Las 10.000 mentiras de Lance Armstrong
El ¨ªdolo abatido ajusta cuentas consigo mismo en un documental de m¨¢s de tres horas que estrena ESPN esta madrugada
¡°Cuando mi vida dio el giro que dio pens¨¦ que all¨¢ donde fuera siempre habr¨ªa alguien que se me acercara y, ense?¨¢ndome un dedo coraz¨®n, me gritar¨ªa fuck you, j¨®dete. Pasan los d¨ªas, pasan los meses, pasan los a?os, y nadie me grita el fuck you. Hasta creo ver en la cara de alguno, en la mirada, que me lo va a gritar, ?me lo vas a gritar, eh?, pero nada. Han pasado cinco a?os. Estoy en Denver en un apartamento y llamo a un Uber, que espera enfrente, al lado de un bar. Cruzamos la calle, y se me acerca un tipo que me dice, ?eh, Lance!, ?qu¨¦ pasa t¨ªo?, le respondo, y ¨¦l se me acerca con el dedo, fuck you, fuck you, fuck you! Y seis o siete colegas se levantan de la terraza y le hacen coro a gritos: fuck you, fuck you, tramposo de mierda. Mi compa?era me dice, venga Lance, entra en el coche, seguro que piensa, porque me conoce, que me voy a echar encima y darle una paliza al tipo, y eso habr¨ªa hecho, seguro, la mayor parte de mi vida, porque estoy muy cabreado, y s¨¦ que tengo que hacer algo, yo soy Armstrong, no permito que me hagan eso, esto no puede quedar as¨ª. Entro en el bar y le doy al camarero mi tarjeta de cr¨¦dito, me da igual lo que hayan tomado o lo que vayan a tomar o comer, aunque sea lo m¨¢s caro, yo invito, pero con una condici¨®n, tienes que salir y decirles, muchachos, Lance os invita y os env¨ªa su amor. Hay gente que nunca se calmar¨¢. Siguen enfadados y lo estar¨¢n el resto de su vida¡±.
Fundido en negro. Comienza la vida.
Lance Armstrong ya ha sublimado toda su historia, su ascensi¨®n y su desintegraci¨®n, e integrado en su psique el ¡°desastre nuclear¡± que supuso su ca¨ªda en diciembre de 2012 tras la denuncia de su excompa?ero Floyd Landis ¨Cel borrado de su historial, de sus siete Tours, como si nunca hubieran existido, la p¨¦rdida de su fundaci¨®n contra el c¨¢ncer, de sus sponsors, de Nike, de Trek, los juicios por fraude¡-- no como algo inevitable sino como lo mejor que le pod¨ªa haber pasado, y solo despu¨¦s de eso llega Armstrong, que ya tiene 48 a?os, a las conclusiones definitivas, a las confesiones que jalonan las casi tres horas y media del documental Lance, que, dirigido por Marina Zenovich, emite ESPN en Estados Unidos en dos partes (domingo 24 y domingo 31) justo despu¨¦s de la serie sobre Michael Jordan, otra mirada a los ¨ªdolos del deporte que Estados Unidos ha regalado al mundo.
Lance Armstrong es un ni?o de Texas educado por un padre adoptivo educado en una escuela militar que le da un apellido que le gusta mucho porque suena bien, como una buena marca comercial, mejor que Gunderson, su apellido biol¨®gico, y palizas cotidianas por desobediente. ¡°Le trat¨¦ como a un animal, le inculqu¨¦ la necesidad de ganar a cualquier precio. Le di ¨®rdenes y no abrazos, pero sin esa educaci¨®n, Lance no habr¨ªa sido el campe¨®n que fue¡±, dice el padre que no fue, y Lance lo acepta, y sigue defini¨¦ndose como el chaval de Texas que llega al ciclismo y se integra en su cultura, la cultura del dopaje.
La cultura de la mentira.
¡°No voy a mentirte. Tampoco digo que los que dicen lo contrario est¨¦n mintiendo. Te voy a decir mi verdad. Mi verdad no es mi versi¨®n de los hechos sino la forma en que los recuerdo¡±, empieza Armstrong, y luego, empieza a hablar de la mentira, y la pel¨ªcula no es una retah¨ªla de autojustificaciones, sino un ajuste de cuentas de Armstrong consigo mismo. ¡°Nadie que se dopa dice la verdad. Solo puedes ser honesto si nadie te pregunta. En cuanto te preguntan, mientes. Quiz¨¢s solo mientes una vez si solo te lo preguntan una vez, pero en mi caso fueron 10.000 mentiras porque me lo preguntaron 10.000 veces. Y luego es inevitable dar un paso m¨¢s, y enviar a tomar por culo a quien te lo pregunta, y le amenazas, y empiezas a denunciar a la gente [su jefe de prensa, Yogui M¨¹ller, hac¨ªa listas negras con los periodistas que preguntaban], y eso es 100 veces peor. Todos mentimos¡±, dice el que fue el tirano del Tour entre 1999 y 2005, y con mucho gusto. ¡°Yo ten¨ªa que haber sido diferente. La agresividad, la violencia, el deseo de aniquilar a todo lo que se me opon¨ªa, era algo que me ven¨ªa muy bien sobre la bici, pero esa forma de ser no funciona en la vida real¡±.
Lo dice despu¨¦s de pedir perd¨®n a Emma O¡¯Reilly, la masajista que denunci¨® que era mentira que su positivo por corticoides en el Tour del 99 se debiera a una pomada permitida, pues se los hab¨ªa inyectado conscientemente, y a la que Armstrong llam¨® ¡°puta¡± para desacreditar su testimonio. ¡°?Lo peor que he hecho en mi vida? Quiz¨¢s la forma en que trat¨¦ a Emma O¡¯Reilly, y c¨®mo habl¨¦ de ella. Fue probablemente lo peor, s¨ª. Fui un idiota¡±, confiesa, y a?ade en su lista expiatoria a Filippo Simeoni, el ciclista italiano que testific¨® que Michele Ferrari [m¨¦dico italiano sancionado por dopaje, alumno de Francesco Conconi y profeta de la EPO a principios de los 90, responsable del dominio del Gewiss de Berzin, Argentin, Colombo, Furlan, Riis¡] era el entrenador de Armstrong. En una etapa del Tour de 2004, Simeoni se escap¨® y el norteamericano, con el maillot amarillo, fue tras ¨¦l y le neutraliz¨®, le insult¨® como un sicario insulta a un chivato, y, mirando a la c¨¢mara, hizo el gesto mafioso de ponerse una cremallera en su boca. ¡°Fui un puto gilipollas. Me hicieron falta muchos d¨ªas para aprender y darme cuenta de lo que hab¨ªa hecho. Lo que pensaba que era malo era en realidad mucho peor¡±, dice.
El perd¨®n que pide no se lo ofrece a Landis, quien le denunci¨®, quien, dice, no entra en la categor¨ªa de ¡°perdonable¡±. ¡°Podr¨ªa irme peor¡±, asegura. ¡°Podr¨ªa ser Floyd Landis. Me sentir¨ªa fatal todo el d¨ªa. Lo s¨¦ de verdad, s¨¦ que Floyd lo pasa fatal¡±.
Y cuenta su historia, la historia del ciclismo europeo en los a?os 90, la vieja tradici¨®n del conocimiento que se pasan los campeones unos a otros. La historia de la EPO.
¡°Empec¨¦ a doparme a los 21 a?os, en 1993, cuando fui campe¨®n del mundo, pero solo con cortisona y estimulante. Siempre supe lo que me pon¨ªa. Siempre preguntaba cuando me iban a inyectar algo y siempre tom¨¦ yo la decisi¨®n. No aguantaba a los m¨¦dicos que me dec¨ªan no preguntes. Me eduqu¨¦ en dopaje, sab¨ªa lo que me pon¨ªan y lo acept¨¦.
En el 93 los rumores de EPO en el pelot¨®n eran tremendos ya. En el 94, todos los d¨ªas me quedaba, me machacaban, me com¨ªa los mocos. Yo solo iba con cortisona, gasolina de bajo octanaje. Los dem¨¢s, con EPO. Eso era alto octanaje, combustible de cohete. Y esa fue la decisi¨®n que tuvimos que tomar. La EPO recorr¨ªa el pelot¨®n como un incendio salvaje, incontrolable. Era una Epodemia. Ten¨ªa que alcanzar a esos motherfuckers¡±.
Eddy Merckx hab¨ªa enviado a su hijo Axel a entrenarse con Ferrari. En 1995, Axel, ficha por el Motorola de Armstrong en 1995, que usa tambi¨¦n bicis fabricadas por el can¨ªbal. ¡°Le ped¨ª a Eddy que me presentara a Ferrari y en el invierno del 95 comenc¨¦ a trabajar con ¨¦l. Fue una relaci¨®n totalmente confidencial. Era muy directo, s¨ª, pero conmigo funcion¨®. Yo hac¨ªa al pie de la letra todo lo que me ordenaba. Su lema era ¡®menos es m¨¢s¡¯, y cuando le dec¨ªamos que en el pelot¨®n se hablaba de tal o cual sustancia at¨®micas, ¨¦l nos dec¨ªa: dejaros de bobadas, lo ¨²nico que necesit¨¢is es gl¨®bulos rojos. ?Que si el doping fue el causante de mi c¨¢ncer en verano del 96? No s¨¦. No conozco la respuesta. No puedo decir que no, porque no s¨¦. Pero siempre pienso que la ¨²nica vez en mi vida que tom¨¦ hormona de crecimiento fue en la temporada de 1996, y en mi cabeza siempre da vueltas la noci¨®n de que si la hormona de crecimiento hac¨ªa crecer y multiplicarse todo lo bueno en mi organismo, quiz¨¢s tambi¨¦n hiciera crecer lo malo¡±.
Cuando gan¨® su primer Tour, en 1999, a Lance le preguntaron c¨®mo era posible estar tan fuerte despu¨¦s de haber superado un c¨¢ncer en un deporte que todo el mundo sab¨ªa era un cultivo de dopados. ?l, el antiguo Lance, respondi¨® desafiante: ¡°quiz¨¢s la quimioterapia tenga cualidades para aumentar el rendimiento, jeje¡±.
Lance se estren¨® en enero en el Festival de Sundance, pero Armstrong lo vio en premi¨¨re en diciembre junto a la directora, Marina Zenovich, que grab¨® ocho entrevistas con el norteamericano. ¡°Cuando le ofrec¨ª la idea, acept¨® de entrada, aunque luego apreci¨® arrepentirse. Pero me dijo que le podr¨ªa preguntar lo que quisiera, que no habr¨ªa territorio vedado. Quiz¨¢s no intu¨ªa cu¨¢nto le iba a presionar, y le presion¨¦ y le presion¨¦ intentando llegar a la verdad¡±, explica Zenovich, quien antes de empezar apenas sab¨ªa nada de la historia ni de Armstrong. ¡°No creo que Lance disfrutara vi¨¦ndolo. No es algo f¨¢cil de ver. Algunas partes le gustaron, otras no. No s¨¦ qu¨¦ esperaba que saliera, pero s¨¦ que siempre fui sincera y honesta con ¨¦l. Y creo que ¨¦l fue incre¨ªblemente honesto y sincere en sus respuestas, salvo en aquellas cosas en las que no quiso profundizar. Lo que me estaba diciendo es que ¨¦l, en su c¨ªrculo m¨¢s ¨ªntimo, ya ha pasado p¨¢gina porque no ha tenido m¨¢s elecci¨®n¡±. A sus amigos, Armstrong les dice que el documental no le ha gustado nada, que se ha sentido enga?ado, ¨¦l.
Es un Armstrong sentimental y conformista el que termina emergiendo en los ¨²ltimos planos. Una rabia sentimental le hace echar una l¨¢grima por Jan Ullrich, el ¨²nico ciclista al que ha respetado siempre y por cuyo descenso a los infiernos de la depresi¨®n y locura culpa a tanta prensa que nunca le respet¨® despu¨¦s de su ca¨ªda en la Operaci¨®n Puerto. O la de Marco Pantani, muerto. ?l, aunque tambi¨¦n crucificado, se ha salvado: ¡°Puedo dormir todos los d¨ªas sin problemas, puedo vivir a gusto conmigo mismo¡±.
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