Pedro Delgado: ¡°Qui¨¦n hubiera tenido el motor de Hinault, y ese amor por la gesta¡±
El segoviano, primer ¨ªdolo del pelot¨®n en la joven democracia espa?ola, recuerda c¨®mo le marcaron tres episodios del bret¨®n en el Tour del 86
En el equipo de Moliner y M¨ªnguez destacaban Tom¨¢s de la Fuente, de La Ba?eza, y Jos¨¦ Antonio Cabrero, de Zamora, que eran tambi¨¦n los mayores, y Perico Delgado, un juvenil dos a?os m¨¢s joven reci¨¦n llegado de su Segovia a Valladolid a mediados de los a?os 70, solo ten¨ªa ojos para Cabrero, alto, espigado, pura elegancia sobre la bicicleta y una tremenda facilidad escaladora. Era el s¨²mmum ciclista. ¡°Sub¨ªa como un tiro. Le envidiaba¡±, recuerda Perico, que de ni?o no tuvo ¨ªdolos. ¡°No hab¨ªa ciclismo por la tele, no hab¨ªa revistas, no te enteras m¨¢s que de lo que hab¨ªa a tu alrededor, y cuando pasaba la Vuelta cerca de casa, iba a coger los bidones que tiraban los ciclistas¡±.
Cabrero tiene 61 a?os y un cami¨®n y hace transportes, y cuando le preguntan por qu¨¦ no cuaj¨® como profesional, con todo el potencial que ten¨ªa de juvenil, habla de lesiones y de que se machac¨® mucho de joven, entrenando casi como un profesional porque no ten¨ªa otra cosa. ¡°Mientras¡±, contaba en Ciclismo a Fondo, ¡°Perico, como tambi¨¦n estudiaba, se entrenaba menos y lleg¨® m¨¢s entero¡±.
Perico lleg¨® a otra dimensi¨®n. Perico quiz¨¢s nunca fue tan elegante sobre la bici como Cabrero, pero lleg¨® entero a profesional y fue un gran campe¨®n, el primer ¨ªdolo del ciclismo en la joven democracia espa?ola. Gan¨® el Tour del 88, 15 a?os despu¨¦s de Luis Oca?a, una victoria de la que toda una generaci¨®n, la m¨¢s joven, no ten¨ªa recuerdos. Y antes de ganar, Perico, escalador y loco, como Bahamontes, como deb¨ªa ser un ciclista ib¨¦rico, genial, duro y moreno, tambi¨¦n represent¨® como pocos el llamado pesimismo espa?ol, el derrotismo que reflejaba el complejo de inferioridad de una sociedad que miraba deslumbrada los avances de los vecinos europeos. En su historial en el Tour hubo p¨¢jaras, ca¨ªdas, fracturas, acechanzas de enemigos, y, como cualquier espa?ol que se precie, como se dec¨ªa entonces, debi¨® superar complots y envidias galofrancesas que no aguantaba que un espa?ol les ganara¡
¡°Admir¨¦ a Bernard Hinault¡±, dice Perico, que, pasando de las historias, reduce el ciclismo a su esencia. ¡°Y m¨¢s que a ninguno al Hinault del Tour del 86. Un ciclista de instinto¡±.
Perico habla de Hinault y parece que habla de Don Quijote ¡ª ¡°ve¨ªa el ciclismo como un desaf¨ªo imposible, ¨¦pico, inconformista, contrario a la raz¨®n¡¡±¡ª, pero no habla de un manchego sino de un bret¨®n cabezota que, guiado por un visionario Cyrille Guimard, domin¨® el ciclismo mundial de finales de los 70 y comienzos de los 80 ¡ªcinco Tours, tres Giros, dos Vueltas, un Mundial, dos Liejas, dos Flechas, dos Lombard¨ªas, una Roubaix, incontables victorias contrarreloj como cinco GP de las Naciones, 20 etapas contra el crono en el Tour, tres en el Giro, tres en la Vuelta¡ª con la misma voracidad, casi bulimia con la que Eddy Merckx hab¨ªa reinado dictatorial diez a?os antes.
Pero Perico le recuerda justamente por el Tour que quiso ganar y no pudo, el Tour del 86, que es donde le vio m¨¢s grande, en la derrota ante el joven Greg LeMond, su compa?ero de equipo que, con el apoyo del patr¨®n, Bernard Tapie, le hizo pagar la ayuda que le hab¨ªa prestado en el 85.
¡°Yo estuve con Hinault el d¨ªa de Pau, cuando llegamos juntos y gan¨¦ la etapa. Hab¨ªa empezado ¨¦l ya a atacar en Burdincurutcheta, y sigui¨® d¨¢ndole hasta que hizo hueco en Bagargui, y solo Jeff Bernard y yo ¡ªy un poco Chozas¡ª le aguantamos finalmente. Quedaban m¨¢s de 100 kil¨®metros hasta Pau y el col de Ich¨¨re y Marie Blanque, donde ya nos quedamos solos los dos¡±, cuenta Delgado, que en aquel Tour debutaba con el equipo holand¨¦s del PDM. ¡°A Pau, LeMond lleg¨® a cuatro minutos y medio e Hinault se puso de l¨ªder con m¨¢s de cinco minutos, y pese a eso, al d¨ªa siguiente, con Tourmalet, Aspin, Peyresourde y Superbagn¨¨res, y yendo tan s¨®lido de amarillo, volvi¨® a atacar a 80 kil¨®metros de la meta, y se fue solo bajando el Tourmalet. Se agarr¨® tal pajar¨®n en la ¨²ltima subida que LeMond le recuper¨® todo lo perdido el d¨ªa anterior, y solo aguant¨® el liderato por 50s¡ Y cuando le preguntaron que por qu¨¦ hab¨ªa hecho eso, Hinault respondi¨® como quien no entiende que a un campe¨®n le puedan preguntar eso. ¡®Pues porque me aburr¨ªa de que nadie me atacara¡¯, dijo. ¡®Me gusta ganar a lo grande¡¯. Y a m¨ª me gustaba esa visi¨®n, ese ciclismo de gestas, y ya me habr¨ªa gustado tener su motor para hacer etapas de instinto, como las hac¨ªa ¨¦l. Y tambi¨¦n as¨ª gan¨® la Vuelta del 83¡±.
El Tour del 86 se cerr¨® con la llegada, de la mano, de Hinault y LeMond a la cima de Alpe d¡¯Huez, una paz ficticia nacida del ¨²ltimo ataque lejano del bret¨®n, en el descenso del Galibier a m¨¢s de 100 kil¨®metros de la meta y con la Croix de Fer de por medio. ¡°Yo no pude estar porque justo ese d¨ªa falleci¨® mi madre¡±, dice Perico, a quien a¨²n le emociona recordar del Tour su victoria en Villard de Lans en el 87. ¡°Pero aquel d¨ªa yo era un comparsa¡±, explica. ¡°Prefiero quedarme, mi mejor recuerdo, con la etapa de Alpe d¡¯Huez del 88. Me sent¨ª como un director de orquesta dando entrada a todos los instrumentos para rematar al final con mi victoria en el Tour¡¡±
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