de Vidal al que acud¨ªa a rematar Lenglet. Messi transform¨® el penalti y el Bar?a se puso a defender el gol como si se jugara la vida m¨¢s que LaLiga. La defensa fue tan orgullosa y numantina que Junior sali¨® por Braithwaite. El tanto anulado a Alba fue una an¨¦cdota en un partido que el Barcelona gan¨® por casualidad despu¨¦s de la derrota del Bernab¨¦u.
La agon¨ªa se acab¨® con gritos de dimisi¨®n para Bartomeu. Ya no se disfruta sino que solo se sufre en el Camp Nou. Incluso Messi.
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